Roma (Agencia Fides) - A los testigos y confesores de la fe en Cristo se les llama siempre a habitar su tiempo, “a compartir la vida de los otros”, mezclándose en “las alegrías y los dolores del mundo”. Y el contacto con personas y ambientes que desconocen o rechazan el Evangelio también puede ayudar a los creyentes a avanzar por el camino de la conversión, y “a redescubrir la fe en su esencialidad”. Lo ha recordado el Papa Francisco durante la audiencia general de hoy, miércoles 8 de noviembre, continuando la serie de catequesis dedicadas a los testigos de la pasión por el anuncio del Evangelio. Ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro, el Pontífice ha propuesto de nuevo la singular experiencia de la Venerable Sierva de Dios Madeleine Delbrêl, que dio testimonio de su amor a Cristo viviendo durante más de treinta años en los suburbios obreros de París, en ambientes dominados por movimientos marxistas.
Trabajadora social, poeta y mística, Madeleine nació en 1904 y creció en una Francia marcada por profundos procesos de descristianización. En sus escritos de adolescencia proclama la “muerte de Dios”. Pero después – ha recordado el Papa Francisco - “alrededor de los veinte años Madeleine encuentra al Señor, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes”. Llega a comprender que “ese ‘vacío que gritaba en ella su angustia’ era Dios que la buscaba”. Y “La alegría de la fe la lleva a madurar una elección de vida enteramente donada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo, simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la ‘gente de la calle’”. Porque “Una vez que hemos conocido la palabra de Dios” escribe la Sierva de Dios en uno de los pasajes citados por el Papa Francisco “no tenemos derecho de no recibirla; una vez recibida no tenemos derecho de no dejar que se encarne en nosotros, una vez encarnada en nosotros no tenemos derecho de tenerla para nosotros: desde ese momento pertenecemos a aquellos que la esperan”.
Otro pasaje de la Venerable francesa propuesto por el Papa Francisco alude a lo que ella llama la "espiritualidad de la bicicleta": “Para estar contigo en tu camino” -escribe Madeleine a Jesús- “es necesario ir, también cuando nuestra pereza nos suplica que nos quedemos. Tú nos has elegido para estar en un extraño equilibrio, un equilibrio que puede establecerse y mantenerse solo en movimiento, solo en un impulso. Un poco como una bicicleta, que no se sujeta sin dar vueltas […] Podemos estar rectos solo avanzando, moviéndonos, en un impulso de caridad”.
El impulso de la caridad llevó a Madeleine a vivir su vida entre los pobres y los trabajadores, en ambientes que parecían haber perdido todo vínculo vital con la Iglesia y el cristianismo. Ella -ha destacado el Papa Francisco- “sentía que el Dios Viviente del Evangelio debía quemarnos dentro hasta que no hayamos llevado su nombre a los que todavía no lo han encontrado”.
Con su experiencia - ha reiterado el Obispo de Roma en la parte final de su catequesis - Madeleine Delbrêl muestra que “evangelizando se es evangelizado, evangelizando nosotros somos evangelizados. Por eso decía, haciéndose eco de san Pablo: ‘Ay de mí si evangelizar no me evangeliza’. Evangelizando se evangeliza a uno mismo”.
(GV) (Agencia Fide 8/11/2023)