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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – «Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo. Hoy, desde el cielo, ha descendido la paz sobre nosotros». Con estas palabras de la liturgia de la misa de la noche de Navidad ha comenzado el papa León XIV su primer mensaje Urbi et Orbi, pronunciado antes de la bendición apostólica en la solemnidad de la Natividad del Señor, desde la Logia central que se asoma a la plaza de San Pedro, tras presidir la solemne concelebración eucarística en la basílica vaticana. «El nacimiento del Señor -ha añadido el Pontífice, citando a san León Magno- es el nacimiento de la paz». Y en esa promesa de paz que acompaña el nacimiento de Jesús, el Obispo de Roma ha encontrado luz y fuerza para implorar y esperar consuelo ante las tribulaciones que afligen a los pueblos del mundo en el tiempo presente.
En la Natividad de Jesús -ha subrayado el Pontífice- « ya se perfila la elección fundamental que guiará toda la vida del Hijo de Dios, hasta su muerte en la cruz: la elección de no hacernos llevar el peso del pecado, sino de llevarlo Él por nosotros, de hacerse cargo de él. Esto podía hacerlo sólo Él. Y al mismo tiempo nos mostró lo que sólo nosotros podemos hacer, es decir, asumir cada uno nuestra parte de responsabilidad».
Jesucristo «es nuestra paz, ante todo porque nos libera del pecado», y también porque «nos indica el camino a seguir para superar los conflictos, todos los conflictos, desde los interpersonales hasta los internacionales». «Él es el Salvador. Con su gracia, cada uno de nosotros puede y debe hacer lo que le corresponde para rechazar el odio, la violencia y la confrontación, y practicar el diálogo, la paz y la reconciliación».
Dirigiendo su mirada a los conflictos, las tensiones y los sufrimientos que sacuden al mundo en la actualidad, el Papa se ha referido a los cristianos « que viven en Medio Oriente, a quienes he querido encontrar hace poco en mi primer viaje apostólico. He escuchado sus temores y conozco bien su sentimiento de impotencia ante las dinámicas de poder que los superan». «El Niño que hoy nace en Belén -ha añadido, citando el Evangelio de san Juan- es el mismo Jesús que menciona: “les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo”».
En su mensaje “a la Ciudad y al Mundo”, el Obispo de Roma ha invocado «justicia, paz y estabilidad para el Líbano, Palestina, Israel y Siria» y ha encomendado al «Príncipe de la Paz» todo el continente europeo, «pidiéndole que siga inspirándole un espíritu comunitario y colaborativo, fiel a sus raíces cristianas y a su historia, solidario y acogedor con los que están pasando necesidad». Además, ha rezado «de manera especial por el atribulado pueblo ucraniano, para que cese el estruendo de las armas y las partes implicadas, con el apoyo de la comunidad internacional, encuentren el valor para dialogar de manera sincera, directa y respetuosa».
Asimismo, ha pedido al Niño de Belén «paz y consuelo para las víctimas de todas las guerras que se libran en el mundo, especialmente aquellas olvidadas», refiriéndose a los conflictos y violencias que desgarran Sudán, Sudán del Sur, Malí, Burkina Faso y la República Democrática del Congo. Ha rezado «por el querido pueblo de Haití, para que cese en el País toda forma de violencia y pueda avanzar por el camino de la paz y la reconciliación». También ha pedido que el «Príncipe de la Paz» ilumine Myanmar «con la luz de un futuro de reconciliación» y «restaure la antigua amistad entre Tailandia y Camboya».
Al hacerse hombre -ha subrayado el Pontífice en su mensaje Urbi et Orbi- «Jesús asume sobre sí nuestra fragilidad, se identifica con cada uno de nosotros: con quienes ya no tienen nada y lo han perdido todo, como los habitantes de Gaza; con quienes padecen hambre y pobreza, como el pueblo yemení; con quienes huyen de su tierra en busca de un futuro en otra parte, como los numerosos refugiados y migrantes que cruzan el Mediterráneo o recorren el continente americano; con quienes han perdido el trabajo y con quienes lo buscan, como tantos jóvenes que tienen dificultades para encontrar empleo; con quienes son explotados, como los innumerables trabajadores mal pagados; con quienes están en prisión y a menudo viven en condiciones inhumanas».
«Al corazón de Dios -ha añadido el Papa- llega la invocación de paz que brota de cada tierra». Por último, el Obispo de Roma ha citado unos versos del poeta israelí Yehuda Amijái: « No la de un alto al fuego
ni la de la visión del lobo junto al cordero, sino la del corazón cuando se acaba la agitación y hablamos de un gran cansancio […] Que sea como flores silvestres, de repente, por necesidad del campo: una paz silvestre».
(GV) (Agencia Fides 25/12/2025)