Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - La Pontificia Unión Misional (PUM), una de las cuatro Obras Misionales Pontificias, fue fundada por el Beato Padre Paolo Manna y reconocida por el Papa Benedicto XV el 31 de octubre de 1916 con el nombre de "Unión Misional del Clero". San Pablo VI la definió como "el alma de las demás Obras Misionales Pontificias".
Paolo Manna nació en Avellino el 16 de enero de 1872. En 1891 ingresó en el Seminario de Misiones Extranjeras de Milán, que se convertiría en el Instituto Pontificio de Misiones Extranjeras - PIME. Ordenado sacerdote el 19 de mayo de 1894, fue enviado como misionero a Birmania (actual Myanmar). En 12 años de actividad misionera regresó tres veces a Italia por motivos graves de salud; la última vez para quedarse en 1907, con gran pesar. El espíritu misionero que seguía ardiendo en su corazón le hizo emprender el camino de la animación misionera a través de la predicación y la prensa. No sólo quería dar a conocer los progresos de la fe en el mundo y recoger ayudas para los misioneros con oraciones y ofrendas, sino sobre todo concienciar a la Iglesia para que llevara a cabo su tarea de evangelización, con más misioneros y clero autóctono.
Como director de la revista "Le Missioni Cattoliche", y especialmente con su primera obra "Missionari autem pauci" (Los misioneros son pocos), suscitó una ola de entusiasmo por las misiones y un gran número de vocaciones misioneras: así comenzó su gran tarea de animación misionera de todo el clero a la que se dedicó sin escatimar energías. Su proyecto de fundar una "Unión Misional del Clero" se materializó en 1916, con la aprobación del Papa Benedicto XV.
El primer Congreso Internacional de la Unión, celebrado el 3 de enero de 1922, puso de manifiesto la necesidad de la enseñanza de la Misionología en los seminarios, asignatura aún desconocida en los institutos de formación católicos. El P. Manna insistió en sus cada vez más numerosas publicaciones, sobre el papel insustituible de los sacerdotes en el anuncio del Evangelio y en la educación de la conciencia misionera de todo el pueblo de Dios.
En su encíclica "Maximum Illud" (1919), el Papa Benedicto XV recomendó la presencia de la Unión en todas las diócesis, fomentando así su amplia difusión. En ese contexto, el padre Manna se dedicó a una gran actividad de predicación y prensa inspirando a obispos, sacerdotes y laicos en el ideal misionero. Su lema era "¡Todos misioneros!". Para el padre Manna, todos los bautizados, pero sobre todo cada sacerdote debe ser misionero, y se lamentaba de cómo los sacerdotes descuidaban la función primaria y fundamental de la Iglesia, la evangelización del mundo, del mundo entero, precediendo así lo que declararía solemnemente el Concilio Vaticano II.
Junto con los sacerdotes, los religiosos y religiosas, y también los laicos consagrados, fueron reconocidos como trabajadores naturales de las misiones. En 1949, con el decreto "Huic Sacro", la Congregación de Propaganda Fide les abrió la posibilidad de ingresar en la Unión. Con un decreto del 28 de octubre de 1956, Pío XII confirió a la Unión el título de "Pontificia" y la rebautizó como "Pontificia Unión Misional de Clérigos, Religiosos y Laicos Consagrados", conocida simplemente como "Pontificia Unión Misional" (PUM). Con la Carta Apostólica "Graves et increscentes" del 5 de septiembre de 1966, San Pablo VI expresó su reconocimiento a la PUM, recomendándola de nuevo a todos los obispos de la Iglesia.
P. Manna fue también Superior General de su Instituto de 1924 a 1934, y en 1926 el Seminario de Misiones Extranjeras de Milán se unió al Seminario Misionero de Roma, dando lugar al Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME). De 1937 a 1941, el padre Manna fue secretario internacional de la Unión. En 1943 fue nombrado Superior de la Provincia de Italia Meridional y se trasladó a Ducenta, al Seminario del Sagrado Corazón para las Misiones Extranjeras, que él mismo había fundado.
Sus "Observaciones sobre el método moderno de evangelización", en las que propone una formación diferente de los seminaristas autóctonos y la creación de Iglesias locales confiadas al clero autóctono, son el resultado de estos años de compromiso. A finales de su vida, elaboró su plan misionero universal, "Nuestras «Iglesias» y la propagación del Evangelio", en el que invitaba a las antiguas Iglesias a crear seminarios misioneros para participar directamente en la evangelización del mundo y ayudar a las jóvenes Iglesias misioneras. El padre Paolo Manna murió en Nápoles el 15 de septiembre de 1952.
San Juan Pablo II lo proclamó beato el 4 de noviembre de 2001, y en la homilía de la misa que presidió en la plaza de San Pedro dijo: “en el padre Paolo Manna vemos un reflejo especial de la gloria de Dios. Pasó toda su vida por la causa misionera. En todas las páginas de sus escritos emerge con viveza la persona de Jesús, centro de la vida y razón de ser de la misión”.
(SL) (Agencia Fides 14/01/2022)