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Roma (Agencia Fides) – “Nosotros debemos entender que la evangelización es un mandato que viene del Bautismo; el Bautismo que nos hace sacerdotes juntos, en el sacerdocio de Cristo: el pueblo sacerdotal, ¿no? Y no hay que esperar a que venga el sacerdote, el cura a evangelizar, el misionero”. Así el Papa Francisco ha recordado la vocación apostólica que llama a todo bautizado a vivir y dar testimonio del Evangelio en las circunstancias ordinarias de la vida. Lo ha dicho el jueves 16 de septiembre, durante la audiencia concedida a los representantes de las Asociaciones de Fieles, de los Movimientos Eclesiales y de las nuevas Comunidades participantes en el encuentro organizado por el Dicasterio Pontificio para los Laicos, la Familia y la Vida sobre el tema “La responsabilidad de gobierno en los grupos laicales. Un servicio eclesial”. En su largo discurso, enriquecido con consideraciones y referencias añadidas al texto escrito, el Pontífice ha ofrecido numerosas ideas útiles para considerar la fecundidad eclesial y misionera de las asociaciones, movimientos y nuevas comunidades que han florecido en la Iglesia en las últimas décadas, a partir de los carismas dados por el Espíritu a sus respectivos fundadores, fuera de las formas ordinarias de planificación pastoral.
En primer lugar, el Obispo de Roma ha dado las gracias por la "misión eclesial" que llevan a cabo quienes se unen a asociaciones, movimientos y nuevas comunidades, buscando “vivir y hacer fructificar aquellos carismas que el Espíritu Santo, a través de los fundadores, ha dado a todos los miembros de vuestras asociaciones, en beneficio de la Iglesia y de los muchos hombres y mujeres a los que os dedicáis en vuestro apostolado”. “Vosotros” ha reconocido el Papa “sois también, a pesar de vuestras limitaciones y pecados cotidianos —gracias a Dios que somos pecadores y que Dios nos da la gracia de reconocer nuestros pecados y también la gracia de pedir o acudir al confesor: Esta es una gran gracia: no la perdáis—, incluso con estas limitaciones, sois un claro signo de la vitalidad de la Iglesia: representáis una fuerza misionera y una presencia profética que nos da esperanza para el futuro”. Un futuro – ha proseguido el pontífice - que hay que preparar aquí y ahora, ‘en la cocina’… con una disposición al encuentro constante con el Señor y a una constante conversión personal”, sobre todo para no caer en el riesgo de vivir en un “mundo paralelo, destilado, lejos de los verdaderos desafíos de la sociedad, de la cultura y de todas las personas que viven a vuestro lado y que esperan vuestro testimonio cristiano”.
En su discurso, el Pontífice ha recordado con paternal franqueza las tentaciones y las verdaderas caídas que han marcado el camino de tantas agregaciones eclesiales surgidas y desarrolladas espontáneamente después del Concilio Vaticano II. “La pertenencia a una asociación, a un movimiento o a una comunidad, sobre todo si se refieren a un carisma,– ha remarcado el Papa - no debe encerrarnos en una “torre de marfil”, hacer que nos sintamos seguros, como si no fuera necesario dar respuesta alguna a los desafíos y a los cambios”. Porque “todos, los cristianos, estamos siempre en camino, siempre en conversión, siempre discerniendo”.
Luego ha añadido que “el camino del Evangelio no es un viaje turístico”, y en tal camino “cada paso es una llamada de Dios”. Al contrario, la tentación que a menudo acosa a los movimientos y a las nuevas comunidades eclesiales es la de “Pensar que somos ‘la novedad’ en la Iglesia”, que no está sujeta a la necesidad de cambios, correcciones y conversiones. Tal tentación – ha advertido el Papa Francisco - “puede convertirse en una falsa seguridad. También las novedades envejecen pronto. Por eso, el carisma al que pertenecemos debe ser profundizado cada vez más, y debemos reflexionar siempre juntos para encarnarlo en las nuevas situaciones que vivimos. Para ello, se requiere de nosotros una gran docilidad, una gran humildad, para reconocer nuestros límites y aceptar el cambio de modos de hacer y de pensar anticuados, o de métodos de apostolado que ya no son eficaces, o de formas de organización de la vida interna que han resultado inadecuadas o incluso perjudiciales”. A este respecto, el Pontífice se ha referido al Decreto Las Asociaciones Internacionales de Fieles, promulgado el 11 de junio, que contiene también disposiciones relativas al gobierno “interno” de las Asociaciones, los Movimientos y las nuevas comunidades eclesiales, incluidas las relativas a la rotación en los cargos de dirección y responsabilidad de estas realidades eclesiales. “En el origen de este Decreto no hay ninguna teoría de la Iglesia o las asociaciones de laicos que se quiera aplicar o imponer. No, no la hay”. Se trata más bien de “la realidad de las últimas décadas la que nos ha mostrado la necesidad de los cambios que nos pide el Decreto”. En este sentido, el Papa ha realizado una analogía con el florecimiento en las últimas décadas de nuevas realidades de vida consagrada, varias de las cuales acabaron tomando caminos que las hacían sentirse y aparecer como una “Iglesia aparte”: se presentaban casi como “los redentores”, ha recordado el Papa Francisco con tono desolado “pero han terminado en situaciones muy difíciles: han terminado bajo visita apostólica, han terminado con pecados sucios, han sido intervenidas... Y están haciendo un estudio…”. “El ejercicio de la gobernanza en el seno de las asociaciones y movimientos” ha proseguido el Papa Francisco, hay que tenerlo en cuenta también a la luz de “los casos de abusos de diversa índole que se han producido también en estos grupos y que siempre tienen su origen en el abuso de poder”. Un auténtico sensus ecclesial – ha remarcado el Papa - reconoce que los cargos de gobierno ejercidos dentro de las agregaciones laicales son solo “una llamada a servir”, y no pueden verse expuestas al “deseo de poder", que se manifiesta por ejemplo “cuando creemos, en virtud del papel que desempeñamos, que tenemos que tomar decisiones sobre todos los aspectos de la vida de nuestra asociación, de la diócesis, de la parroquia, de la congregación”, o cuando los jefes de los movimientos y comunidades nuevas ceden al “afán de estar en todas partes”. Añadiendo referencias personales ha dicho “pienso en las congregaciones que más conozco”…“ciertos superiores, superiores generales que se eternizan en el poder y hacen mil, mil cosas para ser reelegidos y reelegidos, incluso cambiando las constituciones”. Mientras que “es beneficioso y necesario” ha dicho el Papa, aludiendo a las disposiciones del Decreto de junio para los Movimientos y nuevas comunidades “prever una rotación en los puestos de gobierno y una representación de todos los miembros en vuestras elecciones”. Tales disposiciones pueden representar el riesgo de caer en la “trampa de la deslealtad”, que sucede cuando “decimos con palabras que queremos servir a Dios y a los demás, pero en los hechos servimos a nuestro ego, y nos entregamos a nuestro deseo de aparentar, de obtener reconocimiento, aprecio”. O también caemos en esta trampa “cuando nos presentamos ante los demás como los únicos intérpretes del carisma, los únicos herederos de nuestra asociación o movimiento”.
“El verdadero servicio - ha subrayado el Papa al concluir - “es gratuito e incondicional, no conoce cálculos ni pretensiones. Además, el verdadero servicio se olvida habitualmente de las cosas que ha hecho para servir a los demás”. Y “Nadie es dueño de los dones recibidos para el bien de la Iglesia —somos administradores—, nadie debe sofocarlos sino dejarlos que crezcan conmigo o con quien viene después de mí. Cada uno, allí donde el Señor lo ha puesto, está llamado a hacerlos crecer y fructificar, confiado en que es Dios quien obra todo en todos y que nuestro verdadero bien fructifica en la comunión eclesial”.
(GV). (Agencia Fides 17/9/2021)