VATICANO - Benedicto XVI: “El Señor nos exhorta a superar los confines del ambiente en que vivimos, a llevar el Evangelio al mundo de los otros, para que impregne todo”

jueves, 30 junio 2011

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El Miércoles, 29 de junio, Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, y en la conmemoración del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido en la Basílica de San Pedro, la Celebración Eucarística con 41 Arzobispos Metropolitanos de diversas naciones, a los que ha impuesto el Palio. En la Misa estaba presente, como de costumbre, una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
“Ya no siervos, sino amigos”: “en estas palabras se encierra el programa entero de una vida sacerdotal” ha dicho el Papa en la homilía, recordando el día de su Ordenación sacerdotal. “La amistad es una comunión en el pensamiento y el deseo” ha explicado el Papa, subrayando que estas palabras de Jesús sobre la amistad están en el contexto del discurso sobre la vid. “El Señor enlaza la imagen de la vid con una tarea que encomienda a los discípulos; 'Os he elegido y os he destinado para vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca' (Jn 15,16). El primer cometido que da a los discípulos, a los amigos, es el de ponerse en camino – os he destinado para que vayáis -, de salir de sí mismos y de ir hacia los otros... El Señor nos exhorta a superar los confines del ambiente en que vivimos, a llevar el Evangelio al mundo de los otros, para que impregne todo y así el mundo se abra para el Reino de Dios”.
Con respecto a los frutos que el Señor espera, el Papa ha recordado que el fruto de la vid es la uva, del que luego se hace el vino. “Para que una buena uva madure, se necesita sol, pero también lluvia, el día y la noche – ha continuado -. Para que madure un vino de calidad, hay que prensar la uva, se requiere la paciencia de la fermentación, los atentos cuidados que sirven a los procesos de maduración. Un vino de clase no solamente se caracteriza por su dulzura, sino también por la riqueza de los matices, la variedad de aromas que se han desarrollado en los procesos de maduración y fermentación. ¿Acaso no es ésta una imagen de la vida humana, y particularmente de nuestra vida de sacerdotes? Necesitamos el sol y la lluvia, la serenidad y la dificultad, las fases de purificación y prueba, y también los tiempos de camino alegre con el Evangelio”.
Por último “el vino es imagen del amor… Pero no olvidemos que, en el Antiguo Testamento, el vino que se espera de la uva selecta es sobre todo imagen de la justicia, que se desarrolla en una existencia vivida según la ley de Dios... El auténtico contenido de la Ley, su summa, es el amor a Dios y al prójimo. Este doble amor, sin embargo, no es simplemente algo dulce. Conlleva en sí la carga de la paciencia, de la humildad, de la maduración de nuestra voluntad en la formación e identificación con la voluntad de Dios, la voluntad de Jesucristo, el Amigo. Sólo así, en el hacerse todo nuestro ser verdadero y recto, también el amor es verdadero; sólo así es un fruto maduro. Su exigencia intrínseca, la fidelidad a Cristo y a su Iglesia, requiere que se cumpla siempre también en el sufrimiento. Precisamente de este modo, crece la verdadera alegría”
Dirigiéndose a los Arzobispos Metropolitanos, el Santo Padre ha explicado el triple significado de la imposición del palio: “puede recordar ante todo el suave yugo de Cristo que se nos pone sobre los hombros (Mt 11,29s)… Es el yugo de su voluntad, que es una voluntad de verdad y amor. Así, es también para nosotros sobre todo el yugo de introducir a otros en la amistad con Cristo y de estar a disposición de los demás, de cuidar de ellos como Pastores”. El palio además está tejido con la lana de corderos, y “nos recuerda de este modo al Pastor que se ha convertido Él mismo en cordero por amor nuestro… Nos recuerda a Él, que ha tomado el cordero, la humanidad – a mí – sobre sus hombros, para llevarme de nuevo a casa. De este modo, nos recuerda que, como Pastores a su servicio, también nosotros hemos de llevar a los otros, cargándolos, por así decir, sobre nuestros hombros y llevarlos a Cristo. Nos recuerda que podemos ser Pastores de su rebaño, que sigue siendo siempre suyo, y no se convierte en el nuestro. Por fin, el palio significa muy concretamente también la comunión de los Pastores de la Iglesia con Pedro y con sus sucesores; significa que tenemos que ser Pastores para la unidad y en la unidad, y que sólo en la unidad de la cual Pedro es símbolo, guiamos realmente hacia Cristo” (SL) (Agencia Fides 30/06/2011)


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