VATICANO - Dios libra de todo mal a sus fieles servidores, y libera a la Iglesia de las potencias negativas

miércoles, 30 junio 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Dios está cerca de sus fieles servidores y los libra de todo mal, y libera a la Iglesia de las potencias negativas”, éste es el tema de las lecturas bíblicas proclamadas en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el 29 de junio, según las palabras del Santo Padre Benedicto XVI, quien presidio en la Basílica Vaticana la Concelebración Eucarística con 38 Arzobispos Metropolitanos a los que impuso el palio.
“En la primera Lectura – explicó el Santo Padre – se narra un episodio especifico que muestra la intervención del Señor para liberar a Pedro de la prisión; en la segunda Pablo, sobre la base de su extraordinaria experiencia apostólica, se dice convencido de que el Señor, que ya le libró ‘de la boca del león’, le librará ‘de todo mal’ abriéndole las puertas del Cielo; en el Evangelio en cambio ya no se habla de los Apóstoles en singular, sino de la Iglesia en su conjunto y de su seguridad respecto a las fuerzas del mal, entendidas en sentido amplio y profundo. De esta forma vemos como la promesa de Jesús – “los poderes del infierno no prevalecerán” sobre la Iglesia – comprende sí las experiencias históricas de persecución sufridas por Pedro y Pablo y por otros testigos del Evangelio, pero va más allá, queriendo asegurar la protección sobre todo contra las amenazas de orden espiritual”.
Continuando con su homilía el Santo Padre afirmó: “si pensamos en los dos milenios de historia de la Iglesia, podemos observar que – como lo había predicho el Señor Jesús – nunca han faltado las pruebas a los cristianos, que en algunos periodos y lugares han asumido el carácter de verdaderas y auténticas persecuciones. Éstas, sin embargo, a pesar de los sufrimientos que provocan, no constituyen el peligro más grave para la Iglesia. En efecto, el mayor daño lo padece de lo que contamina la fe y la vida cristiana de sus miembros y de sus comunidades, erosionando la integridad del Cuerpo místico, debilitando su capacidad de profecía y de testimonio, empañando la belleza de su rostro”. Sin embargo, frente a esta realidad existe “una garantía de libertad asegurada por Dios a la Iglesia, libertad tanto de los lazos materiales que buscan impedir o coartar su misión, como de los males espirituales y morales, que pueden erosionar la autenticidad y la credibilidad”.
A continuación el Santo Padre puso en relación el tema de la libertad de la Iglesia con el rito de imposición del Palio ya que “en el plano histórico, la unión con la Sede Apostólica asegura a las Iglesias particulares y a las Conferencias Episcopales la libertad respecto a poderes locales, nacionales o supranacionales, que pueden en ciertos casos obstaculizar la misión de la Iglesia. Además, y más esencialmente, el ministerio petrino es garantía de libertad en el sentido de la plena adhesión a la verdad, a la auténtica tradición, para que el Pueblo de Dios sea preservado de errores referidos a la fe y a la moral. El hecho por tanto de que, cada año, los nuevos metropolitanos vengan a Roma a recibir el Palio de manos del Papa va incluido en su significado propio, como gesto de comunión, y el tema de la libertad de la Iglesia nos ofrece una clave de lectura particularmente importante. Esto se hace evidente en el caso de Iglesias marcadas por persecuciones, o también sometidas a injerencias políticas o a otras duras pruebas. Pero esto no es menos relevante en el caso de comunidades que sufren la influencia de doctrinas engañosas, o de tendencias ideológicas y prácticas contrarias al Evangelio. El Palio por tanto se convierte en una garantía de libertad”
Finalmente el Papa evidenció el significado ecuménico de la promesa de Cristo de que las potencias del infierno no prevalecerán sobre su Iglesia: “uno de los efectos típicos de la acción del Maligno es precisamente la división dentro de la Comunidad eclesial. De hecho, las divisiones son síntomas de la fuerza del pecado, que sigue actuando en los miembros de la Iglesia aún después de la redención. Pero… la unidad de la Iglesia está arraigada en su unión con Cristo, y la causa de la plena unidad de los cristianos – que siempre hay que buscar y renovar, de generación en generación – está también sostenida por su oración y por su promesa”. (SL) (Agencia Fides 30/06/2010)


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