VATICANO - Benedicto XVI en la Jornada del Enfermo: “La Iglesia no puede descuidar estas dos obras esenciales: evangelización y atención a los enfermos en el cuerpo y en el espíritu”

viernes, 12 febrero 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “La Iglesia, que tiene el encargo de continuar en el tiempo y el espacio la misión de Cristo, no puede descuidar estas dos obras esenciales: evangelización y atención de los enfermos en el cuerpo y el espíritu. Dios, en efecto, quiere sanar al hombre en su integridad y en el Evangelio la sanación del cuerpo es signo de una sanación más profunda que es la remisión de los pecados”. Fueron las palabras del Santo Padre Benedicto XVI pronunciadas durante la Concelebración Eucarística que presidió en la Basílica Vaticana el jueves 11 de febrero, memoria de la Beata Virgen de Lourdes, con ocasión de la XVIII Jornada Mundial del Enfermo y del XXV Aniversario de la fundación del Pontificio Consejo de la Pastoral de la Salud.
En la homilía el Papa destacó cómo María, Madre y modelo de la Iglesia, es invocada y venerada como “Salus infirmorum”, “Salud de los enfermos”, en cuanto “primera y perfecta discípula de su Hijo. Ella ha mostrado siempre con su protectora presencia en el caminar de la Iglesia una especial solicitud por los que sufren”. En particular, “el episodio evangélico de la Visitación nos muestra cómo la Virgen, luego del anuncio del ángel, no retuvo para sí el don recibido, sino que se dirigió inmediatamente a ayudar a su anciana prima Isabel, que llevaba en su vientre a Juan el Bautista desde hacía seis meses. En la ayuda ofrecida por María a esta pariente, que vive en su avanzada edad una situación delicada como es el embarazo, vemos una figura de la acción de la Iglesia en favor de la vida que necesita de atención”.
Benedicto XVI mencionó también a los muchos “Santos y Santas de la caridad”, que “tantas veces donaron su vida a los enfermos y sufrientes, como es el caso de Camilo de Lelis y San Juan de Dios, Damián de Veuster y Benedicto Menni. Quien pasa mucho tiempo con personas en estado de sufrimiento, conoce las angustias y las lágrimas, pero también el milagro de la alegría, que es fruto del amor”. Y añadió: “La Iglesia, como María, custodia en sí los dramas de los hombres y el consuelo de Dios, y los lleva unidos en el peregrinar de la historia. A través de los siglos, la Iglesia muestra los signos del amor de Dios, que continúa actuando cosas grandes en las personas humildes y sencillas. El sufrimiento, aceptado y ofrecido, la generosidad sincera y gratuita, ¿no son acaso milagros del amor? … los enfermos y todos los que sufren son en la Iglesia no sólo objeto de atención y cuidado, sino ante todo protagonistas del peregrinar de la fe y de la esperanza, testigos de los prodigios del amor, de la alegría pascual que brota de la Cruz y de la Resurrección de Cristo.”
Finalmente, citando el sacramento de la Unción de los Enfermos, el Papa lo relacionó con el ministerio del presbítero: “en este Año Sacerdotal, quisiera subrayar la unión que existe entre la realidad del enfermo y la persona del sacerdote, una especie de alianza, de ‘complicidad’ evangélica. Ambos tienen una tarea: el enfermo debe ‘llamar’ a los presbíteros, y estos deben responder, para así hacer presente en la experiencia de la enfermedad la acción del Resucitado y de su Espíritu. Es así que podemos ver toda la importancia y el valor incalculable que tiene la pastoral de los enfermos, por el bien inmenso que realiza tanto al enfermo y al sacerdote, así como a los familiares y personas cercanas, a la comunidad toda, e incluso, a través de vías misteriosas, a la Iglesia y al mundo”. (SL) (Agencia Fides 12/02/2010; líneas 39, palabras 634)


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