VATICANO - Benedicto XVI visita la Comunidad Judía de Roma: “Si logramos unir nuestros corazones y nuestras manos para responder a la llamada del Señor, su luz se hará más cercana para iluminar a todos los pueblos de la tierra”

lunes, 18 enero 2010

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Cristianos y judíos tienen buena parte de su patrimonio espiritual en común, rezan al mismo Señor, tienen las mismas raíces, pero con frecuencia se desconocen mutuamente. Nos corresponde a nosotros, respondiendo a la llamada del Señor, trabajar para que quede siempre abierto el espacio del diálogo, del respeto recíproco, del crecimiento en la amistad, del testimonio común ante los desafíos de nuestro tiempo, que nos invitan a colaborar por el bien de la humanidad en este mundo creado por Dios, el Omnipotente y Misericordioso”. fue la exhortación del Santo Padre Benedicto XVI pronunciada en la Sinagoga de Roma en el curso de su visita a la comunidad judía de roma ayer domingo 17 de enero.
El Pontífice recordó la precedente visita del Papa Juan Pablo II, el 13 de abril de 1986, que “quiso ofrecer una decidida contribución a la consolidación de las buenas relaciones entre nuestras comunidades, para superar toda incomprensión y prejuicio”. Así mismo, el evento del Concilio Vaticano II “ha dado un decisivo impulso al compromiso de recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad”. “También yo - prosiguió – Benedicto XVI – , en estos años de Pontificado, he querido mostrar mi cercanía y mi afecto hacia el pueblo de la Alianza... la Iglesia no ha dejado de deplorar las faltas de sus hijos e hijas, pidiendo perdón por todo aquello que ha podido favorecer de cualquier modo las heridas del antisemitismo y del antijudaísmo. ¡Que estas heridas puedan ser curadas para siempre!”
Entre las tragedias del siglo XX el Pontífice ha citado “El drama singular e impactante de la Shoá” que “representa, en cualquier caso, el culmen de un camino de odio que nace cuando el hombre olvida a su Creador y se pone a sí mismo en el centro del universo”. Recordando a los judíos romanos arrancados de sus propias casas y “el exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés, primero anunciado y después sistemáticamente programado y realizado en la Europa bajo el dominio nazi”, Benedicto XVI prosiguió: Por desgracia, muchos permanecieron indiferentes, pero muchos, también entre los católicos italianos, sostenidos por la fe y por la enseñanza cristiana, reaccionaron con valor, abriendo los brazos para socorrer a los judíos perseguidos y fugitivos, a menudo a riesgo de su propia vida, y merecen una gratitud perenne. También la Sede Apostólica llevo a cabo una acción de socorro, a menudo oculta y discreta. La memoria de estos acontecimientos debe empujarnos a reforzar los vínculos que nos unen para que crezcan cada vez más la comprensión, el respeto y la acogida”.
Evidenciando cuánto une a las dos comunidades, el Pontífice citó la Sagrada Escritura como “el fundamento más sólido y perenne, en base al cual nos vemos constantemente puestos ante nuestras raíces comunes, a la historia y al rico patrimonio espiritual que compartimos”. De la Ley y los Profetas derivan numerosas implicaciones para ambos. En particular del Decálogo, definido “un faro y una norma de vida en la justicia y en el amor, un 'gran código' ético para toda la humanidad”, propuso varios campos de colaboración y testimonio, entre los cuales el Papa citó los más urgentes: “Despertar en nuestra sociedad la apertura a la dimensión trascendente, dar testimonio del único Dios”, “testimoniar juntos el valor supremo de la vida contra todo egoísmo”, “testimoniar que la familia continúa siendo la célula esencial de la sociedad y el contexto de básico en el que se aprenden y se ejercitan las virtudes humanas.”. Además judíos y cristianos son llamados a ejercitar “una generosidad especial hacia los pobres, las mujeres, los niños, los extranjeros, los enfermos, los débiles, los más necesitados.... Con el ejercicio de la justicia y de la misericordia, judíos y cristianos están llamados a anunciar y testimoniar el Reino del Altísimo que viene”.
El Pontífice finalmente exhortó a “dar pasos juntos, conscientes de las diferencias que existen entre nosotros, pero también de que si logramos unir nuestros corazones y nuestras manos para responder a la llamada del Señor, su luz se hará más cercana para iluminar a todos los pueblos de la tierra”. Como conclusión del discurso, Benedicto XVI invocó al Señor “el precioso don de la paz en todo el mundo, especialmente en Tierra Santa”. (SL) (Agencia Fides 18/01/2010 líneas 46, palabras 712)


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