VATICANO - Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI al Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos con ocasión de la Asamblea Plenaria

lunes, 16 noviembre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – El Santo Padre Benedicto XVI ha enviado al Card. Ivan Dias, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos , el siguiente Mensaje con ocasión de la Asamblea Plenaria de la Congregación, que se realiza del 16 al 18 de noviembre de 2009 en la Universidad Urbaniana, sobre el tema: “San Pablo y los nuevos areópagos” (ver Fides 12/11/2009).

Al Venerado Hermano
El Señor Cardenal IVAN DIAS
Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

Con ocasión de la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, le dirijo a Ud, Señor Cardenal, un cordial saludo, que con gusto extiendo a los Cardenales, Arzobispos, Obispos y a cuantos forman parte de este Dicasterio. Saludo, asimismo, al Secretario, al Secretario Adjunto, al Subsecretario y a todos los colaboradores del mismo. Uno la expresión de mis sentimientos de aprecio y gratitud por el servicio que ofrecéis a la Iglesia en el ámbito de la misión ad gentes.
El tema que afrontáis en este encuentro, “San Pablo y los nuevos areópagos”, incluso a la luz del Año Paulino recientemente terminado, ayuda a revivir la experiencia del Apóstol de las Gentes cuando en Atenas, después de haber predicado en numerosos lugares, se dirigió al areópago y allí anunció el Evangelio usando un lenguaje que hoy podríamos definir ‘inculturado’ (cfr Hch 17,22-31).
Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del docto pueblo ateniense, hoy – como afirmó mi venerado Predecesor Juan Pablo II – “puede ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el Evangelio” (Redemptoris missio, 37).
En efecto, la referencia a este evento constituye una fuerte invitación a saber valorar los “areópagos” de hoy, donde se afrontan los grandes desafíos de la evangelización. Vosotros buscáis analizar este tema con realismo, considerando los diversos cambios sociales que han tenido lugar. Un realismo sostenido por el espíritu de fe, que ve la historia a la luz del Evangelio, y con la certeza que tenía san Pablo de la presencia de Cristo resucitado. Resuenan confortantes también para nosotros las palabras que Jesús le dirigió en Corinto: “No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal” (Hch 18,9-10). En modo eficaz, el Siervo de Dios Pablo VI pudo decir que no se trata sólo de predicar el Evangelio, sino de “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la palabra de Dios y con el designio de salvación” (Evangelii nuntiandi, 19).
Es necesario mirar a los “nuevos areópagos” con ese espíritu; algunos de ellos, en la actual globalización, se han hecho comunes, mientras que otros permanecen siendo específicos de algunos Continentes, como se ha visto también en la reciente Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos. La actividad misionera de la Iglesia debe ser orientada, por lo tanto, hacia estos centros neurálgicos de la sociedad del tercer milenio. No debe ser tampoco minusvalorado el influjo de una cultura relativista, la mayoría de las veces carente de valores, que entra en el santuario de la familia, se infiltra en el campo de la educación y en otros ámbitos de la sociedad y los contamina, manipulando las consciencias, especialmente las de los jóvenes. Al mismo tiempo, sin embargo, a pesar de estas insidias, la Iglesia sabe que está siempre el Espíritu Santo actuando. Se abren, en efecto, nuevas puertas al Evangelio y se va extendiendo en el mundo el anhelo de una auténtica renovación espiritual y apostólica. Como en otras épocas de cambio, la prioridad pastoral es la de mostrar el verdadero rostro de Cristo, Señor de la historia y único Redentor del hombre. Esto exige que cada comunidad cristiana y la Iglesia en su conjunto ofrezcan un testimonio de fidelidad a Cristo, construyendo pacientemente esa unidad por Él tanto querida e invocada para todos sus discípulos. La unidad de los cristianos hará, en efecto, más fácil la evangelización y el confrontarse con los desafíos culturales, sociales y religiosos de nuestro tiempo.
En dicha empresa misionera podemos mirar al apóstol Pablo, imitar su “estilo” de vida y su mismo “espíritu” apostólico centrado totalmente en Cristo. Con esa completa adhesión al Señor, los cristianos podrán transmitir más fácilmente a las generaciones futuras la herencia de la fe, capaz de transformar incluso las dificultades en posibilidades de evangelización. En la reciente Encíclica Caritas in veritate he querido subrayar que el desarrollo económico y social de la sociedad contemporánea necesita recuperar la atención por la vida espiritual y “tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz... El anhelo del cristiano es que toda la familia humana pueda invocar a Dios como «Padre nuestro»” (n. 79).
Señor Cardenal, agradeciendo el servicio que este Dicasterio ofrece a la causa del Evangelio, invoco sobre Usted y cuantos participan en la presente Asamblea Plenaria la ayuda de Dios y la protección de la Virgen María, Estrella de la Evangelización, y envío de corazón a todos mi Bendición.

Desde el Vaticano, 13 de noviembre de 2009.
BENEDICTUS XVI PP
(Agencia Fides 16/11/2009)


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