VATICANO - Benedicto XVI clausura el Sínodo de África: “¡Ánimo! Levántate, Continente africano... Mientras ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía, la Iglesia se empeña en obrar, con todo medio disponible, para que a ningún africano falte el pan cotidiano”

lunes, 26 octubre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “¡Ánimo, levántate!... Levántate, Iglesia en África, familia de Dios... Emprende tu camino de una nueva evangelización con el valor que procede del Espíritu Santo... ¡Ánimo! Levántate, Continente africano, tierra que acogió al Salvador del mundo cuando de niño tuvo que refugiarse con José y María en Egipto para salvar su vida de la persecución del rey Herodes. Acoge con renovado entusiasmo el anuncio del Evangelio para que el rostro de Cristo pueda iluminar con su esplendor las múltiples culturas y lenguajes de tus poblaciones”. Esta es la exhortación que resonó con fuerza en San Pedro al final de la homilía pronunciada por el Santo Padre Benedicto XVI el Domingo 25 de octubre, durante la concelebración Eucarística con los Padres Sinodales, clausurando la II Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. “Mientras ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía – afirmó el Santo Padre –, la Iglesia se empeña en obrar, con todo medio disponible, para que a ningún africano falte el pan cotidiano. Por esto, junto a la obra de primaria urgencia de la evangelización, los cristianos intervienen activamente en la promoción humana”.
En la homilía el Papa se inspiró en las Lecturas bíblicas proclamadas para subrayar que “el designio de Dios no cambia. A través de lo siglos y de las vueltas de la historia, Él apunta siempre hacia la misma meta: el Reino de la libertad y de la paz para todos. Y esto implica su predilección por los que no tienen libertad ni paz, por cuantos han visto violada su propia dignidad de seres humanos. Pensemos en particular en los hermanos y hermanas que África sufren pobreza, enfermedades, injusticias, guerras y violencias, migraciones forzadas”.
El Santo Padre comparó a “estos hijos predilectos del Padre celestial” con el ciego Bartimeo, que mendigaba a las puertas de Jericó, a lo largo del camino que recorre Jesús hacia Jerusalén. “Bartimeo que, curado, seguía a Jesús por el camino, es imagen de la humanidad que, iluminada por la fe, se pone en camino hacia la tierra prometida. Bartimeo se convierte a su vez en testigo de la luz, contando y demostrando en primera persona haber sido curado, renovado, regenerado. Esto es la Iglesia en el mundo: comunidad de personas reconciliadas, operadoras de justicia y de paz; ‘sal y luz’ en medio de la sociedad de los hombres y de las naciones. Por eso el Sínodo ha reafirmado con fuerza – y lo ha manifestado – que la Iglesia es Familia de Dios, en la que no pueden subsistir divisiones de tipo étnico, lingüístico o cultural”.
Citando la segunda lectura, Benedicto XVI subrayó asimismo la “forma sacerdotal” de la Iglesia: “la comunidad eclesial, tras las huellas de su Maestro y Señor, está llamada a recorrer decididamente el camino del servicio, a compartir hasta el fondo la condición de los hombres y las mujeres de su tiempo, para testimoniar a todos el amor de Dios y así sembrar esperanza”. Benedicto XVI siguió adelante evidenciando que “este mensaje de salvación la Iglesia lo transmite conjugando siempre la evangelización y la promoción humana”, y aquello que Pablo VI escribió en la histórica Encíclica Populorum progressio, “los misioneros lo han realizado y lo siguen realizando en el terreno, promoviendo un desarrollo respetuoso de las culturas locales y del medio ambiente, según una lógica que ahora, después de más de 40 años, parece la única en grado de hacer salir a los pueblos de la esclavitud del hambre y de las enfermedades. Esto significa transmitir el anuncio de esperanza según una ‘forma sacerdotal’, es decir, viviendo en primera persona el Evangelio, intentando traducirlo en proyectos y realizaciones coherentes con el principio dinámico fundamental, que es el amor”.
El Santo Padre reafirmó asimismo la necesidad de “renovar el modelo de desarrollo global”, en modo que sea capaz de “incluir a todos los pueblos y no solamente a los que están mejor equipados”, recordando los principios de la doctrina social de la Iglesia según cuanto hoy se requiere también por la globalización, que “no debe ser entendida en modo fatalista como si sus dinámicas se produjesen por anónimas fuerzas impersonales e independientes de la voluntad humana”. (SL) (Agencia Fides 26/10/2009; líneas 44, palabras 609)


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