VATICANO - En la audiencia general Benedicto XVI habla del abad de Cluny, San Otón: "con acción incisiva alimentó en los monjes, como también en los fieles laicos de su tiempo, el propósito de progresar con paso diligente por la vía de la perfección cristiana"

jueves, 3 septiembre 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Retomando la presentación de los grandes Escritores de la Iglesia de Oriente y Occidente de la época medieval, “porque, como en un espejo, en sus vidas y sus escritos, vemos qué significa ser cristianos” el Santo Padre Benedicto XVI ha dedicado la audiencia general de miércoles 2 de septiembre a la “figura luminosa de San Otón, abad de Cluny”. La audiencia se ha desarrollado en el aula Pablo VI en Vaticano, dónde el Papa ha llegado de la residencia veraniega de Castel Gandolfo, a la cual ha regresado después del encuentro con los fieles y los peregrinos.
San Otón se ubica en el periodo medieval que vio difundirse en toda Europa la espiritualidad inspirada en la regla de San Benito, con el nacimiento de numerosos monasterios en el continente que contribuyeron “a difundir el espíritu y la sensibilidad cristiana”. San Otón fue el segundo abad del monasterio de Cluny, “que durante la edad media fue uno de los más ilustres y celebrados”. Nació hacia el 880, en los confines entre Maine y Touraine, en Francia, todavía adolescente Otón, durante una vigilia de Navidad, sintió cómo le salía espontáneamente de los labios una oración a la Virgen “Madre de Misericordia”, apelativo con el que se dirigirá siempre a María. En aquel periodo conoció la regla de San Benito y comenzó a observar algunos de sus mandatos. Entro como monje en la abadía benedictina de Baume, para después pasar a la de Clunny, de la que se convirtió en abad en el año 927.
“Desde ese centro de vida espiritual pudo ejercer una amplia influencia en los monasterios del continente” ha subrayado Benedicto XVI recordando que “de su guía y de su reforma se beneficiaron también en Italia diversos cenobios”. Fue precisamente en Roma donde, en el verano del año 942, Otón cayó enfermo y Sintiéndose cercano a la muerte, con todos los esfuerzos quiso volver junto a su san Martín, al que el padre lo había consagrado siendo niño, en Tours, donde murió el 18 de noviembre del 942.
“Su biógrafo, al subrayar en Otón la "virtud de la paciencia", ofrece una larga lista de sus demás virtudes,– ha recordado Benedicto XVI -, como el desprecio del mundo, el celo por las almas, el compromiso por la paz de las Iglesias. Grandes aspiraciones del abad Otón eran la concordia entre el rey y los príncipes, la observancia de los mandamientos, la atención a los pobres, la corrección a los jóvenes, el respeto a los viejos… No dejaba de ejercitar también,… el ministerio de la palabra y del ejemplo”.
Otón tenía una concepción de la vida monástica inspirada en María Magdalena, que, “sentada a los pies del Señor, con espíritu atento escuchaba su palabra”. En sus escritos trasluce “su amor por la interioridad, una visión del mundo como realidad frágil y precaria de la que hay que desarraigarse, una constante inclinación al desapego de las cosas consideradas como fuente de inquietud, una aguda sensibilidad por la presencia del mal en las diversas categorías de hombres, una íntima aspiración escatológica”. Además el Santo Padre ha subárido la particular “devoción” al Cuerpo y Sangre de Cristo “ que Otón de frente a un extendido abandono, vivamente deplorado por él, cultivó siempre con convicción”.
“San Otón ha sido un verdadero guía espiritual tanto para los monjes como para los fieles de su tiempo.– ha recordado el Pontífice -. Frente a la "vastedad de los vicios" difundidos en la sociedad, el remedio que él proponía con decisión era el de un radical cambio de vida, basado en la humildad, la austeridad, el desprendimiento de las cosas efímeras y la adhesión a las eternas". A pesar del realismo de su tiempo, Otón no se rinde al pesimismo… el abad de Cluny amaba detenerse en la contemplación de la misericordia de Cristo, el Salvador que… “ha tomado sobre sí los flagelos que nos correspondían a nosotros --observa-- para salvar así a la criatura que es obra suya y a la que ama”.
La última característica de San Otón que el Papa ha puesto en evidencia se refiere a su profunda bondad: “Era austero, pero sobre todo era bueno, un hombre de gran bondad, una bondad que proviene del contacto con la bondad divina. Otón, así dicen sus coetáneos, difundía alrededor suyo la alegría de la que estaba colmado el vigoroso y al mismo tiempo amable abad medieval, apasionado de la reforma, con acción incisiva alimentaba en los monjes, como también en los fieles de su tiempo, el propósito de progresar con paso diligente en la vía de la perfección cristiana”. Benedicto XVI ha concluido su catequesis con el auspicio que “la bondad y alegría de su fe, unida a la austeridad y a la oposición a los vicios del mundo, toquen nuestro corazón, para ayudarnos a alcanzar la fuente de la alegría que nos viene de la bondad de Dios” (S.L.) (Agencia Fides 3/9/2009;)


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