VATICANO - LAS PALABRAS DE LA DOCTRINA por don Nicola Bux y don Salvatore Vitiello - La conciencia, fundamento del culto conforme a la razón (en relación con el nuevo libro de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI “Elogio de la conciencia”)

jueves, 30 julio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La conciencia lleva al hombre a buscar la alianza con Dios mediante un culto “lógico”, es decir con forme a la razón. ¿Qué quiere decir esto? Que el hombre está implicado con todo su ser en la relación con Él; el culto de la verdadera religión es el don de sí mismo. Una religión extraña a la existencia o evasiva no es verdadera y racional. La Constitución sobre la Liturgia del Concilio Vaticano II presupone esta autoconciencia cuando expresa su deseo de una participación consciente de los fieles en el culto. Sin embargo, parece que al afrontar la cuestión de la participación en la liturgia, raramente se parte de allí, y se cae en una especie de prisa excesiva por dictar las actitudes externas.
Los Hechos de los Apóstoles dan testimonio de que la conciencia se pone en funcionamiento cuando la interioridad del hombre y la verdad que proviene de Dios se encuentran, superando de esa manera la subjetividad; Pedro, gracias al encuentro con Cristo, decisivo para su madurez humana, puede afirmar su deber de obedecer más a la verdad reconocida que al propio gusto, en contraste con la autoridad constituida e incluso con sus propios sentimientos y con sus viejos lazos humanos.
El primado de la verdad, entre todas las virtudes, fue reafirmado por el Cardenal John Henry Newman, célebre teólogo inglés, en relación con el consenso social, en su “Carta al duque de Norfolk”. También en la crisis actual el hombre no ha renunciado del todo a ser “mártir” de la verdad, pero el problema está en que la idea de la verdad ha sido sustituida por la del progreso. Por ejemplo, se habla de valores éticos, pero no de la conciencia, un poco como en la disputa de Sócrates, Platón y los sofistas: los primeros creían en la posibilidad del hombre de conocer la verdad, los segundos sostenían que el hombre crea para sí mismo los criterios que rigen su vida. Ratzinger describe el problema presente en una lección tenida en la Universidad de Siena y que ha sido recogida en el mencionado libro: “En muchos ambientes hoy en día la gente ya no se pregunta acerca de lo que pueda pensar una persona. Se tiene de antemano un juicio sobre su pensamiento, en la medida en que se le puede catalogar con una de las correspondientes etiquetas formales: conservador, reaccionario, fundamentalista, progresista, revolucionario. La catalogación en un esquema formal basta para hacer superflua la confrontación con los contenidos. La misma cosa se puede ver de manera aún mas neta en el arte: lo que una obra de arte expresa es totalmente indiferente; esta puede exaltar a Dios o al diablo –el único criterio es su ejecución técnico-formal”.
Pero el hombre es tal sólo si se abre a la voz de la verdad y a sus exigencias. La búsqueda de Sócrates y el testimonio del Bautista indican que el hombre es “nativamente” capaz de la verdad, lo que constituye un límite en el ejercicio de cualquier poder, y garantiza la semejanza divina de la creatura. El progreso humano viene precisamente del testimonio que los grandes testigos de la conciencia dan de la verdad.
La fe de los sencillos, también en el actual momento crítico, está mostrando esta capacidad de discernimiento de los espíritus. En efecto, es en relación con la conciencia cristiana que se pueden entender las directivas de la jerarquía y del mismo primado del Papa, como recuerda el célebre “brindis” de Newman. La memoria concurre de manera decisiva con la conciencia para configurar el culto racional.
Quien nos hace libres para escuchar la “voz” de la conciencia es la verdad en persona, Jesucristo, quien nos ha hecho ligero el yugo (Mt 11,30); haciéndose carne, se ha hecho alimento en el sacramento, por amor, con el fin de sanarnos del pecado. La conciencia del hombre y el culto a Dios constituyen el núcleo de la libertad religiosa. En la conciencia se realiza la alianza entre el hombre y Dios, de la que le hombre tiene absoluta necesidad. (Agencia Fides 30/7/2009; líneas 47, palabras 713)


Compartir: