VATICANO - Benedicto XVI en San Giovanni Rotondo recuerda que “el Padre Pío ofreció todo a Dios, que pudo así servirse de él libremente para extender la obra de Cristo” y advierte sobre “los riesgos del activismo y de la secularización” que pueden llegar a hacernos descuidar “lo verdaderamente necesario: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios”

lunes, 22 junio 2009

San Giovanni Rotondo (Agencia Fides) – Domingo 21 de junio, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió en visita pastoral a San Giovanni Rotondo. A las 10am llegó al Santuario de Santa María de las Gracias y, luego de la bienvenida de las autoridades civiles y religiosas, se detuvo en adoración al Santísimo Sacramento, cumpliendo así una visita breve a la celda donde murió el Padre Pío de Pietrelcina y, en la cripta del Santuario, veneró sus restos mortales. A las 10.45, en el sagrato de la Iglesia de San Pío de Pietrelcina, el Santo Padre presidió la Concelebración Eucarística. Al inicio de la homilía, hablando de la vida y de la santidad del Padre Pío de Pietrelcina, Benedicto XVI recordó que la Eucaristía, “es el misterio que ha constituido el centro de toda su existencia: el origen de su vocación, la fuerza de su testimonio, la consagración de su sacrificio”.
Comentando las lecturas bíblicas, proclamadas poco antes, el Evangelio de la tempestad calmada, un breve texto del Libro de Job y el Salmo 106/107, el Santo Padre subrayó que “el mar en la Biblia es considerado un elemento amenazante, caótico, potencialmente destructivo, que sólo Dios, el Creador, puede dominar, gobernar y silenciar. Hay, sin embargo, otra fuerza –una positiva– que mueve al mundo, capaz de transformar y renovar a las creaturas: la fuerza del ‘amor de Cristo’, –como la llama San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios–: no es una fuerza principalmente cósmica, sino divina, trascendente… El gesto solemne de calmar el mar en la tempestad es claramente signo del señorío de Cristo sobre las potencias negativas e induce a pensar en su divinidad”. La fe de los discípulos aún no es firme, “se está formando; es un mixto de miedo y fe; en cambio el abandono confiado de Jesús a su Padre es total y puro. Por ello Él duerme durante la tempestad, completamente seguro en los brazos de Dios”, explica el Papa, poniendo en evidencia que “vendrá el momento en el que también Jesús sentirá miedo y angustia: cuando le llegará su hora, sentirá sobre sí todo el peso de los pecados de la humanidad, como una ola en pleno que está por abalanzarse sobre Él… Pero en aquella hora Jesús no dudó del poder de Dios Padre ni de su cercanía, aún aunque tuviera que experimentar plenamente cuánto está lejos el odio del amor, la mentira de la verdad, el pecado de la gracia”.
Seguidamente Benedicto XVI recordó que entre los Santos que “vivieron intensa y personalmente esta experiencia de Jesús” se cuenta al Padre Pío de Pietrelcina. “Los estigmas, que marcaron su cuerpo, lo unieron íntimamente al Crucificado-Resucitado. Auténtico seguidor de San Francisco, hizo propia, como el pobre de Asís, la experiencia del Apóstol Pablo, tal como la describe en sus cartas: ‘Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí’ (Gal 2,20); o también: ‘En nosotros actúa la muerte, en vosotros la vida’ (2Cor 5,12). Ello no significa alienación, perdida de la personalidad: Dios no anula nunca al ser humano, sino que lo transforma con su Espíritu y lo orienta al servicio de su designio de salvación. El Padre Pío conservó sus propios dones naturales, y también su temperamento, pero ofreció todo a Dios, que pudo servirse de Él libremente para extender la obra de Cristo: anunciar el Evangelio, perdonar los pecados y sanar a los enfermos en el cuerpo y en el espíritu”. El Pontífice recordó seguidamente que el Padre Pío, tal como fue para Jesús, tuvo que sostener la lucha, el combate radical “no contra todos los enemigos terrenos, sino contra el espíritu del mal” del que se defendió con la armadura de Dios”, con “el escudo de la fe” y “la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Ef 6,11.16.17).
Dirigiéndose luego a los Hermanos Menores Capuchinos, a los miembros de los grupos de oración y a los fieles de San Giovanni Rotondo, Benedicto XVI afirmó: “vosotros sois los herederos del Padre Pío y la herencia que os ha lanzado a la santidad… El Padre Pío atraía al camino de la santidad con su propio testimonio, indicando con su ejemplo el ‘binario’ que conduce a ella: la oración y la caridad. Antes que todo la oración. Como todos los grandes hombres de Dios, el Padre Pío se había convertido él mismo en oración, alma y cuerpo. Sus jornadas eran un rosario vivido, es decir una continua meditación y asimilación de los misterios de Cristo en unión espiritual con la Virgen María… De la oración, como fuente siempre viva, brotaba la caridad. El amor que él llevaba en el corazón y transmitía a los otros estaba lleno de ternura, siempre atento a las situaciones reales de las personas y de las familias”. Su particular atención hacia los enfermos y sufrientes hizo brotar en él el proyecto de una gran obra dedicada al “alivio del sufrimiento”, y el Papa ha subrayado precisamente que dicha institución no se puede comprender desligándola de su fuente inspiradora, la caridad evangélica animada por la oración.
“Todo ello, queridos hermanos y hermanas, el Padre Pío lo propone hoy a nuestra atención –concluyó Benedicto XVI–. Los riesgos del activismo y de la secularización están siempre presentes; por ello, mi visita tiene también el objeto de confirmaros en la fidelidad a la misión heredada de vuestro amadísimo Padre. Muchos de vosotros, religiosos, religiosas y laicos, estáis totalmente dedicados al servicio de los peregrinos, o a los enfermos en el hospital, tanto que se presenta el riesgo de descuidar aquello que es verdaderamente esencial: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios. Cuando percibáis que estáis cerca de correr este riesgo, mirad al Padre Pío: mirad su ejemplo, sus sufrimientos; e invocad su intercesión, para que os obtenga del Señor la luz y la fuerza de la que necesitáis para proseguir su misma misión llena de amor por Dios y de caridad fraterna”. (S.L.) (Agencia Fides 22/6/2009; líneas 66, palabras 1052)


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