VATICANO - Benedicto XVI inaugura el Año Sacerdotal: “Para ser ministros al servicio del Evangelio, es ciertamente útil el estudio, pero aun más necesaria es aquella ‘ciencia del amor’ que se aprende sólo uniendo el propio corazón al de Cristo”

sábado, 20 junio 2009

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el viernes 19 de junio, el Santo Padre Benedicto XVI presidió en la Basílica Vaticana la Celebración de las segundas Vísperas de la Solemnidad, con ocasión de la apertura del Año Sacerdotal, a 150 años de la muerte de San Juan María Vianney. La celebración fue precedida por la intervención de S. E. Mons. Mauro Piacenza, Secretario de la Congregación para el Clero, seguida de la procesión con la Reliquia de San Juan María Vianney de la Capilla de la Piedad al Altar de la Confesión y a la Capilla del Coro. A su llegada a la Basílica, el Papa se dirigió a la Capilla del Coro para venerar la reliquia del Santo Cura de Ars.
“En el Antiguo Testamento se habla 26 veces del Corazón de Dios, considerado como el órgano de su voluntad, respecto del corazón de Dios el hombre es juzgado -afirmó el Santo Padre en la homilía durante las Vísperas-. A causa del dolor que su corazón experimenta por los pecados del hombre, Dios decide el diluvio, pero luego se conmueve frente a la debilidad humana y lo perdona... ¡El corazón de Dios se estremece de compasión! En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia ofrece a nuestra contemplación este misterio, el misterio del corazón de un Dios que se conmueve y dirige todo su amor a la humanidad. Un amor misterioso, que en los textos del Nuevo Testamento nos es revelado como inconmensurable pasión de Dios por el hombre. Él no se rinde ante la ingratitud y menos aún frente al rechazo de su pueblo escogido; más aún, con infinita misericordia, envía al mundo a su Unigénito Hijo para que cargue consigo el destino del amor destruido; para que, derrotando el poder del mar y de la muerte, restituya a los seres humanos, hechos esclavos del pecado, su dignidad de hijos”.
Luego de agradecer a los numerosos fieles presentes en la celebración con la que se abrió el Año Sacerdotal, el Santo Padre invitó a seguir contemplando el Corazón atravesado del Crucificado. “En el corazón de Jesús -afirmó el Papa- se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo nos ha sido revelada y donada toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos permite vivir en la eternidad de Dios... Su Corazón divino llama, pues, a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para confiarnos a Él y, siguiendo su ejemplo, hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas”.
Benedicto XVI recordó luego que si la invitación de Jesús a “permanecer en su amor” (cf. Jn 15,9) es para todo bautizado, tanto más “resuena con fuerza para nosotros sacerdotes, en particular en esta tarde”. Citando al Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1589) el Pontífice destacó que los presbíteros han sido consagrados “para servir, humildemente pero con autoridad, el sacerdocio común de los fieles” y que su misión “es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que pide fidelidad plena a Cristo e incesante unión a Él; exige, pues, que tendamos continuamente a la santidad, como lo hizo San Juan María Vianney”. El Papa hizo referencia a su Carta dirigida a los Sacerdotes en este Año Jubilar, en la que pone en evidencia algunos aspectos esenciales del ministerio sacerdotal, haciendo referencia al ejemplo del Santo Cura de Ars, y deseando que su carta “sea de ayuda y aliento para hacer de este año una ocasión propicia para crecer en la intimidad con Jesús, que cuenta con nosotros, sus ministros, para difundir y consolidar su Reino”.
“¡Dejarse conquistar totalmente por Cristo! Este fue el objetivo de toda la vida de san Pablo, al que hemos dirigido nuestra atención durante el Año Paulino, que se encamina ya hacia su conclusión —continuó el Pontífice—; esta ha sido la meta de todo el ministerio del santo Cura de Ars, a quien invocaremos particularmente durante el Año Sacerdotal; que éste sea también el objetivo principal de cada uno de nosotros. Para ser ministros al servicio del Evangelio es ciertamente útil y necesario el estudio con una atenta y permanente formación pastoral, pero es aun más necesaria esa ‘ciencia del amor’, que se aprende solamente de ‘corazón a corazón’ con Cristo. Él nos llama a partir el pan de su amor, a perdonar los pecados y a guiar al rebaño en su nombre”. El Corazón de Jesús atravesado en la cruz es “el manantial del Amor” del que los sacerdotes nunca deben alejarse.
“Incluso nuestras carencias, nuestros límites y debilidades deben conducirnos nuevamente al Corazón de Jesús –continuó el Papa–. Si es verdad que los pecadores, contemplando al Señor, deben aprender el necesario ‘dolor de los pecados’ que los vuelve a conducir al Padre, esto se aplica aún más a los ministros sagrados... También a nosotros, queridos sacerdotes, se aplica el llamamiento a la conversión y a recurrir a la Misericordia Divina, e igualmente debemos dirigir con humildad incesante la súplica al Corazón de Jesús para que nos preserve del terrible riesgo de dañar a aquellos a quienes debemos salvar”.
Concluyendo su homilía, el Papa invitó a aprender del ejemplo del Cura de Ars, “un corazón inflamado de amor divino. Que se conmovía ante el pensamiento de la dignidad del sacerdote y hablaba a los fieles con tonos tocantes y sublimes” recordando que “la Iglesia tiene necesidad de sacerdotes santos; de ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos”. Finalmente expresó su deseo de que “nos acompañe la Virgen santa, nuestra Madre, en el Año Sacerdotal que hoy iniciamos, para que podamos ser guías firmes e iluminados para los fieles que el Señor confía a nuestros cuidados pastorales”. Después de la Celebración de las Vísperas, se realizó una Adoración Eucarística.
(S.L.) (Agencia Fides 20/6/2009; líneas 63, palabras 982)


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