VATICANO - Benedicto XVI en Tierra Santa (16) - La Santa Misa en el Josaphat Valley: "vosotros, cristianos de Tierra Santa, estáis llamados a ser no sólo un faro de fe para la iglesia universal, sino también levadura de armonía, sabiduría y equilibrio en la sociedad”

miércoles, 13 mayo 2009

Jerusalén (Agencia Fides) - La tarde del martes 12 de mayo el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido la Concelebración Eucarística en el Josaphat Valley de Jerusalén, que se encuentra frente a la Basílica del Gethsemani y al huerto de los olivos. "Como sucesor de san Pedro, he recorrido sus pasos para proclamar al Señor resucitado entre vosotros, para confirmaros en la fe de vuestros padres e invocar sobre vosotros el consuelo que es el don del Paráclito. - ha dicho el Papa en la homilía -. Al estar ante vosotros hoy, deseo reconocer las dificultades, la frustración, la pena y el sufrimiento que tantos de vosotros han soportado como consecuencia de los conflictos que han afligido a estas tierras, así como las amargas experiencias de desplazamientos que muchas de sus familias han conocido y --Dios no lo permita-- pueden aún conocer. Deseo que mi presencia aquí sea un signo de que no sois olvidados, de que vuestra perseverante presencia y testimonio son preciosos a los ojos de Dios y son un elemento de futuro para estas tierras. A causa de vuestras profundas raíces en estos lugares, de vuestra antigua y fuerte cultura cristiana y de vuestra perdurable confianza en las promesas de Dios, vosotros, cristianos de Tierra Santa, estáis llamados a ser no sólo un faro de fe para la iglesia universal, sino también levadura de armonía, sabiduría y equilibrio en la vida de una sociedad que tradicionalmente ha sido, y sigue siendo, pluralista, multiétnica y multirreligiosa”.
Comentando la invitación a la esperanza de San Pablo, en la segunda lectura del día, "buscad las cosas de arriba, dónde está Cristo, sentado a la derecha de Dios" (Col 3,1) el Papa ha recordado que el apóstol, "el gran heraldo de la esperanza cristiana, experimentó el precio de ésta esperanza, su costo en sufrimiento y persecución por amor al Evangelio, y nunca vaciló en su convicción de que la resurrección de Cristo era el comienzo de la nueva creación". Esta exhortación "debe continuamente resonar en nuestros corazones. Sus palabras nos indican el cumplimiento de la visión de fe en esa celeste Jerusalén donde, en conformidad con las antiguas profecías, Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros y preparará un banquete de salvación para todos los pueblos. Esta es la esperanza, esta es la visión que nos lleva a todos los que amamos a esta Jerusalén terrestre a verla como una profecía y una promesa de esa reconciliación universal y de esa paz que Dios desea para toda la familia humana”.
Mirando el presente, el Santo Padre no ha dejado de poner en evidencia que "en esta Ciudad Santa, donde la vida ha vencido a la muerte, donde el Espíritu ha sido infundido como primer fruto de la nueva creación, la esperanza sigue luchando contra la desesperación, la frustración y el cinismo, mientras la paz, que es don y llamamiento de Dios, sigue amenazada por el egoísmo, por el conflicto, por la división y por el peso de las ofensas del pasado. Por esta razón, la comunidad cristiana en esta ciudad, que fue testigo de la resurrección de Cristo y de la efusión del Espíritu, debe hacer todo lo posible por conservar la esperanza entregada por el Evangelio, teniendo en cuenta el precio de la victoria definitiva de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, testimoniando la fuerza del perdón y manifestando la naturaleza más profunda de la Iglesia como signo y sacramento de una humanidad reconciliada, renovada y convertida en una sola cosa en Cristo, el nuevo Adán”.
Benedicto XVI ha recordado después "la universal vocación de Jerusalén", ciudad sagrada para los seguidores de las tres grandes religiones: "Judíos, musulmanes y cristianos consideran esta ciudad como su patria espiritual. ¡Cuánto hay que hacer todavía para convertirla verdaderamente en una "ciudad de la paz" para todos los pueblos, donde todos puedan venir en peregrinación en búsqueda de Dios, y escuchar su voz, "una voz que habla de paz"... Como un microcosmos de nuestro mundo globalizado, esta ciudad, debe vivir su vocación universal, debe ser un lugar que enseñe la universalidad, el respeto por los demás, el diálogo y la mutua compresión; un lugar donde el prejuicio, la ignorancia y el miedo que la alimenta, sean superados por la honestidad, la integridad y la búsqueda de la paz. No debería haber lugar entre estos muros para la mezquindad, la discriminación, la violencia y la injusticia. Los creyentes en un Dios de misericordia - ya sea que se identifiquen como judíos, cristianos o musulmanes -, deben ser los primeros en promover esta cultura de la reconciliación y de la paz, por más lento que sea el proceso y más agobiante el peso de los recuerdos pasados”.
Luego el Pontífice ha señalado la "trágica realidad" de la salida de numerosos miembros de la comunidad cristiana en los años recientes, con la consecuencia de "un gran empobrecimiento cultural y espiritual de la ciudad". A continuación ha repetido lo que ya ha afirmado en otras ocasiones: “¡en Tierra Santa hay lugar para todos! Mientras exhorto a las autoridades a respetar y apoyar aquí la presencia cristiana, deseo al mismo tiempo asegurarles la solidaridad, el amor y el apoyo de toda la Iglesia y de la Santa Sede”.
Al término de la homilía, después de haber recordado que a cuantos viven en Tierra Santa y a los peregrinos de todas las partes del mundo se les concede ver con los ojos de la fe "los lugares santificados por la presencia de Cristo, por su ministerio terreno, por su pasión, muerte y resurrección y por el don de su Santo Espíritu", el Santo Padre ha expresado este deseo: "Mi oración por vosotros hoy es que sigáis, día a día, "viendo y creyendo" en los signos de la providencia de Dios y en su inagotable misericordia, "escuchando" con renovada fe y esperanza las consoladoras palabras de la predicación apostólica, y "tocando" los manantiales de la gracia de los sacramentos y encarnando ante los demás la promesa de nuevos inicios, la libertad nacida del perdón, la luz interior y la paz que pueden traer salvación y esperanza incluso en las realidades humanas más oscuras”. (S.L) (Agencia Fides 13/5/2009)


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