EUROPA/CHIPRE - “Las religiones saben que hablar de guerra en nombre de Dios es un absurdo y es una blasfemia. Están convencidas de que de la violencia y del terrorismo no nace una humanidad mejor. No creen en el pesimismo del choque inevitable entre religiones y civilizaciones”: el llamamiento conclusivo en el XXII Meeting “Hombres y Religiones” promovido por la Comunidad de San Egidio en Chipre

miércoles, 19 noviembre 2008

Roma (Agencia Fides) – “Estamos en un paso difícil de la historia. Tantas seguridades son sacudidas por la crisis económica que amenaza al mundo. Muchos son pesimistas sobre el futuro. Los países más ricos concentran su atención en la tutela de sus ciudadanos. Pero un grande mundo de pobres pagará un duro precio por esta crisis. Demasiados sufren en este mundo nuestro por las guerras, la pobreza, la violencia. No se puede ser felices en un mundo tan lleno de sufrimientos. No se puede cerrar el corazón a la compasión. Este no es el momento para encerrarse en el pesimismo. Sino que es la hora de escuchar el dolor de tantos y de trabajar por la fundación de un nuevo orden mundial de paz. La búsqueda de la justicia, el diálogo, el respeto de los más débiles, son los instrumentos para construir este nuevo orden. Pero, para hacer esto, es necesario más espíritu y más sentido de humanidad. Un mundo sin espíritu se convierte pronto en deshumano”.
Son algunos fragmentos del Llamamiento de Paz 2008 de los representantes religiosos, leído durante la ceremonia conclusiva del Meeting Internacional “Hombres y Religiones”, promovido por la Comunidad de San Egidio que se llevó a cabo en Chipre sobre el tema “La civilización de la Paz: Religiones y Culturas en Diálogo”, del 16 al 18 de noviembre. Los líderes religiosos han confiado el Llamamiento a las manos de niños de nacionalidades diversas, los cuales, a nombre de toda generación, lo han entregado a su vez a los embajadores y a las autoridades presentes que representaban a las naciones del mundo entero.
“Nuestras tradiciones religiosas, en sus diferencias, proclaman fuertemente que un mundo sin espíritu no será nunca humano: gritan que el espíritu y la humanidad no pueden ser aplastados por la guerra; piden paz – sigue el Llamamiento –. Quieren la paz, la piden, la imploran en la oración a Dios. Las religiones saben que hablar de guerra en nombre de Dios es un absurdo y es una blasfemia. Están convencidas de que de la violencia y del terrorismo no nace una humanidad mejor. No creen en el pesimismo del choque inevitable entre religiones y civilizaciones. Esperan y rezan para que, entre los pueblos y entre los hombres, se construya una comunidad verdadera en la paz. Ningún hombre, ningún pueblo, ninguna comunidad es una isla. Hay siempre necesidad del otro, de la amistad, del perdón y de la ayuda del otro”.
El llamamiento subraya finalmente que “ningún odio, ningún conflicto, ningún muro puede resistir a la oración, al amor paciente que se hace diálogo, al perdón. El diálogo no debilita, sino que fortalece”, invocando de Dios el gran don de la paz a través de la oración de todos los creyentes, en cuanto “ninguna guerra es nunca santa. Sólo la paz es santa”.
El Prof. Andrea Riccardi, Fundador de la Comunidad de San Egidio, en su intervención en la ceremonia final manifestó su esperanza de que “un nuevo viento de paz pueda soplar sobre el cercano Oriente Medio, sobre Irak, sobre África que sufre”. Sin duda el viento de paz es un don de Dios, “pero los hombres, las mujeres, los pueblos tienen una responsabilidad grande: pueden mucho. La medicina del diálogo permite sanar muchos conflictos. Quien dialoga no hace la guerra y no usa la violencia, porque escucha y habla. El diálogo desvela que el uso de la fuerza y la guerra no son inevitables. El diálogo no deja indefensos, sino que protege. No debilita, sino que fortalece. Transforma al extraño y al enemigo en alguien de tu familia, mientras libra del demonio de la violencia. Entonces nada está perdido con el diálogo, todo es posible con el diálogos. Las religiones están llamadas a la gran tarea de hacer crecer un espíritu de paz entre los hombres”.
También Ingrid Betancourt Pulecio tomó la palabra en la ceremonia final y “a nombre de todos los que sufren en todos los continentes, de las víctimas del odio y de la violencia entre los hombres”, imploró que se comunique a todas las naciones de la tierra este llamamiento sentido: “Decid a las naciones ‘¡Tened fe, no os deis por vencidos!’ porque nosotros, que hemos sufrido y hemos perdido todo, no hemos perdido la esperanza. Os pedimos creer que un mundo mejor es posible, que el bien vence siempre al mal, y que los días por venir serán el inicio del tiempo del espíritu, que nosotros estábamos esperando. Los valores de nuestra civilización deben cambiar: ya no sed de poder y avidez, sino servicio y donación. El verdadero cambio debe comenzar en cada uno de nosotros. Es a partir de la suma de los cambios que cada uno de nosotros es capaz de realizar que podremos construir un mundo mejor. Somos los constructores de un tiempo nuevo, quienes inauguran un tiempo nuevo del espíritu. Estamos seguros, en el fondo de nuestros corazones, que el nuestro es el tiempo oportuno para que los sueños se hagan realidad. Con la fe todo es posible”. (S.L.) (Agencia Fides 19/11/2008)


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