VATICANO - “Mientras rezamos para que continúe felizmente la causa de la beatificación del Siervo de Dios Pío XII, es bueno recordar que la santidad fue su ideal, ideal que propuso a todos.”: Benedicto XVI en el 50° aniversario de su tránsito, recuerda también el “notable impulso” de Pío XII a la actividad misionera de la Iglesia

viernes, 10 octubre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El pasaje del libro del Eclesiástico en el que se les recuerda a los que quieren seguir al Señor que encontrarán en su camino pruebas, dificultades y sufrimientos y el prólogo de la Primera Carta de San Pedro en la que se exhorta a las comunidades de Asia Menor a perseverar en las distintas pruebas y a alegrarse en el amor por Jesús y en la certeza de su presencia invisible, fueron proclamados durante la Santa Misa que Benedicto XVI celebró en la Basílica Vaticana el 9 de octubre en el 50º aniversario de la muerte del Siervo de Dios Pío XII.
“A la luz de estos textos bíblicos – afirmó el Papa en su homilía –, podemos leer la vida terrena del Papa Pacelli y su largo servicio a la Iglesia, comenzado en 1901 durante el Pontificado de León XIII, y que continuó con san Pío X, Benedicto XV y Pío XI. Estos textos bíblicos nos ayudan ante todo a comprender cuál fue la fuente de la que sacó valor y paciencia en su ministerio pontifical, desarrollado durante los atormentados años del segundo conflicto mundial y el periodo siguiente, no menos complejo, de la reconstrucción y de las difíciles relaciones internacionales pasadas a la historia con el significativo nombre de ‘guerra fría’.”
Inspirándose en el testamento de Pío XII, el Santo Padre destaco: “Abandonarse en las manos misericordiosas de Dios: ésta fue la actitud que cultivó constantemente este venerado Predecesor mío”. En Alemania, donde llevó a cabo su tarea de Nuncio Apostólico hasta 1929, “dejó tras de sí una grata memoria, sobre todo por haber colaborado con Benedicto XV en el intento de detener ‘la inútil masacre’ de la Gran Guerra, y por haber advertido desde el principio el peligro que constituía la monstruosa ideología nacionalsocialista con su perniciosa raíz antisemita y anticatólica. Creado Cardenal en diciembre de 1929, y nombrado Secretario de Estado poco después, durante nueve años fue fiel colaborador de Pío XI, en una época marcada por los totalitarismos: el fascista, el nazi y el comunista soviético, condenados respectivamente en las Encíclicas Non abbiamo bisogno, Mit Brennender Sorge y Divini Redemptoris.”
En los momentos más duros del pontificado de Pío XII la Palabra de Dios se convirtió en luz de su camino, “un camino en el que el Papa Pacelli ofreció su consuelo a evacuados y perseguidos, tuvo que secar lágrimas de dolor y llorar las innumerables víctimas de la guerra... La guerra puso en evidencia el amor que nutría por su ‘Roma dilecta’, amor testimoniado por la intensa obra de caridad que promovió en defensa de los perseguidos, sin distinción alguna de religión, etnia, nacionalidad, ideología política... Y ¿cómo olvidar el mensaje navideño enviado por la radio en diciembre de 1942? Con la voz quebrada por la emoción deploró la situación de los ‘centenares de miles de personas, las cuales, sin culpa alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o raza, están destinadas a la muerte o a un progresivo deterioro’ con una clara referencia a la deportación y al extermino perpetrado con los judíos. A menudo actuó de manera secreta y silenciosa, precisamente porque, consciente de las situaciones concretas de ese complejo momento histórico, él intuía que sólo de ese modo se podía evitar lo peor y salvar el mayor número posible de judíos”.
Benedicto XVI resaltó como “lamentablemente, el debate histórico, no siempre sereno, sobre la figura del Siervo de Dios Pío XII, ha descuidado algunos aspectos de su poliédrico pontificado”, recordando sus muchísimos discursos, alocuciones y mensajes que sostuvo con los más variados grupos profesionales, “algunos de los cuales siguen siendo todavía hoy de una extraordinaria actualidad”. Pablo VI, que fue su fiel colaborador durante muchos años, lo describió como “un erudito, un estudioso atento, abierto a los modernos caminos de la investigación y de la cultura, con una fidelidad siempre firme y coherente tanto con los principios de la racionalidad humana como con el intangible depósito de las verdades de la fe. Lo consideraba como un precursor del Concilio Vaticano II”.
El Santo Padre citó a continuación la Encíclica Mystici Corporis, en la que Pío XII describe “las relaciones espirituales y visibles que unen a los hombres con el Verbo encarnado y proponía incluir en esa perspectiva todos los principales temas de la eclesiología, ofreciendo por primera vez una síntesis dogmática y teológica que fue luego la base de la Constitución dogmática conciliar Lumen gentium.” Pocos meses después vino la Encíclica Divino afflante Spiritu que “establecía las normas doctrinales para el estudio de la Sagrada Escritura, poniendo de relieve la importancia y el papel de la vida cristiana”, mientras que la tercera Encíclica, la Mediator Dei, dedicada a la liturgia, “dio impulso al movimiento litúrgico”.
“No podemos, además, no hacer mención – continuó el Santo Padre – al impulso notable que este Pontífice imprimió a la actividad misionera de la iglesia con las Encíclicas Evangelii praecones (1951) y Fidei donum (1957), poniendo de relieve el deber de cada comunidad de anunciar el Evangelio a las gentes, como el Concilio Vaticano II hará con valiente vigor. Asimismo, el Papa Pacelli había demostrado su amor por las misiones desde el comienzo de su pontificado cuando, en octubre de 1939, había querido consagrar personalmente doce Obispos de países de misión, entre los cuales un indio, un chino, un japonés, el primer obispo africano y el primer obispo de Madagascar. Una de sus constantes preocupaciones pastorales fue, por último,la promoción del papel de los laicos, para que la comunidad eclesial pudiera aprovechar todos los recursos y energías disponibles”.
El Santo Padre concluyó su homilía con las siguientes palabras: “mientras rezamos para que continúe felizmente la causa de la beatificación del Siervo de Dios Pio XII, es bueno recordar que la santidad fue su ideal, ideal que propuso a todos. Por eso impulsó las causas de beatificación y de canonización de personas pertenecientes a pueblos diversos, representantes de todos los estados de vida, funciones y profesiones, reservando un gran espacio a las mujeres. Y precisamente fue a María, la Mujer de la Salvación, a quien indicó como signo de segura esperanza para la humanidad cuando proclamó el dogma de la Asunción durante el Año Santo de 1950. En este mundo nuestro, como también entonces, lleno de preocupaciones y angustias por su futuro; en este mundo, donde, tal vez más que entonces, el alejamiento de muchos de la verdad y de la virtud deja entrever unos escenarios privados de esperanza, Pío XII nos invita a dirigir nuestra mirada a María en su asunción a la gloria celeste.” (S.L.) (Agencia Fides 10/10/2008 líneas 79 palabras 1151)


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