VATICANO - Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada del Emigrante: "También hoy debe ser propuesto el mensaje de la salvación con la misma actitud del apóstol de las gentes, teniendo en cuenta los muchas situaciones sociales y culturales, y de las particulares dificultades de cada uno en consecuencia de la condición de migratorio y de itinerante"

jueves, 9 octubre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – La vida y la predicación de San Pablo “estuvieron totalmente orientadas a hacer que Jesús fuera conocido y amado por todos, porque en él todos los pueblos están llamados a convertirse en un solo pueblo. También en la actualidad, en la era de la globalización, esta es la misión de la Iglesia y de todos los bautizados, una misión que con atenta solicitud pastoral se dirige también al variado universo de los emigrantes -estudiantes fuera de su país, inmigrantes, refugiados, prófugos, desplazados-, incluyendo los que son víctimas de las esclavitudes modernas, como por ejemplo en la trata de seres humanos. También hoy es preciso proponer el mensaje de la salvación con la misma actitud del Apóstol de los gentiles, teniendo en cuenta las diversas situaciones sociales y culturales, y las dificultades particulares de cada uno como consecuencia de su condición de emigrante e itinerante”. Es la exhortación que el Santo Padre Benedicto XVI dirige en su Mensaje para la 95 Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado, que se celebrará el domingo 18 de enero de 2009, sobre el tema "San Pablo migrante, 'Apóstol de las gentes'.
El Santo Padre desea que "cada comunidad cristiana tenga el mismo fervor apostólico de san Pablo" y que " su ejemplo nos sirva de estímulo también a nosotros para que seamos solidarios con estos hermanos y hermanas nuestros, y promovamos, en todas las partes del mundo y con todos los medios posibles, la convivencia pacífica entre las diversas etnias, culturas y religiones”.
Al inicio del Mensaje el Pontífice recuerda que la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado se basa este año en el Año Jubilar convocado en honor del apóstol con ocasión del bimilenario de su nacimiento: " la predicación y la obra de mediación entre las diversas culturas y el Evangelio, que realizó san Pablo «emigrante por vocación», constituyen un punto de referencia significativo también para quienes se encuentran implicados en el movimiento migratorio contemporáneo”.
Luego recorriendo las etapas de la vida de Pablo, el Pontífice ha recordado que después de su encuentro con Cristo en el camino de Damasco, "su existencia cambió radicalmente: para él Jesús se convirtió en la razón de ser y el motivo inspirador de su compromiso apostólico al servicio del Evangelio. De perseguidor de los cristianos se transformó en apóstol de Cristo. Guiado por el Espíritu Santo, se prodigó sin reservas para que se anunciara a todos, sin distinción de nacionalidad ni de cultura,… En sus viajes apostólicos, a pesar de repetidas oposiciones, proclamaba primero el Evangelio en las sinagogas, dirigiéndose ante todo a sus compatriotas en la diáspora. Si estos lo rechazaban, se volvía a los paganos, convirtiéndose en auténtico «misionero de los emigrantes», emigrante él mismo y embajador itinerante de Jesucristo, para invitar a cada persona a ser, en el Hijo de Dios, «nueva criatura» La proclamación del kerygma lo impulsó a atravesar los mares del Cercano Oriente y recorrer los caminos de Europa, hasta llegar a Roma”.
El "celo misionero" y "el ímpetu del luchador" que caracterizaron a San Pablo, "brotaban del hecho de que él, «conquistado por Cristo» (Flp 3, 12), permaneció tan íntimamente unido a él que se sintió partícipe de su misma vida, a través de «la comunión en sus padecimientos». Aquí está la fuente del celo apostólico de san Pablo… ninguna dificultad le impidió proseguir su valiente acción evangelizadora en ciudades cosmopolitas como Roma y Corinto, que en aquel tiempo estaban pobladas por un mosaico de etnias y culturas”.
Los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo presentan un modelo de Iglesia "no exclusiva, sino abierta a todos, formada por creyentes sin distinción de cultura y de raza" y "desde esta perspectiva, cobra un relieve singular la solidaridad fraterna, que se traduce en gestos diarios de comunión, de participación y de solicitud gozosa por los demás. Sin embargo, como enseña también san Pablo, no es posible realizar esta dimensión de acogida fraterna recíproca sin estar dispuestos a la escucha y a la acogida de la Palabra predicada y practicada, Palabra que impulsa a todos a la imitación de Cristo imitando al Apóstol. Por tanto, cuanto más unida a Cristo está la comunidad, tanto más solicita se muestra con el prójimo, evitando juzgarlo, despreciarlo o escandalizarlo, y abriéndose a la acogida recíproca”.
Benedicto XVI continúa: “Si somos conscientes de esto, ¿cómo no hacernos cargo de las personas que se encuentran en penurias o en condiciones difíciles, especialmente entre los refugiados y los prófugos? ¿Cómo no salir al encuentro de las necesidades de quienes, de hecho, son más débiles e indefensos, marcados por precariedad e inseguridad, marginados, a menudo excluidos de la sociedad?”
El Santo Padre desea que la Jornada Mundial del Emigrante y Refugiado "sea para todos un estímulo a vivir en plenitud el amor fraterno sin distinciones de ningún tipo y sin discriminaciones, con la convicción de que nuestro prójimo es cualquiera que tiene necesidad de nosotros y a quien podemos ayudar. Que la enseñanza y el ejemplo de san Pablo, humilde y gran Apóstol y emigrante, evangelizador de pueblos y culturas, nos impulse a comprender que el ejercicio de la caridad constituye el culmen y la síntesis de toda la vida cristiana… En el amor está condensado todo el mensaje evangélico, y los auténticos discípulos de Cristo se reconocen por su amor mutuo y por acoger a todos”. (S.L) (Agencia Fides 9/10/2008)


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