VATICANO - Mensaje del Santo Padre: “el servicio que la Iglesia ofrece en su pastoral matrimonial y familiar deberá saber orientar a las parejas a entender con el corazón el diseño maravilloso que Dios ha inscrito en el cuerpo humano, ayudándolas a acoger todo cuanto comporta un auténtico camino de maduración”.

martes, 7 octubre 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Con ocasión del Congreso Internacional “Humanae vitae: Actualidad y profecía de una Encíclica” organizado por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia y por la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Roma, el Santo Padre Benedicto XVI envió un Mensaje a Mons. Livio Melina, Presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para los Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, en el que afirma la importancia y la actualidad de la Encíclica en la que “se afronta uno de los aspectos esenciales de la vocación matrimonial y del camino específico de santidad que se sigue de ella”.
El Papa escribe en su Mensaje: “La posibilidad de procrear una nueva vida humana está incluida en la donación integral de los cónyuges. Si, de hecho, cada forma de amor tiende a difundir la plenitud de la que vive, el amor conyugal tiene una forma propia de comunicarse: generar hijos. Así no sólo se asemeja, sino que participa del amor de Dios, que quiere comunicarse llamando a la vida a las personas humanas. Excluir esta dimensión comunicativa mediante una acción dirigida a impedir la procreación significa negar la verdad íntima del amor esponsal, con la que se comunica el don divino... A distancia de 40 años de la publicación de la Encíclica, podemos entender mejor cuán decisiva es esta luz para comprender el gran "sí" que implica el amor conyugal. En esta luz, los hijos ya no son el objetivo de un proyecto humano, sino reconocidos como un auténtico don que acoger, con actitud de generosidad responsable ante Dios, fuente primera de la vida humana. Este gran "sí" a la belleza del amor comporta ciertamente la gratitud, tanto de los padres al recibir el don de un hijo, como del hijo mismo al saber que su vida tiene origen en un amor tan grande y acogedor”.
Sin duda en el camino de la pareja “pueden darse circunstancias graves que hacen prudente distanciar el nacimiento de los hijos o incluso suspenderlo” afirma el Santo Padre, poniendo en evidencia que es aquí que “el conocimiento de los ritmos naturales de la fertilidad de la mujer se convierte en importante para la vida de los cónyuges” en cuanto que “los métodos de observación, que permiten a la pareja determinar los periodos de fertilidad, les consienten administrar cuanto el Creador ha sabiamente inscrito en la naturaleza humana, sin turbar el significado íntegro de la donación sexual”.
El Pontífice expresó a continuación su particular aprecio a la Universidad Católica del Sagrado Corazón por el apoyo que le da al Instituto Internacional Pablo VI de investigación sobre la fertilidad y la infertilidad humana para una procreación responsable (ISI) que tiene la tarea de “hacer progresar el conocimiento de los métodos tanto de la regulación natural de la fertilidad humana como para la superación natural de la eventual infertilidad”.
Concluyendo su mensaje el Papa hizo el siguiente cuestionamiento: “Podemos preguntarnos: ¿cómo es posible que hoy el mundo, y también muchos fieles, encuentren tanta dificultad en comprender el mensaje de la Iglesia, que ilustra y defiende la belleza del amor conyugal en su manifestación natural? Ciertamente, la solución técnica, también en las grandes cuestiones humanas, parece a menudo la más fácil, pero en realidad esconde la cuestión de fondo, que se refiere al sentido de la sexualidad humana y a la necesidad de un dominio responsable, para que su ejercicio pueda llegar a ser expresión de amor personal. La técnica no puede sustituir a la maduración de la libertad, cuando está en juego el amor. Al contrario, como bien sabemos, ni siquiera la razón basta: es necesario que el corazón vea. Sólo los ojos del corazón llegan a captar las exigencias propias de un gran amor, capaz de abrazar la totalidad del ser humano. Por ello, el servicio que la Iglesia ofrece en su pastoral matrimonial y familiar deberá saber orientar a las parejas a entender con el corazón el diseño maravilloso que Dios ha inscrito en el cuerpo humano, ayudándolas a acoger todo cuanto comporta un auténtico camino de maduración”. (S.L.) (Agencia Fides 7/10/2008 líneas 50 palabras 734)


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