VATICANO - Papa Benedicto XVI en Sydney (4) - “En un mundo amenazado por siniestras e indiscriminadas formas de violencia, la voz concorde de quienes tienen un espíritu religioso impulsa a las naciones y comunidades a solucionar los conflictos con instrumentos pacíficos en el pleno respeto de la dignidad humana”

viernes, 18 julio 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Terminado el encuentro ecuménico, la mañana del 18 de julio, el Santo Padre Benedicto XVI se dirigió a la Sala Capitular de la St. Mary’s Cathedral donde se llevó a cabo el encuentro con los representantes de otras religiones. Después de los saludos del Card. George Pell; del Rabino Jefe de la Gran Sinagoga de Sydney, Jeremy Lawrence y del Sheik Shardy, el Papa pronunció un discurso en el que recordó ante todo como Australia es una nación “que tiene en gran consideración la libertad de religión”.
“Vuestro país – dijo el Santo Padre – reconoce que el respeto de este derecho fundamental da a los hombres y mujeres la posibilidad de adorar a Dios según su conciencia, de educar el espíritu y de actuar según las convicciones éticas que se derivan de su credo”. Luego Benedicto XVI subrayó la importancia de una “armoniosa correlación entre religión y vida pública” sobre todo en nuestra época, cuando algunos consideran a la religión “causa de división en vez de una fuerza de unidad”. El Santo Padre continuó: “En un mundo amenazado por siniestras e indiscriminadas formas de violencia, la voz concorde de quienes tienen un espíritu religioso impulsa a las naciones y comunidades a solucionar los conflictos con instrumentos pacíficos en el pleno respeto de la dignidad humana”. La religión se coloca por lo tanto al servicio de la humanidad en modos diversos, uno de estos “consiste en ofrecer una visión de la persona humana que subraya nuestra aspiración innata a vivir con magnanimidad, entablando vínculos de amistad con nuestro prójimo”, subrayó el Santo Padre.
Asimismo, el sentido religioso abre a los hombres y mujeres hacia Dios “y los lleva a descubrir que la realización personal no consiste en la satisfacción egoísta de deseos efímeros. Nos guía más bien salir al encuentro de las necesidades de los otros y a buscar caminos concretos para contribuir al bien común”. El Santo Padre ha recordado asimismo que las religiones enseñan a las personas “que el auténtico servicio exige sacrificio y autodisciplina, que se han de cultivar a su vez mediante la abnegación, la templanza y el uso moderado de los bienes naturales”. Así, “hombres y mujeres a considerar el entorno como algo maravilloso, digno de ser admirado y respetado más que algo útil y simplemente para consumir. Un deber que se impone a quien tiene espíritu religioso es demostrar que es posible encontrar alegría en una vida simple y modesta, compartiendo con generosidad lo que se tiene de más con quien está necesitado”.
Benedicto XVI ha evidenciado como dichos valores son “particularmente importantes para una adecuada formación de los jóvenes”. Aunque frecuentemente se ven tentados a considerar la vida “como un producto de consumo”, también los jóvenes poseen la capacidad de autocontrol, y cuando se les presentan ideales elevados, “muchos jóvenes se sienten atraídos por el ascetismo y la práctica de la virtud moral, tanto por respeto de sí mismos como por atención hacia los demás”. Exhortó también a las escuelas confesionales y estatales a hacer más “para desarrollar la dimensión espiritual de todo joven”, considerando que en Australia, “la religión ha sido un factor que ha motivado la fundación de muchas instituciones educativas, y por buenas razones sigue teniendo hoy un puesto en los programas escolares”.
Todas las religiones dirigen una atención constante a la maravilla de la existencia humana, a las capacidades de la mente, a la posibilidad de delinear una visión del futuro, a la capacidad no sólo de imaginar en qué modo las cosas podrían ser mejores, sino también a invertir sus energías para hacer que así sea. “La religión, además, al recordarnos la limitación y la debilidad del hombre, nos impulsa también a no poner nuestras esperanzas últimas en este mundo que pasa”, afirmó el Santo Padre, subrayando que “la Iglesia comparte estas consideraciones con las otras religiones” e “impulsada por la caridad, se acerca al diálogo en la convicción de que la verdadera fuente de la libertad se encuentra en la persona de Jesús de Nazaret. Los cristianos creen que es Él quien nos revela completamente las capacidades humanas para la virtud y el bien; Él es quien nos libera del pecado y de las tinieblas”.
“Queridos amigos, he venido a Australia como embajador de paz – concluyó el Papa –. Por eso me alegra encontrarme con vosotros que también compartís este anhelo y el deseo de ayudar al mundo a conseguir la paz… Nuestro esfuerzo para llegar a la reconciliación entre los pueblos brota y se dirige hacia esa verdad que da una meta a la vida. La religión ofrece la paz, pero – lo que es más importante aún – suscita en el espíritu humano la sed de la verdad y el hambre de la virtud”. (S.L.) (Agencia Fides 18/7/2008; líneas 52 palabras 796)


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