EUROPA/ALEMANIA - San Benito y la misión: “si la misión es parte del ser cristiano, es parte también del ser de los monjes”

jueves, 10 julio 2008

St. Ottilien (Agencia Fides) – Con ocasión de la fiesta de San Benito, 11 de julio, publicamos una aportación de Dom Jeremias Schröder, OSB, Abad del convento de los Benedictinos Misioneros de St. Ottilien.
¿Cómo se sitúa San Benito frente a la misión y cómo es la relación entre los benedictinos y la misión?
A primera vista la regla de los benedictinos no ofrece puntos de referencia para la tarea misionera de la comunidad que vive según esta regla. Más importante es la descripción de la vida de San Benito realizada por Papa Gregorio, en la que recuerda también la predicación y el enseñamiento del Santo, de quien dice que en Subiaco también instruía en la fe a los pastores. Una inscripción en la Gruta de los Pastores recuerda que muchos pueblos desde el VII al XIX recibieron la fe por los benedictinos. Además los signos milagrosos de San Benito han tenido efecto más allá de la comunidad monástica, conduciendo a los testigos a la fe. Además el Papa Gregorio evidencia el servicio eclesial de la salvación por parte del monacato. En los tiempos del Papa-monje, Gregorio, este servicio sufrió una evidente revolución y San Benito marcó una etapa importante en el camino de la progresiva disponibilidad de los monjes para el servicio eclesial.
¿Pero cómo podemos acercarnos hoy a la cuestión sobre la relación entre monacato y misión? En el prólogo de su Regla, San Benito invita al lector a vivir “bajo la guía del Evangelio”. Este Evangelio se nos ofrece en su integridad y no como un catálogo donde escoger. Los benedictinos –y en el fondo todas las personas de vida consagrada- tienen como fin la totalidad y por lo tanto en cada una de sus comunidades deben realizar todas las dimensiones fundamentales de la vida cristiana. Estas son parte también de la misión. Y si la misión es parte del ser cristiano, es parte también del ser monjes.
En las antiguas descripciones de la vida monástica con frecuencia aparece el término “ecclesiola”, pequeña Iglesia. Nuestros monasterios quieren vivir la plenitud del ser Iglesia. Y de esto también es parte la misión, el acercarse de la Iglesia al mundo no cristiano.
Un tercer aspecto es la experiencia de “communio”, de la comunión como parte esencial de la vida monástica. La simpatía por la Iglesia universal, el saber, el compartir y el orar en común con los otros países e iglesias locales se encuentran, por así decir, en nuestro ADN. Los monjes y monjas saben donde se encuentran las fronteras de la Iglesia, donde sufre y donde comienza a flaquear por debilidades internas. Esto lleva a nuestras comunidades a la apertura y las impulsa a ofrecer ayuda.
Una característica de todas las empresas misioneras consiste en que la instrucción es parte de estas. Donde sea que los monjes hayan actuado cual heraldos de la fe, llevaban en su equipaje sus libros y su experiencia escolástica y de educadores. Esto es válido dadas las ocupaciones finamente literarias de los monjes del Medioevo, y también porque en las duras condiciones de una misión, se necesitan a los monjes como profesores. Cuando en el XIX siglo fue fundada la misión benedictina en Tanzania, fue ideado un sistema escolástico que abarcaba todos los niveles de educación escolástica. Regiones enteras han tenido de este modo sus escuelas y con frecuencia los monjes construían las escuelas incluso antes que las iglesias.
Además los benedictinos son considerados especialistas en liturgia. Misas solemnes, el rezo de las Horas, el cuidado de la música sacra, la instrucción litúrgica para sacerdotes y laicos, la colaboración en preparación de música y textos litúrgicos: estos son los típicos aportes de los Benedictinos en la construcción de una iglesia local.
San Benito no fue un sacerdote y nuestras casas no son casas de sacerdotes. En la congregación de St. Ottilia dos tercios de los miembros son religiosos no sacerdotes. Las Iglesias en los países de misión con frecuencia consideran únicamente a los sacerdotes como misioneros. Donde entran en juego nuestros monasterios, la experiencia de Iglesia se extiende rápidamente. Artesanos, maestros, médicos… no son solo “predicadores” profesionales, sino hombres con talentos y capacidades que están dispuesto a ponerse totalmente al servicio de la Iglesia y de la humanidad. San Benito con su Regla ha ennoblecido el trabajo. No es más una plaga necesaria que se delega a otros cuando es posible: el trabajo es la colaboración con la creación, es alabanza a Dios
Se debe destacar una última cosa: la Orden de vida benedictina con su sapiente moderación y el profundo respeto por el otro, la invitación a la hospitalidad y la experiencia secular, protege de fanatismos y estrecheces unilaterales. Históricos contemporáneos aseguran en modo creíble que las misiones benedictinas han logrado comunicar e implantar estos principios fundamentales. “Pax Benedictina” no es solamente una esperanza para la vida al interior del monasterio, sino también un fruto para regiones enteras y países que se han hecho inspirar por tales monasterios.
Mi reflexión sobre San Benito como misionero comienza siempre en modo muy defensivo: ¿Cómo pueden los Benedictinos ser misioneros si están tan estrechamente ligados a sus monasterios? Mientras más reflexiono, más viene a mi mente otra pregunta: ¿Cómo se puede ser cristiano, cómo se puede ser monje, si no se es símiles a Cristo también en su misión? (Fuente: Notker Wolf, Die Botschaft Benedikts - Die Weisheit seiner Äbte und Äbtissinnen, Vier-Türme-Verlag) (Agencia Fides 10/7/2008; 63 líneas, 916 palabras)


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