VATICANO - El Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma: “Con la limosna regalamos algo material, signo del don más grande que podemos ofrecer a los demás con el anuncio y el testimonio de Cristo”

miércoles, 30 enero 2008

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “Cristo se hizo pobre por vosotros” (2 Cor 8,9) es el tema del Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI en ocasión de la próxima Cuaresma, que iniciará el 6 de febrero, miércoles de Ceniza. “Este año - escribe el Papa -, deseo detenerme a reflexionar sobre la práctica de la limosna, que representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales”. La limosna nos ayuda a vencer la constante tentación de las riquezas materiales, “educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina”. Ya en la Iglesia primitiva se practicaban las colectas a favor de los pobres, como gesto de comunión eclesial. En el camino cuaresmal, son signo de nuestra purificación espiritual.
“En el Evangelio es clara la amonestación de Jesús hacia los que poseen las riquezas terrenas y las utilizan solo para sí mismos”, subraya el Papa, quien recuerda la grave responsabilidad de los cristianos en los países en los que constituyen la mayoría de la población: socorrer a las multitudes que sufren en la indigencia y en el abandono “es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad”. Otra característica de la limosna cristiana indicada por el Evangelio es su secreto. La conciencia de que “hay que hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la nuestra” debe acompañar “cada gesto de ayuda al prójimo, evitando que se transforme en una manera de llamar la atención… En la sociedad moderna de la imagen hay que estar muy atentos, ya que esta tentación se plantea continuamente”.
Luego Benedicto XVI prosiguió: “La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros… Sirve de bien poco dar los propios bienes a los demás si el corazón se hincha de vanagloria por ello. Por este motivo, quien sabe que ‘Dios ve en el secreto’ y en el secreto recompensará no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza”.
La Escritura enseña asimismo que “hay mayor felicidad en dar que en recibir” recuerda el Papa, que explica: “Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría”. Además “San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados… Como a menudo repite la liturgia cuaresmal, Dios nos ofrece, a los pecadores, la posibilidad de ser perdonados. El hecho de compartir con los pobres lo que poseemos nos dispone a recibir ese don… La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con Él y con los hermanos”.
La Cuaresma, también a través de la práctica de la limosna nos invita a seguir el ejemplo de Jesús, que ofrece su vida en la cruz: “Siguiendo sus enseñanzas podemos aprender a hacer de nuestra vida un don total; imitándole conseguimos estar dispuestos a dar, no tanto algo de lo que poseemos, sino a darnos a nosotros mismos. ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Por tanto, la práctica cuaresmal de la limosna se convierte en un medio para profundizar nuestra vocación cristiana. El cristiano, cuando gratuitamente se ofrece a sí mismo, da testimonio de que no es la riqueza material la que dicta las leyes de la existencia, sino el amor. Por tanto, lo que da valor a la limosna es el amor, que inspira formas distintas de don, según las posibilidades y las condiciones de cada uno”. Benedicto XVI concluye su Mensaje recordando que “con la limosna regalamos algo material, signo del don más grande que podemos ofrecer a los demás con el anuncio y el testimonio de Cristo, en cuyo nombre está la vida verdadera”. (S.L.) (Agencia Fides 30/1/2008; líneas 44, palabras 720)


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