VATICANO - La misión de la Iglesia en el Magisterio conciliar - a cargo del P. Adriano Garuti y Lara De Angelis

martes, 20 noviembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Concilio Vaticano II es más que explícito en el afirmar en los documentos de la Lumen Gentium y en Ad Gentes, la misionariedad intrínseca de la Iglesia. Su afirmación de fondo es: “La Iglesia peregrinante por su naturaleza es misionera, en cuanto esta encuentra sus orígenes en la misión del Hijo y en la misión del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre” (AG 2. Cfr. AG 5.6.9.10; LG 8.13.17.23; CD 6). La actividad misionera, la Iglesia misma, está relacionada directamente con la misión del Dios trinitario. A su vez la Lumen Gentium cita la misma relación entre Cristo y la Iglesia cuando afirma que esta es un reflejo de la luz de Cristo y tiene la tarea de irradiar esta misma luz sobre todos los hombres (LG1). La imagen de la luz es integradas por aquella del sacramento: “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1).
La identidad de la Iglesia está centrada en Cristo, y como tal no solo es signo de la comunión con Dios y de la unidad de la humanidad, pero es también el instrumento para la realización de aquella comunión y de aquella unidad. A esto sigue la necesidad de la Iglesia en orden a la salvación, como ha sido expresada en la historia a través del axioma “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, axioma que en su contenido es retomado por el Vaticano II: “Este [el Concilio] enseña, apoyándose en la sagrada escritura y en la tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. En efecto solo Cristo, presente para nosotros en su cuerpo que es la Iglesia, es el mediador y el camino de la salvación; Él, inculcando explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc. 16,16; Jn. 3,5), ha confirmado la necesidad de la Iglesia, en la cual todos los hombres ingresan mediante el bautismo como por una puerta. Por ello no deberían salvarse aquellos hombres, que, sin ignorar que la Iglesia Católica ha sido fundada por Dios por Jesucristo como necesaria, no han querido sin embargo entrar en esta o en esta perseverar” (LG 14).
Desde el momento en que “todos los hombres, por la gracia de Dios, están llamados a la salvación (LG 13), la Iglesia es el sacramento universal. Pero para que esta voluntad salvífica universal se realice en su plenitud, “la Iglesia, por las exigencias más profundas de su catolicidad y del orden de su fundador, se esfuerza por anunciar el Evangelio a todos los hombres”, porque la vocación misionera pertenece a su mismo ser (cf. AG 2; LG 17; GS 40, AA 2).
El Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, “Ad gentes”, puede ser considerado un complemente de la Constitución “Lumen Gentium”, en cuanto se afirma que justamente a través del compromiso misionero la Iglesia se esfuerza por realizar su ideal de sacramento universal de la salvación. Este en efecto, reconociendo que Dios puede llevar a los hombres a la fe a través de caminos no conocidos, afirma que “es tarea imprescindible de la Iglesia y de su sacrosanto derecho el difundir el Evangelio” (AG 7).
Podemos entonces concluir que el Concilio Vaticano II ha puesto a la luz el origen trinitario de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no existe por sí y para sí misma: esta es la extensión en el tiempo y en el espacio de la presencia de Cristo y de su misión, originados a su vez por el amor del Padre y llevados a término por la fuerza del Espíritu. El misterio de comunión de la Trinidad se hace así origen, modelo, meta de la misión. La Iglesia está llamada por su naturaleza a salir de sí misma en un movimiento hacia el mundo para ser signo, instrumento, presencia del amor y de la salvación de Dios, que se expresa en la Palabras, se celebra en la liturgia, se hace testimonio, se actúa en el servicio al hombre y al mundo para la manifestación y el crecimiento del Reino. La misión está en el corazón mismo de la Iglesia y la abarca enteramente, es su misma razón de ser. (4 - continua) (Agencia Fides 20/11/2007; líneas 43, palabras 655)


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