VATICANO - Benedicto XVI preside la Santa Misa en sufragio de los Cardenales y Obispos difuntos: Han sido ciertamente hombres con características diferentes, todo pero han tenido en común la cosa más grande: la amistad con el Señor Jesús"

martes, 6 noviembre 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El Santo Padre Benedicto XVI ha presidido el 6 de noviembre en la Basílica Vaticana, la Celebración Eucarística en sufragio de los Cardenales y Obispos difuntos en el curso del año. "La oración de sufragio de la Iglesia - ha dicho Benedicto XVI en la homilía - se 'apoya', por así decir, en la oración del propio Jesús, que hemos escuchado en el pasaje evangélico: 'Padre, los que tú me has dado quiero que donde yo esté, estén también conmigo” (Jn 17,24). Jesús se refiere a sus discípulos, en particular a los Apóstoles, que están junto a Él durante la última Cena. Pero la oración del Señor se extiende a todos los discípulos de todos los tiempos…. podemos entender igualmente que Él pida al Padre el poder tener consigo, en la morada de su gloria eterna, a todos los discípulos muertos bajo el signo de la fe."
"Nuestro pensamiento en este momento va, en particular, a los venerados Hermanos por los que ofrecemos esta Eucaristía - ha continuado el Papa -. Han sido ciertamente hombres con características distintas, tanto por las vicisitudes personales como por el ministerio que han ejercido; sin embargo, todos han tenido en común la cosa más grande: la amistad con el Señor Jesús… Durante la existencia temporal, Jesús les hizo conocer el nombre de Dios, admitiéndoles a participar en el amor de la Santísima Trinidad. El amor del Padre para el Hijo ha entrado en ellos, y así la Persona misma del Hijo, en virtud del Espíritu Santo, ha morado en cada uno de ellos: una experiencia de comunión divina que por su naturaleza tiende a ocupar toda la existencia, para transfigurarla y prepararla a la gloria de la vida eterna".
El Santo Padre se ha centrado a continuación en la primera Lectura de la Misa: la antigua profecía del profeta Oseas - "Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos” (Os 6,2) - "expresa la confianza en la ayuda del Señor: una confianza que a veces, por desgracia, el pueblo ha desmentido por inconstancia y superficialidad, llegando incluso a abusar de la benevolencia divina. En la Persona de Jesús, por el contrario, el amor hacia Dios Padre es plenamente sincero, auténtico, fiel. Él asume en si toda la realidad del antiguo Israel y la lleva a cabo". El Salmo responsorial nos ha puesto "sobre los labios el anhelo vehemente de un fermento que, lejos de Jerusalén y del templo, desea volver para estar de nuevo ante la presencia del Señor (cfr Sal 41,1-3). "Mi alma está sedienta de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo podré ir a ver el rostro de Dios?" (Sal 42/41,3). Esta sed contiene una verdad que no traiciona, una esperanza que no decepciona. Es una sed que, también a través de la noche más oscura, ilumina el camino hacia la fuente de la vida como ha cantado con admirables expresiones san Juan de la Cruz. El Salmista da espacio a los lamentos del alma, pero en el centro y al final de su admirable himno pone un estribillo lleno de confianza: "¿Por qué te abates, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que aún podré alabarlo, salvación de mi rostro y Dios mío". En la luz de Cristo y de su misterio pascual, estas palabras revelan toda su verdad maravillosa: ni siquiera la muerte puede hacer vana la esperanza del creyente, porque Cristo -concluyó- ha entrado para nosotros en el santuario del cielo, y nos quiere conducir allí tras habernos preparado un lugar".
"Con esta fe y esta esperanza - ha concluido el Papa - nuestros queridos Hermanos difuntos han recitado innumerables veces tal Salmo… Ahora, al final de su destierro terrenal, han llegado a la patria. Siguiendo el camino que abrió su Señor Resucitado, no han entrado en un templo hecho por manos de hombre, sino en el mismo cielo. Allí, junto con la Beata Virgen Maria y con todos los Santos, por fin pueden contemplar - es nuestra petición - el rostro de Dios y cantar para siempre sus alabanzas. Amén!" (S.L) (Agencia Fides 6/11/2007; Líneas. 46 Palabras: 729)


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