VATICANO - Papa Benedicto XVI en Vigevano y Pavía - "Damos gracias a Dios por la gran luz que irradia de la sabiduría y de la humildad de san Agustín y pedimos al Señor que nos de a todos , día tras día, la conversión necesaria y nos conduzca así hacia la verdadera vida"

lunes, 23 abril 2007

Pavía (Agencia Fides) - A las 9 horas del domingo 22 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI ha realizado una visita al Policlínico San Matteo de Pavía, dónde se ha encontrado con los dirigentes, médicos, enfermos y familiares. El Papa ha expresado su cercanía y solidaridad a los enfermos, procedentes de toda Italia,: "El hospital es un lugar que pudiéramos decir de algún modo 'sagrado', dónde se experimenta la fragilidad de la naturaleza humana, pero también las enormes potencialidades y recursos del ingenio del hombre y de la técnica al servicio de la vida - ha dicho el Papa en su discurso -. mi fuerte deseo es que, el necesario progreso científico y tecnológico, vaya acompañado constantemente de la conciencia de promover, junto con el bien del enfermo, también aquellos valores fundamentales como el respeto y la defensa de la vida en todos sus fases, de los que depende la calidad auténticamente humana de una convivencia."
Recordando la particular atención de Jesús hacia los que sufren, el Pontífice ha subrayado que "la Iglesia, siguiendo el ejemplo de su Señor, manifiesta una especial predilección hacia quien sufre, y no deja de ofrecer a los enfermos la ayuda necesaria, consciente de estar llamada a manifestar el amor y la solicitud de Cristo hacia estos y hacia los que le cuidan". Cuando el sufrimiento es acogido con amor y es iluminado por la fe, se convierte en una ocasión preciosa que une de manera misteriosa al Cristo Redentor, el hombre de los dolores, que en la Cruz asume el dolor y la muerte del hombre". Y por último, Benedicto XVI ha exhortado a los enfermos: "confiad al Señor los males y las penas que sufrís y que en su plan se convertirán en medios de purificación y de redención para todo el mundo”.
Abandonando el Policlínico San Matteo, el Santo Padre se ha acercado a Orti del Almo Colegio Borromeo donde ha presidido la Concelebración de la Santa Misa con los Obispos de Lombardía, los sacerdotes de la Diócesis y una representación de los Padres Agustinos. En la homilía el Papa ha recordado de nuevo el testimonio de Pedro ante el Sanedrín sobre Jesucristo, el Resucitado. "Las dos palabras 'conversión' y 'perdón de los pecados', correspondientes a los dos títulos de Cristo 'jefe' y 'salvador', son las palabras-llave de la catequesis de Pedro - ha explicado el Santo Padre -, palabras que en esta hora quieren también llegar a nuestro corazón. El camino que debemos recorrer, el camino que Jesús nos indica, se llama 'conversión'. A continuación el Pontífice ha continuado recordando que "en toda vida la conversión tiene su forma propia", sin embargo en el curso de la historia de la cristiandad "el Señor nos ha mandado modelos de conversión, y mirándolos a ello, podemos encontrar orientaciones". Entre estos uno de los más grandes convertidos de la historia de la Iglesia es san Aurelio Agustín, que "pertenece de modo particular” a la ciudad de Pavía, y esta nos "habla a todos de manera especial."
Benedicto XVI ha descrito después las tres grandes etapas del camino de conversión de San Agustín "La primera conversión fundamental fue el camino interior hacia el cristianismo, hacia el "sí" de la fe y del Bautismo". Agustín vivió como todos los otros jóvenes de su tiempo y sin embargo siempre estaba atormentado por la cuestión de la verdad, quería encontrar la verdad. "Todo lo que no llevaba el nombre de Cristo, no le llenaba - ha explicado el Papa -. Y siempre creyó - a veces vagamente, a veces más claramente - que Dios existe y que Él cuida de nosotros. Pero conocer realmente a este Dios y familiarizarse de veras con ese Jesucristo y llegar a decirle "sí" con todas las consecuencias, ésta fue la gran lucha interior de sus años juveniles. Él nos cuenta que, por medio de la filosofía platónica, aprendió y reconoció que "al principio era el Verbo" - el Logos, la razón creadora. Pero la filosofía no le indicaba ninguna vía para alcanzarla; este Logos quedaba lejano e intangible. Sólo en la fe de la Iglesia encontró luego la segunda verdad esencial: el Verbo se hizo carne. Y así el nos toca, nosotros lo tocamos. A la humildad de la encarnación de Dios debe corresponder la humildad de nuestra fe".
La segunda conversión nos lleva a África, dónde volvió Agustín después del Bautismo y fundó un pequeño monasterio, para pasar su vida en coloquio con Dios, en la reflexión y en la contemplación. En el 391, mientras participaba en la liturgia dominical en la catedral de Hipona, fue reconocido y llevado ante el Obispo para que fuera consagrado sacerdote al servicio de la ciudad. "El bello sueño de la vida contemplativa se desvaneció - ha continuado el Papa -, la vida de Agustín cambió sustancialmente. Ahora él debía vivir con Cristo para todos. Debía traducir sus conocimientos y sus pensamientos sublimes en el pensamiento y en el lenguaje de la gente sencilla de su ciudad… Fue esta la segunda conversión que debió realizar este hombre, luchando y sufriendo: siempre de nuevo esta allí para todos; siempre de nuevo, junto a Cristo, entregar la vida, para que los demás pudieran encontrar la verdadera Vida."
Por fin la tercera etapa decisiva en el camino de conversión de san Agustín. Después de un período de estudio profundizado en las Sagradas Escrituras, su primero ciclo de homilías se refirieron al Discurso de la montaña. "En estas homilías se puede percibir todavía todo el entusiasmo de la fe que acababa apenas de encontrar y experimentar: la firme convicción de que el bautizado, viviendo totalmente según el mensaje de Cristo, puede ser, precisamente, 'perfecto'. Unos veinte años después, Agustín escribió un libro titulado Las Retractaciones, en las que pasa revista de modo critico a sus obras redactadas hasta ese momento, aportando correcciones en las cosas en que había aprendido cosas nuevas durante ese tiempo". Agustín escribe que las palabras del Discurso de la montaña sólo se realizan totalmente en Jesucristo. Por el contrario, toda la Iglesia debe rezar cada día: “perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Agustín aprendió un último grado de humildad… la humildad de reconocer que él mismo y toda la Iglesia peregrinante necesitan continuamente la bondad misericordiosa de un Dios que perdona; y nosotros - añadía - nos hacemos similares a Cristo, el Perfecto, en la mayor medida posible, cuando nos convertimos como Él en personas de misericordia. En esta hora damos las gracias a Dios por la gran luz que irradia de la sabiduría y de la humildad de san Agustín y pedimos al Señor para que de a todos, día tras día, la conversión necesaria y nos conduzca así hacia la verdadera vida."
Al término de la Celebración Eucarística, introduciendo la oración mariana del Regina Caeli, el Papa Benedicto XVI ha dirigido un pensamiento particular a cuantos han preparado y animado la Celebración, a las personas ancianas y enfermas, a las comunidades de clausura, a los huéspedes de la Casa de Torre del Gallo, que “le han escrito una bonita carta". El Papa ha deseado a los jóvenes presentes "que descubran cada vez más la alegría de seguir a Jesús y de convertirse en sus amigos", esa alegría es también la que lo ha empujado a escribir el libro "Jesús de Nazaret", que idealmente entrego a los jóvenes, "para que acompañe el camino de fe de las nuevas generaciones". A la Virgen Maria el Papa ha confiado por fin toda la Diócesis de Pavía: " Que Maria Santísima consiga para todos paz y consuelo". (S.L) (Agencia Fides 23/4/2007 - Líneas: 85 Palabras: 1318)


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