VATICANO - Benedicto XVI preside la Celebración Eucarística por su 80° cumpleaños: "La sombra de Pedro, a través de la comunidad de la Iglesia católica, ha cubierto mi vida desde el principio, y he comprendido que esta es una sombra buena, una sombra sanante, precisamente porque, proviene en definitiva del propio Cristo”

martes, 17 abril 2007

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El domingo 15 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido, en la Plaza de San Pedro, la Celebración Eucarística con ocasión del Su 80° cumpleaños que se celebraba al día siguiente, 16 de abril. Concelebraron con el Papa sesenta Cardenales, los Arzobispos y Obispos Jefes de Dicasterios de la Curia Romana, Obispos Auxiliares y una representación de los Presbiterios de la diócesis de Roma. Estaban presentes una delegación del Patriarcado ecuménico de Constantinopla, conducida por Su Eminencia Ioannis (Zizioulas) Metropolita de Pergamo, mandado personalmente por S.S Bartolomeo I. Al inicio de la Santa Misa, el Decano del Colegio Cardenalicio, Card. Angelo Sodano, dirigió al Santo Padre unas palabras de homenaje y felicitación.
En su homilía, el Papa Benedicto XVI ha recordado ante todo la antigua denominación de este domingo, llamado domingo "in Albis" dado que "los neófitos de la vigilia pascual vestían una vez más su vestido blanco, símbolo de la luz que el Señor les había dado en el Bautismo". Más recientemente, el Santo Padre Juan Pablo II ha querido que "este domingo fuera celebrado como la Fiesta de la Divina Misericordia: en la palabra 'misericordia', él encontraba el encontraba resumido y nuevamente interpretado por nuestro tiempo todo el misterio de la Redención… La misericordia es el vestido de luz que el Señor nos ha donado en el Bautismo. No debemos dejar que esta luz se apague; por el contrario, debe crecer en nosotros cada día y llevar así al mundo el alegre anuncio de Dios."
El Papa ha subrayado después: “Estamos aquí reunidos para reflexionar sobre la realización de un no breve período de mi existencia. Obviamente, la liturgia no debe servir para hablar del propio yo, de si mismo; sin embargo, la misma vida puede servir para anunciar la misericordia de Dios." Benedicto XVI ha dicho después que siempre se ha considerado "un gran regalo de la Misericordia Divina" el hecho que su nacimiento y su renacimiento en la pila bautismal tuviera lugar "el mismo día, bajo el signo del inicio de la Pascua", en un sábado santo. A continuación ha agradecido a Dios por haber podido tener la experiencia de lo qué significa "familia" ("la palabra de Dios como Padre se ha hecho comprensible para mi desde dentro; desde la experiencia humana tuve acceso al gran y benévolo Padre que está en los cielos… pude tener experiencia profunda de lo que significa bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio y se así capaz de darme la libertad. Doy gracias a Dios por mi hermana y mi hermano que, con su ayuda, han estado siempre fielmente a mi lado a lo largo del curso de la vida") por todos los compañeros, los consejeros y amigos que he encontrado a lo largo del camino de la vida. Por último, el Santo Padre ha agradecido al Señor de modo particular "porque, desde el primer día, he podido entrar y crecer en la gran comunidad de los creyentes, en la que se ha abierto la frontera entre vida y muerte, entre cielo y tierra."
En la Primera lectura del domingo se narra que la gente llevaba los enfermos a las plazas, para que, cuando pasase Pedro, los cubriera su sombra, a la que se atribuía una fuerza sanativa. El Papa ha afirmado a este propósito: "La sombra de Pedro, a través de la comunidad de la Iglesia católica, ha cubierto mi vida desde el principio, y he comprendido que esta es una sombra buena - una sombra sanante, precisamente porque, proviene en definitiva del propio Cristo.... Busquemos también hoy la sombra de Pedro, para estar en la luz de Cristo!”
A continuación, recordando la invocación de todos los Santo durante su ordenación sacerdotal que tuvo lugar en la catedral de Frisinga, el Papa Benedicto XVI ha confiado: "Era un consuelo el hecho de que la protección de los santos de Dios, de los vivos y de los muertos, fuera invocada sobre nosotros. Supe que no habría quedado sólo. Y qué confianza infundían las palabras de Jesús… Él, el Señor, no es solamente Señor, sino también amigo. Él ha puesto su mano sobre mí y no me dejará… La amistad de Jesucristo es amistad de Aquel que hace de nosotros personas que perdonan, de Aquel que también nos perdona a nosotros, nos levanta continuamente de nuestra debilidad y precisamente así nos educa". Por último, el pasaje evangélico del encuentro de Tomás con el Señor resucitado, que concede al apóstol tocar sus heridas: "El Señor lleva consigo sus heridas en la eternidad - ha dicho el Papa -. Él es un Dios herido; se ha dejado herir por amor a nosotros. Las heridas son para nosotros la señal de que Él nos comprende y que se deja herir por amor a nosotros. ¡Estas su heridas, podemos también nosotros tocarlas en la historia de este nuestro tiempo! Él, en efecto, siempre se deja herir de nuevo por nosotros".
El Santo Padre ha concluido su homilía exhortando a abrirnos a la misericordia de Dios, "que nos acompañan día tras día. Basta con que tengamos el corazón vigilante para poderlas percibir". Ha agradecido por último, a cuantos sustentan espiritualmente su camino: "el número de los que me ayudan con su oración; que con su fe y su amor me ayudan a desarrollar mi ministerio; que son indulgentes con mi debilidad, reconociendo también en la sombra de Pedro la luz benéfica de Jesucristo", y ha concluido la homilía recitando la oración de San León Magno que, hace treinta años, escribió sobre la imagen-recuerdo de su Consagración Episcopal. (S.L) (Agencia Fides 17/4/2007 - Líneas: 65 Palabras: 981)


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