Por Pascale Rizk
Canberra/Sídney (Agencia Fides) – Han pasado más de cuarenta años desde que, en 1984, un sacerdote misionero de Sídney comenzó a desplazarse una vez al mes a Canberra para celebrar la misa con la comunidad católica coreana local.
En 2011, la diócesis de Daejeon, en Corea, envió oficialmente a su primer capellán a tiempo completo. «Me impresiona ver cómo se vive la fe cristiana en una sociedad multicultural. Además de mi ministerio con la comunidad coreana, sirvo también en las parroquias locales», cuenta el padre Andrea Yang Myeong-sik, que celebra la Eucaristía en coreano una vez por semana. «Esto me lleva a reflexionar constantemente sobre cómo la comunidad coreana puede integrarse mejor en la parroquia local y en las demás comunidades étnicas», añade el sacerdote, que acompaña al pequeño rebaño de unos 130 inmigrantes coreanos de primera y segunda generación.
Debido al perfil particular de Canberra -capital administrativa con una población relativamente pequeña y oportunidades laborales limitadas-, la movilidad es alta y la comunidad se encuentra en constante cambio. «Una de las urgencias que afrontamos es cultivar un sentido de continuidad en la labor pastoral, a pesar de los frecuentes cambios en la composición de la comunidad», explica el padre Andrea.
A diferencia de Sídney, Canberra cuenta con un número menor de estudiantes extranjeros o de titulares de visados de vacaciones-trabajo. La mayoría de los coreanos residentes en la capital australiana son familias y profesionales llegados por motivos laborales. Los bautismos se celebran un par de veces al año. «Ahora – relata el padre Myeong-sik – tenemos entre nosotros a una joven china que estudió y trabajó en Corea antes de venir a Australia. Su amiga, que había recibido el bautismo en nuestra comunidad hace dos años, la invitó a unirse a nosotros. En lugar de asistir a una parroquia local de lengua inglesa, comenzó el catecumenado con la comunidad coreana».
En el área metropolitana de Sídney, donde se encuentra la comunidad católica coreana más numerosa de Australia, sirve el padre Andrea Kim Yoon Jae, misionero enviado desde Corea del Sur «precisamente para esta misión». Hoy, junto a otros tres sacerdotes coreanos, atiende la parroquia dedicada a los Mártires Coreanos y a San Estanislao, fundada en 1976 con la ayuda de los Padres Franciscanos y los Padres Columbanos que habían servido como misioneros en Corea del Sur. A la misa dominical asisten más de 1.400 fieles, aunque los miembros registrados superan los 6.000. Los bautismos se celebran cuatro veces al año para los recién nacidos y una vez para los adultos.
«Una característica distintiva de nuestra parroquia – subraya el padre Yoon Jae, residente en Sídney desde hace cuatro años – es la decisión de muchos padres de bautizar a sus hijos en el contexto de la gran labor educativa promovida por las escuelas católicas de la zona».
La comunidad católica coreana de Sídney se prepara para celebrar el 50º aniversario de su fundación. Hoy reúne a inmigrantes de diversas generaciones, llegados en cuatro oleadas migratorias: la de los años sesenta, compuesta por trabajadores cualificados; la de los setenta y ochenta, formada en gran parte por veteranos de la guerra de Vietnam; la de los años 2000, con estudiantes y jóvenes con visados de vacaciones-trabajo; y la más reciente, integrada por familias y estudiantes que han emigrado por motivos de estudio o trabajo. «A causa de la distancia y las razones económicas, la inmigración coreana en Australia ha seguido creciendo, y nuevas personas continúan incorporándose a la comunidad. Es probable que este flujo continúe todavía por algún tiempo», observa el padre Yoon Jae Kim.
En su labor pastoral, los misioneros coreanos en Australia también se enfrentan al desafío del desfase generacional y a las dificultades de comprensión mutua entre fieles de distintas edades y experiencias culturales.
En Melbourne, en la parroquia del Sagrado Corazón de Kew, la presencia coreana es más reducida y se limita a algunas familias cuyos hijos asisten a la escuela parroquial. Allí ejerce su ministerio el padre Michele Kong, originario de Seúl y residente en Australia desde hace unos veinte años. Ordenado hace once años en la arquidiócesis de Melbourne, el sacerdote señala una diferencia cultural en la vivencia pastoral de las comunidades católicas coreanas en Australia respecto a las de su país de origen: «Mientras los fieles de las iglesias coreanas tienden a comportarse de forma más reservada, los de las parroquias australianas se expresan de manera más extrovertida e informal».
(Agencia Fides 31/10/25)