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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Feliz domingo a todos. Muchas gracias”, han sido las palabras con las que el Papa Francisco ha sorprendido a los fieles reunidos esta mañana en la Plaza de San Pedro, al participar personalmente en el Jubileo de los enfermos y del mundo sanitario.
Antes de su salida a la plaza, el Pontífice ha acudido a la basílica vaticana, donde se ha confesado, orado en recogimiento y atravesado la Puerta Santa.
Poco después, ha hecho su aparición en la plaza, recibiendo un cálido y prolongado aplauso de la multitud. El Santo Padre ha llegado en silla de ruedas hasta el atrio de la basílica, desde donde ha dirigido un breve saludo antes de la bendición final de la misa con la que ha concluido el séptimo de los grandes eventos del Jubileo de la Esperanza.
La celebración litúrgica ha estado presidida por el Arzobispo Fisichella, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización (Sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo), que ha leído la homilía del Papa preparada para la ocasión.
Comentando las lecturas propuestas por la liturgia del V Domingo de Cuaresma, el Pontífice ha subrayado cómo “las narraciones dramáticas y conmovedoras” del libro de Isaías y del Evangelio de Juan (es decir, las palabras de Dios a Israel exiliado en Babilonia y el perdón de la adúltera por parte de Jesús), “nos invita hoy a renovar, en el camino cuaresmal, la confianza en Dios, que está siempre presente, cerca de nosotros, para salvarnos. No hay exilio, ni violencia, ni pecado, ni alguna realidad de la vida que pueda impedirle estar ante nuestra puerta y llamar, dispuesto a entrar apenas se lo permitamos. Es más, especialmente cuando las pruebas se hacen más duras, su gracia y su amor nos abrazan con más fuerza para realzarnos”.
Y “la enfermedad”, ha escrito el Pontífice en la homilía, “es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así. Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos… Él mismo, hecho hombre, quiso compartir en todo nuestra debilidad y sabe muy bien qué es el sufrimiento. Por eso a Él le podemos presentar y confiar nuestro dolor, seguros de encontrar compasión, cercanía y ternura”.
Pero no sólo eso. “En su amor confiado, Él quiere comprometernos para que también nosotros podamos ser ‘ángeles’ los unos para los otros, mensajeros de su presencia, hasta el punto que muchas veces, sea para quien sufre, sea para quien asiste, el lecho de un enfermo se puede transformar en un ‘lugar sagrado’ de salvación y redención”, ha añadido el Obispo de Roma.
Dirigiéndose a médicos, enfermeras y a todo el personal sanitario, el Papa ha añadido: “mientras atienden a sus pacientes, especialmente a los más frágiles, el Señor les ofrece la oportunidad de renovar continuamente su vida, nutriéndola de gratitud, de misericordia y de esperanza. Los llama a iluminarla con la humilde conciencia de que no hay que suponer nada y que todo es don de Dios; a alimentarla con esa humanidad que se experimenta cuando dejamos caer las máscaras y queda sólo lo que verdaderamente importa, los pequeños y grandes gestos de amor. Permitan que la presencia de los enfermos entre como un don en su existencia, para curar sus corazones, purificándolos de todo lo que no es caridad y calentándolos con el fuego ardiente y dulce de la compasión”.
“Queridos hermanos y hermanas enfermos” ha proseguido el Arzobispo Fisichella, leyendo la homilía del Pontífice “en este momento de mi vida comparto mucho con ustedes. La experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo. No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.
“La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor… para renovar y reforzar la fe”, leemos de nuevo en el texto, que el Papa concluye con una cita de Benedicto XVI. Un Pontífice, ha subrayado el Papa Francisco, “que nos dio un hermoso testimonio de serenidad en el tiempo de su enfermedad” y que ha escrito: «la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento» y que «una sociedad que no logra aceptar a los que sufren […] es una sociedad cruel e inhumana». “Es verdad, afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos y compartir el dolor es una etapa importante de todo camino hacia la santidad”, ha concluido el texto del Pontífice.
A mediodía, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha difundido el texto, sólo por escrito, del Ángelus, en el que el Obispo de Roma comenta: “Al igual que durante la hospitalización, también ahora en la convalecencia siento el ‘dedo de Dios’ y experimento su cariñosa caricia. En el día del Jubileo de los enfermos y del mundo de la sanidad, le pido al Señor que este toque de su amor llegue a los que sufren y anime a los que cuidan de ello”.
Luego ña oración por los médicos, enfermeros y trabajadores sanitarios, “que no siempre tienen las condiciones adecuadas para trabajar y, a veces, incluso son víctimas de agresiones. Su misión no es fácil y debe ser apoyada y respetada. Espero que se inviertan los recursos necesarios para la atención y la investigación, para que los sistemas sanitarios sean inclusivos y atiendan a los más frágiles y pobres”.
Por último, el llamamiento a la paz, por “la martirizada Ucrania, golpeada por ataques que provocan muchas víctimas civiles, entre éstas muchos niños”. Y lo mismo, ha añadido el Papa, “ocurre en Gaza, donde la gente se ve obligada a vivir en condiciones inimaginables, sin techo, sin comida, sin agua potable. Que callen las armas y se reanude el diálogo; que se libere a todos los rehenes y se socorra a la población. Recemos por la paz en todo Oriente Medio; en Sudán y Sudán del Sur; en la República Democrática del Congo; en Myanmar, duramente probado también por el terremoto; y en Haití, donde arrecia la violencia, que hace unos días mató a dos religiosas”.
(F.B.) (Agencia Fides 6/4/2025)
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