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Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “El maltrato infantil, sea cual sea su naturaleza, es un acto despreciable, es un acto atroz. ¡No es simplemente una lacra de la sociedad, no, es un crimen! Es una gravísima violación de los mandamientos de Dios. Ningún niño debería sufrir abusos. Un solo caso ya es demasiado”.
El Papa ha elegido palabras fuertes, ya pronunciadas en otras ocasiones para denunciar la atroz lacra de la explotación infantil. Lo ha hecho completando el breve ciclo de catequesis sobre el tema “Los más amados del Padre”, dos meditaciones sobre los niños en el contexto del Tiempo de Navidad que comenzó la semana pasada durante la Audiencia General, interrumpiendo la serie de reflexiones dedicadas a la esperanza que acompañarán todas las citas de los miércoles hasta el final del Año Santo.
Y si hace una semana el Pontífice se había detenido en lo mucho que, en su obra, Jesús habló varias veces de la importancia de proteger, acoger y amar a los pequeños (véase Fides 8/1/2025), hoy ha señalado cómo en la sociedad actual “cientos de millones de menores se ven obligados a trabajar, a pesar de no tener la edad mínima para someterse a las obligaciones de la edad adulta, y muchos de ellos están expuestos a trabajos especialmente peligrosos” muchos otros “son esclavos de la trata para la prostitución o la pornografía, y de los matrimonios forzados”. “En nuestras sociedades, lamentablemente, los niños sufren numerosas formas de abusos y malos tratos”.
Para el obispo de Roma, “es necesario despertar nuestras conciencias” y “practicar la cercanía y la solidaridad concreta con los niños y jóvenes abusados”, creando, al mismo tiempo, “sinergias” entre quienes se comprometen con estos pequeños que han visto robada su infancia, para ofrecerles “oportunidades y lugares seguros en los que crecer serenos”.
Partiendo del texto, el Papa ha relatado lo que ocurre en un país de América Latina, donde se cultiva “una fruta muy especial, llamada arándano. Para cosechar el arándano se necesitan manos tiernas, y obligan a los niños a hacerlo, los esclavizan desde pequeños para que hagan la recolección”.
Las pobrezas difusas, la escasez de herramientas sociales de apoyo a las familias, la marginalidad, junto con el desempleo y la precariedad laboral, ha dicho el Pontífice, “son factores que cargan sobre los más pequeños el precio más alto a pagar”. Y esto se ve sobre todo en las metrópolis, donde “muerden” la disparidad social y la degradación moral, “hay niños empleados en el tráfico de drogas y en las más diversas actividades ilícitas”. Estos pequeños se convierten en “víctimas sacrificiales” y, a veces, “trágicamente, son inducidos a convertirse en ‘verdugos’ de otros compañeros de su misma edad, además a dañarse a sí mismos, su dignidad y su humanidad. Y, sin embargo, cuando en la calle, en el barrio de la parroquia, estas vidas perdidas se ofrecen a nuestra mirada, a menudo volvemos la cabeza hacia otro lado”. “Nos cuesta reconocer la injusticia social que lleva a dos niños, que quizá viven en el mismo barrio o bloque de apartamentos, a tomar caminos y destinos diametralmente opuestos porque uno de ellos nació en una familia desfavorecida. Una fractura humana y social inaceptable: entre los que pueden soñar y los que deben sucumbir”.
El Papa Francisco ha recordado a continuación la historia del pequeño Loan, un niño de 5 años desaparecido en junio del año pasado en la provincia de Corrientes (Argentina) y del que se sospecha que ha sido víctima de una red de trata de seres humanos: “Loan fue secuestrado y se desconoce su paradero. Y una de las hipótesis es que lo enviaron para extraerle órganos, para hacer trasplantes. Y esto se hace. Ustedes ya lo saben. ¡Esto se hace! Algunos vuelven con una cicatriz, otros mueren. Por eso me gustaría recordar hoy a este pequeño, Loan”.
Pero Jesús, ha subrayado el obispo de Roma, “nos quiere a todos libres y felices… Por eso nos pide que nos detengamos a escuchar el sufrimiento de los que no tienen voz, de los que no tienen educación. Luchar contra la explotación, especialmente la infantil, es la manera principal de construir un futuro mejor para toda la sociedad”. ¿Qué hacer? El Papa ha sugerido algunas prácticas, por ejemplo dejar de comprar “productos que emplean mano de obra infantil. ¿Cómo puedo comer y vestirme sabiendo que detrás de esa comida o de esa ropa hay niños explotados, que trabajan en vez de ir a la escuela? Tomar conciencia de lo que compramos es un primer acto para no ser cómplices. Algunos dirán que, como individuos, no podemos hacer mucho. Es cierto, pero cada uno puede ser una gota que, unida a muchas otras gotas, puede convertirse en un mar. Sin embargo, también hay que recordar a las instituciones, incluidas las eclesiásticas, y a las empresas su responsabilidad: pueden marcar la diferencia dirigiendo sus inversiones a empresas que no utilicen ni permitan el trabajo infantil”.
Por último, el llamamiento a los Estados y a las Organizaciones Internacionales para que “hagan más” y la exhortación a los periodistas para que “cumplan con su parte: pueden contribuir a concienciar sobre el problema y ayudar a encontrar soluciones. No tengan miedo, denuncien estas cosas”.
Al saludar a los numerosos peregrinos que han acudido al Aula Pablo VI, el pensamiento del Pontífice se ha dirigido a Myanmar, donde “anteayer un deslizamiento de tierras arrasó viviendas causando víctimas, desaparecidos y enormes daños. Estoy cerca de la población afectada por esta catástrofe y rezo por los que han perdido la vida y por sus familias. Por favor, que no falte el apoyo y la solidaridad de la comunidad internacional”.
Así, antes de la bendición final, el llamamiento por la paz: «No olvidemos Ucrania, Palestina, Israel y todos los países que están en guerra, la guerra es una derrota. Recemos también por la conversión de los corazones de los fabricantes de armas, porque con su producto ayudan a matar”.
(F.B.) (Agencia Fides 15/1/2025)