Ponce (Agencia Fides) – “No podemos dar lo que no tenemos, no podemos expresar lo que no hemos vivido, lo que no han visto nuestros ojos ni han tocado nuestras manos”. Por eso “el fundamento de la misión es la experiencia de Dios, el encuentro enamorado con Jesús”. Es Él quien “nos revela la «Buena Nueva», nos muestra al Padre”.
Un día después de la publicación de la carta dirigida al Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, Arzobispo Emérito de Caracas, como su Enviado Especial a la celebración del VI Congreso Misionero Americano (CAM6), que se está celebrando en la ciudad de Ponce, Puerto Rico, hasta el domingo 24 de noviembre, el Papa Francisco se ha dirigido directamente a los doce mil misioneros americanos reunidos en la isla para el Congreso
En la carta, fechada el 9 de noviembre pero hecha pública sólo hoy, el Pontífice recuerda que este evento tiene lugar en el Año de la Oración, convocado por él en preparación del Jubileo de 2025. A continuación, hace referencia a una oración que él mismo escribió, y que se dirige a la Trinidad, precisamente para esta conferencia. La oración reconoce al Padre como “Dios misericordioso, que, en su Hijo Jesucristo, nos ha revelado la «Buena Nueva»” y le ruega que, “por medio del Espíritu Santo, derrame su Amor y renueve la faz de la tierra”.
“Ejemplo de esta maravilla son -prosigue la oración citada por el Papa- tantos misioneros que, con palabras y obras, lo han anunciado”. Jesús en primer lugar, continúa el Obispo de Roma, “fue un misionero, «un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo» (Lc 24,19). Palabras pronunciadas delante de Dios, su Padre, en la íntima oración que precedía a todas sus acciones. Obras realizadas delante de su Padre en una vida totalmente entregada a su voluntad, para poder así dar testimonio del amor más grande ante su pueblo. Este es el mensaje que los misioneros han seguido traduciendo en cada época, en cada lugar, en cada lengua”.
Y esto, comenta el Papa Francisco, “es la vocación del bautizado a la que se refiere la oración, ver a Dios, verlo en el mundo, en el hermano, tener ojos ‘cristificados’ y con ellos una mirada compasiva, acogedora, misericordiosa”.
El Obispo de Roma, en su mensaje al CAM6, menciona a continuación lo que denomina “un hermoso himno” de la Liturgia de las Horas: «Te vi, sí, cuando era niño y en agua me bauticé, y, limpio de culpa vieja, sin velos te pude ver». De tal experiencia puede surgir “la alegría que desborda nuestro corazón. La alegría de los discípulos después del encuentro con el Resucitado, que no puede contenerse y les impulsa a ponerse en camino”.
Y es el Espíritu Santo el que “obra en nosotros esta maravilla y pone en nosotros las palabras que dirigir a Dios (Rm 8,14) y a los hombres (Mt 10,19). Por eso, desde los albores de la Iglesia, junto a María, los discípulos en el cenáculo, en asamblea, lo primero que hacen es invocar al Espíritu. A través de su fuerza vivificante podemos trasmitir el mensaje en cualquier lengua, sí, porque la Iglesia las habla todas, pero, sobre todo, porque siempre habla con un mismo lenguaje”, el del “amor, comprensible a todos los hombres, pues forma parte de su esencia misma, la de ser imagen de Dios”.
(F.B.) (Agencia Fides 21/11/2024)