La profecía de Abu Dhabi, 5 años después

domingo, 4 febrero 2024

Por Gianni Valente

Roma (Agencia Fides) - El 4 de febrero de 2019, cuando el Obispo de Roma y el Gran Imán de Al Azhar firmaron en Abu Dhabi el Documento sobre la fraternidad humana para la paz universal y la convivencia común, su gesto no anunciado inquietó a muchos. Hasta los órganos de información especializados necesitaron algún tiempo para calibrar el documento e informar adecuadamente sobre él.

Cinco años después, en una época asolada por las guerras y agredida por quienes quieren "acelerar el Apocalipsis", el Documento de Abu Dhabi revela de manera creciente todo su alcance profético. Así lo sugiere también Mons. Paolo Martinelli, Vicario Apostólico de Arabia Meridional, en su carta relanzada por la Agencia Fides.

Hace cinco años, en el clima marcado por el delirio yihadista que sembraba el terror en Oriente Medio y en todo el mundo, la atención, también la de los medios de comunicación, especialmente en los circuitos occidentales, se centró en los pasajes del texto que ponían frenos firmes a cualquier afán de convertir las palabras y las referencias religiosas en combustible para fomentar «sentimientos de odio, hostilidad, extremismo», desfigurando el nombre de Dios.

De hecho, el Papa Francisco y el Sheikh Ahmed al Tayyeb cuestionan «el uso político de las religiones» y también las «interpretaciones de grupos de hombres de religión» que han abusado del sentimiento religioso para empujar a la gente a «hacer lo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión». El documento repite que «Dios, el Todopoderoso, no necesita ser defendido por nadie y no quiere que su nombre se utilice para aterrorizar a la gente». También afirma que Dios «creó a todos los seres humanos iguales en derechos, deberes y dignidad»; les dio la libertad, «creándolos libres», y por ello «todos gozan de libertad de credo, pensamiento, expresión y acción».

Pero el documento no era ni es sólo una advertencia con "instrucciones" para frenar las aberraciones que desfiguran el sentido religioso. En el texto, el Papa y el imán atestiguan que el redescubrimiento de la fraternidad de los hijos de Dios es también una "reserva" de pensamiento crítico frente a las idolatrías individualistas, la neocolonización cultural y los procesos de deshumanización que inundan la era de la globalización.

En el texto firmado conjuntamente, el Papa Francisco y el imán al Tayyeb reiteran también que la injusticia y la distribución desigual de los recursos naturales «han generado, y continúan generando, enormes cantidades de enfermos, necesitados y muertos, provocando crisis letales»; que la familia es "esencial" como núcleo fundamental de la sociedad y de la humanidad, «para dar a luz a los hijos, criarlos, educarlos, proporcionarles una moral sólida»; que la vida es un don del Creador «que nadie tiene derecho a arrebatar, amenazar o manipular a su antojo», y debe ser apreciada «desde su comienzo hasta su muerte natural», oponiéndose también «al aborto y a la eutanasia y a las políticas que los apoyan».

Papa e Imán, además de poner freno a los delirios que abusan de las palabras religiosas, reconocen cómo los procesos de deshumanización que se están produciendo se manifiestan también «en una conciencia humana anestesiada y en el alejamiento de los valores religiosos, así como en el predominio del individualismo y de las filosofías materialistas que divinizan al hombre».

La profecía del Documento de Abu Dhabi sobre la fraternidad toma fuerza e intensidad de fuentes que la preceden. Y la intuición del Papa Francisco se mueve siguiendo la huella de la gran Tradición de la Iglesia, que ya en el Concilio Vaticano II, en la Declaración Nostra Aetate, había reconocido que «no podemos invocar a Dios como Padre de todos los hombres, si nos negamos a comportarnos como hermanos con algunos de entre los hombres que han sido creados a imagen de Dios».

En la misma Declaración Nostra Aetate, el Concilio Vaticano II afirma que la Iglesia honra y mira con estima a los musulmanes que «procuran someterse de todo corazón a los decretos de Dios», y «esperan el día del juicio en que Dios recompensará a todos los hombres resucitados». En Damasco, uno de los tres minaretes de la inmensa mezquita omeya es conocido como el minarete de Jesús. Según una tradición custodiada por los musulmanes damascenos, es en esa misma torre donde Jesús aparecerá el día de su regreso para derrotar al Anticristo, anunciar el fin de los tiempos y dividir a los buenos de los malvados.

Frente a las guerras que masacran pueblos enteros, y frente a los pregoneros del terror que, desde distintos bandos, coinciden en querer "acelerar el Apocalipsis", la profecía de Abu Dhabi nos deja entrever que el camino de la Iglesia desde el Concilio hasta hoy en sus relaciones con las comunidades de fe no es un sentimentalismo espiritualista, sino que misteriosamente tiene que ver con todo esto. Tiene que ver con lo que también intuyó el teólogo Dietrich Bonhoeffer, ante el delirio furibundo nazi. «Existe una especie de discernimiento inconsciente -escribió el gran teólogo luterano- que, en la hora del peligro extremo, lleva a quien no quiere caer bajo los golpes del Anticristo a buscar refugio en Cristo».
(Agencia Fides 4/2/2024)


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