Londres (Agencia Fides) - En Arabia Saudita, la pandemia de coronavirus y las dificultades económicas causadas por el desplome de los precios del petróleo han afectado a los trabajadores migrantes, especialmente a los procedentes de África. En plena emergencia sanitaria, decenas de trabajadores han sido abandonados por sus empleadores sin sueldo, documentos ni ningún tipo de subsistencia. Muchos de ellos, según Human Rights Watch en un informe publicado el pasado mes de diciembre, están recluidos en centros de detención. La detención de migrantes en instalaciones deplorables en Arabia Saudí es un problema que viene de lejos, según el informe. Ya en 2014, ciudadanos etíopes informaron de que miles de trabajadores extranjeros eran retenidos en centros de detención improvisados, sin comida ni alojamiento adecuados, antes de ser deportados. En 2019, Human Rights Watch identificó entonces una docena de prisiones y centros de detención en los que los migrantes estuvieron retenidos durante varios periodos.
En agosto de 2020, Human Rights Watch identificó tres centros de detención en la provincia de Jizan y Jeddah, donde miles de migrantes etíopes estaban recluidos en condiciones deplorables.
Según la Organización Internacional del Trabajo, hay al menos 35 millones de trabajadores inmigrantes en los países del Consejo de Cooperación del Golfo, Líbano y Jordania. Proceden sobre todo de Asia y África. Los procedentes de África son en su mayoría egipcios, etíopes, eritreos, kenianos, somalíes y ugandeses. Se emplean sobre todo en trabajos serviles: criadas, albañiles, personal de servicio, etc. El sitio web especializado migrant-rights.org ha calculado que en Arabia Saudí el 99,6% de los trabajadores domésticos son de origen extranjero y, según Oil, los extranjeros trabajan más de 60 horas a la semana.
“Los hombres etíopes, eritreos y somalíes - explica a la Agencia Fides Abba Mussie Zerai, un sacerdote eritreo que sigue desde hace años las cuestiones relacionadas con la inmigración - se emplean principalmente en las obras de construcción sin ninguna protección y, sobre todo, sin documentos. La situación de las mujeres es diferente. Llegan legalmente a través de la kafala. Se trata de un sistema legal por el que las mujeres solicitan a las agencias del país al que van a emigrar y les consiguen un patrocinador (kafeel) a cambio de una compensación. Las mujeres suelen endeudarse con la esperanza de cambiar su vida. Y terminan en condiciones de casi esclavitud”. Normalmente, de hecho, el patrocinador es el empleador, que adelanta los gastos del permiso de trabajo y es responsable del visado y del estatus legal. Por lo tanto, tiene un enorme poder sobre ellas. Un poder que va más allá de la relación entre empleador y empleado y que a menudo da lugar a abusos y maltratos. “Las mujeres son consideradas como esclavas - continúa Abba Mussie -. A menudo ni siquiera pueden salir de casa. Con la crisis del coronavirus muchos empleadores las han despedido dejándolas en una condición de inmigrantes ilegales. Algunas de ellas han caído en la trampa de la prostitución y se ven obligadas a trabajar en casas cerradas en los países del Golfo”.
Muchas mujeres y hombres están encerrados en prisiones donde las condiciones de vida son complicadas. “En los últimos meses - concluye Abba Mussie -, sólo Arabia Saudita ha expulsado a 150.000 etíopes. Tuve la oportunidad de escuchar a algunos presos eritreos describir las cárceles como lugares superpoblados y sucios donde los inmigrantes viven en contacto transmitiendo muchas enfermedades. Entre ellos también el coronavirus”.
(EC) (Agencia Fides 27/3/2021)