VATICANO - La “Redemptoris Missino”: el testamento misionero de Juan Pablo II

jueves, 7 abril 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - “La encíclica Redemptoris Missio es, sin duda, el testamento doctrinal de Juan Pablo II sobre la misión. Se trata de un documento que se ha ido ampliando a medida que el Papa, a través de sus numerosos viajes apostólicos, ha puesto en práctica y ha hecho comprensible su doctrina.; doctrina que nace de una convicción: “toda la Iglesia es, por su propia naturaleza, misionera”, o mejor aún, “es misión”. Se trata de un principio conciliar pero, la fuerza con la que se propone, orienta hacia una nueva primavera misionera. Dificultades de origen interno y externo para el cumplimiento de esta misión, es decir, para el anuncio del Evangelio a todos los países, han dado motivo a Juan Pablo II para actualizar hoy los principios doctrinales y operativos del anuncio evangélico. Descubrimos así que Cristo ocupa el centro de todo el argumento porque, sin su mediación, la relación del hombre con Dios permanecería interrumpida para siempre. La misión de Cristo es la de hacer presente el Reino que Él mismo encarna en su propia persona; Reino que está destinado a todos los hombres. Y la encargada de ese anuncio es la Iglesia (en su dimensión local) que se concibe siempre orientada al servicio de este Reino de Dios. En la encíclica es imposible separar estos tres miembros: Cristo, el reino y la Iglesia (por este orden). Sin embargo, también hay que tener presente que todo este proyecto se dirige al hombre y con él al mundo. Por esta razón la encíclica afronta el tema del diálogo con las religiones no cristianas, en las que se pueden descubrir tantos signos, “semillas” del Reino. Es una llamada a un diálogo difícil, ascético, prometedor, que el mismo Papa ha intentado poner en práctica. La misión ad gentes -ya no tenemos miedo de reconocerlo pese a no poder disimular una cierta tristeza- se encuentra “en sus inicios” y necesitará cada vez más la presencia de testigos que vivan la santidad, que evangeliza por sí misma. De ahí el acento en la fuerza del Espíritu, siempre protagonista de la misión de la Iglesia, que hoy se ve confrontada con nuevos horizontes y con grandes desafíos. Resulta consolador pensar que la acción del Espíritu de Jesús no está ligada a condicionamientos históricos o contextuales porque insufla, es decir da, salvación dónde y cómo quiere.
El Papa hace un llamamiento, casi un grito diríamos, a toda la Iglesia , para que no olvide que el anuncio del Evangelio no es una cosa extra, sino que la vida cristiana es digna de tal nombre sólo cuando asume y pone en práctica la misión de Jesús, el enviado por el Padre. Ningún miembro de la Iglesia queda excluido, aunque no todos tengan que hacer las mismas cosas, ni tampoco todas las cosas. De esta manera, Juan Pablo II reconoce y defiende la misión como una actividad específica de la Iglesia dirigida al anuncio del Evangelio a los no cristianos para que, convertidos a Cristo, puedan entrar a formar parte de su Reino. Evidentemente, el número en aumento de quienes ignoran a Cristo debe impulsar a la Iglesia a desarrollar la misión, pero no es menor la preocupación por reforzar la fe dentro de la Iglesia misma. Podríamos decir que se trata de dos realidades que se acompañan recíprocamente. Cuanto más rica es la vida de fe, más fructífera será la actividad misionera porque la misión, dice el Papa, es un problema de fe.”
(Profesor Jesús Ángel Barreda, OP, Docente de Misionología de la Universidad Pontificia Urbaniana) (Agencia Fides 7/04/05)


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