VATICANO - Viajes Apostólicos de Juan Pablo II (4)

lunes, 4 abril 2005

Ultimo viaje apostólico del Santo Padre al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes con motivo del 150º aniversario de la Proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción: “Vengo como un peregrino ante la Virgen”

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - El último viaje apostólico del Santo Padre fuera de Italia tuvo por meta el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes (Francia) el 14 y 15 de agosto del 2004. Constituyó su viaje número 104 al extranjero, séptimo a Francia y su segunda visita a Lourdes después de la realizada en 1983, también un 15 de agosto. Juan Pablo II ha sido el primer Papa que visitó este Santuario. El motivo principal de la peregrinación era la concurrencia del 150º aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, hecha por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, uniendo así dos grandes misterios marianos: el de la Inmaculada Concepción y el de la Asunción: “Los dos representan el principio y fin de la peregrinación terrena de Maria”. Ambos dogmas están íntimamente unidos, afirmó Juan Pablo II en la homilía del día 15 de agosto, en cuanto que “proclaman la gloria de Cristo Redentor y la santidad de María, cuyo destino humano ha sido perfecta y definitivamente realizado en Dios”. En esta ocasión el Papa manifestaba una intención particuñar: pedir el auxilio de la Virgen para sanar el alma del hombre.
El Santo Padre se acercó como un peregrino ante la Virgen, como un enfermo entre los enfermos, realizando los gestos más significativos que realizan todos los años los numerosos peregrinos que llegan a Lourdes. Su presencia ante los enfermos, estando él mismo enfermo, supuso un testimonio del respeto absoluto hacia la vida humana que el Papa nunca dejó de proclamar desde el inicio de su Pontificado.
Este viaje a Lourdes tuvo tres momentos fundamentales: el rezo del Rosario el sábado por la tarde, la procesión ese mismo día y la Celebración Eucarística del domingo 15 de agosto. La tarde del 14 tuvo lugar una meditación itinerante sobre los misterios luminosos del Rosario con distintas etapas: las piscinas donde rezaron en particular enfermeros, médicos y personal sanitario; la Tienda de la Adoración Eucarística con la presencia de los jóvenes; la Iglesia de Santa Bernadette con los enfermos, la Capilla de la Reconciliación con los sacerdotes y el atrio de la Catedral de Nuestra Señora con los acólitos y personas que sirven en el altar. En su alocución la inicio del Rosario el Santo Padre afirmó: “Arrodillándome de nuevo en la Gruta de Massabielle siento con emoción que he alcanzado la meta de mi peregrinación. Esta gruta se ha convertido en la cátedra de una sorprendente escuela de oración, en la que María enseña a todos a contemplar con ardiente amor el Rostro de Cristo”. Y exhortó a los cristianos a transformar el mundo “desde dentro”, es decir, desde la propia conversión.
Por la noche, en la procesión de antorchas, el Papa confió una intención particular: “invocad conmigo a la Virgen María a fin de que obtenga para el mundo el don tan anhelado de la paz” pidiendo que se depongan las armas, que cesen los odios y violencias en todo el mundo.
El domingo 15 de agosto el Santo Padre celebró la Eucaristía ante más de 300.000 peregrinos, entre ellos dos mil enfermos y numerosos jóvenes. En esta ocasión el Papa lanzó un fuerte mensaje de defensa de la vida en una sociedad amenazada por el materialismo, con un especial mensaje a las mujeres: “En nuestro tiempo tentado por el materialismo y la secularización, la mujer esta llamada a ser testigo de los valores esenciales que sólo se perciben solo con los ojos del corazón. A vosotras, mujeres, corresponde ser centinelas del Invisible” y apremió a todos a “realizar todo lo que esté a vuestro alcance a fin de que la vida, toda vida, sea respetada desde la concepción hasta su término natural. La vida es un don sagrado del que nadie puede hacerse dueño”.
Por último lanzó un mensaje para todos los hombres: “Sed mujeres y hombres libres. Recordad que la libertad humana es una libertad marcada por el pecado. Cristo es su liberador pues para ser libres nos ha liberado. ¡Defended vuestra libertad!”. (Agencia Fides - SIGUE)


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