VATICANO - El culto de la Divina Misericordia

sábado, 2 abril 2005

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Las formas de culto de la Divina Misericordia, transmitidas a través de la Hna. Faustina, beatificada por Juan Pablo II, son las siguientes:
- la imagen de Jesús Misericordioso;
- el rosario de la Divina Misericordia;
- la fiesta de la Misericordia;
- la hora de la Misericordia;
- la difusión del culto de la Divina Misericordia.

La imagen de Jesús Misericordioso
La imagen ocupa una posición clave en toda la devoción a la Divina Misericordia; reproduce la figura de Cristo resucitado y bendiciendo, según lo descrito por la Hna. Faustina, después de la visión que tuvo el 22 de febrero de 1931, en la que el Señor le pedía: "Pinta una imagen, según el modelo que ves, escribiendo debajo: 'Jesús, ¡confío en ti!'. Deseo que esta imagen sea venerada, primero en vuestra capilla y después en el mundo entero”.
Los elementos más característicos de la imagen son los dos rayos. Jesús explica así el significado: "El rayo pálido representa el Agua, que justifica a las almas; el rayo rojo representa la Sangre, que es la vida de las almas... Dichoso el que viva a su sombra".
A la imagen se le llama "el recipiente": "Entrego a los hombres el recipiente con el cual deben venir a alcanzar las gracias a la fuente de mi Misericordia".
El Señor promete muchas gracias a quien la venera con confianza: "A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas, por eso todas las almas deben poder llegar a ella"; "el alma que venere esta imagen, no perecerá"; "Prometo también ya en esta tierra... la victoria sobre los enemigos"; "Yo mismo la defenderé como mi propia gloria en la hora de la muerte". La imagen debe recordar "las exigencias de Mi Misericordia, porque incluso la fe mas fuerte, no sirve para nada sin las obras".

El Rosario de la Divina Misericordia
Junto a la imagen se le reveló una oración, como ulterior y esencial elemento al culto de la Divina Misericordia. El texto fue dictado por Jesús a la Hna. Faustina en 1935. Después Jesús habló de él catorce veces, para explicar el fin y las promesas unidas a su rezo, revelando su particular eficacia:
"Exhorta a las almas a rezar 'el rosario'... "Por el rezo de este rosario, deseo conceder todo lo que me pidan. Cualquiera que lo rece, obtendrá gran misericordia en la hora de la muerte...” "Aconséjenla los sacerdotes a los pecadores como última tabla de salvación; aunque se trate del pecador más empedernido, si reza este rosario una sola vez, obtendrá la gracia de mi infinita Misericordia"... "Con el rezo de este rosario acercas a Mí al género humano".
¿Cómo se reza? Se puede utilizar un rosario. Al principio se reza el Padre Nuestro, después el Ave María y el Credo, después, en las cuentas del Padre Nuestro, se dicen las siguientes palabras:
"Eterno Padre, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo y Señor nuestro, Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y de los del mundo entero".
En las cuentas del Ave María, se reza:
"Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.
Al final, se dice tres veces la invocación:
"Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero".

La Fiesta de la Divina Misericordia
La Fiesta de la Divina Misericordia la pidió Jesús para el primer Domingo después de Pascua, indicando el motivo y el fin de su institución, el modo de prepararla y celebrarla. Se prepara con una novena que comienza el Viernes Santo y que consiste en el rezo diario del "rosario" de la Divina Misericordia. Las promesas unidas a la celebración de esta Fiesta, son excepcionales:
"Deseo que la Fiesta de la Misericordia, sea para amparo y refugio de todas las almas y especialmente de los pobres pecadores"... "En aquel día, quien se acerque a la fuente de vida, conseguirá la remisión total de las culpas y las penas"... "En aquel día se abren a todos los canales a través de los cuales corren las gracias divinas. Ningún alma tenga miedo de acercarse a mí, aunque sus pecados fueran como la escarlata".
"Ningún alma encontrará justificación hasta que no se vuelva con confianza a Mi Misericordia- dijo Jesús- y por eso, el primer Domingo después de Pascua, debe ser la Fiesta de la Misericordia y los sacerdotes deben hablar a las almas de mi grande e insondable Misericordia".
En 1997, en peregrinación al Santuario de Jesús Misericordioso en Cracovia, ante la tumba de la Beata Faustina Kowalska, Juan Pablo II agradeció el haber podido "contribuir personalmente al cumplimiento de la voluntad de Cristo, mediante la institución de la fiesta de la Divina Misericordia", que de la Diócesis de Cracovia, donde él era Arzobispo, se difundió en tantas otras diócesis del mundo entero. Es difícil estimar cuántos millones de fieles, cada año, celebran en la Iglesia universal, bajo la guía de los propios Pastores, la fiesta de la Misericordia en el primer Domingo después de Pascua. Realmente esta devoción de la Divina Misericordia se difundió rápidamente por un impulso divino, como Juan Pablo II dijo en el día de la beatificación de la Hna. Faustina, el 18 de abril de 1993: "¡Es verdaderamente maravilloso el modo en el que la devoción a Jesús Misericordioso se abre camino en el mundo contemporáneo y conquista tantos corazones humanos! Esto es, sin duda, un signo de los tiempos, un signo de nuestro siglo XX".
El Santo Padre, en la Audiencia general del 12 de enero de 1994, también decía que: "el mensaje de la Misericordia de Dios es una fuerte llamada a una confianza más viva, "Jesús, ¡confío en Ti!". Es difícil encontrar palabras más elocuentes de las transmitidas a nosotros por la Hna. Faustina". Por esto, "La Iglesia relee el Mensaje de la Misericordia para llevar con más eficacia a la generación de finales del milenio y las futuras, la luz de la esperanza" (Juan Pablo II en Cracovia, el 7 de junio de 1997).
Para la hora de la Misericordia, baste recordar que el Señor dijo a la Hna. Faustina: "Cada vez que sientas el reloj dar las tres, acuérdate de introducirte totalmente en mi Misericordia, adorándola y exaltándola; invoca Su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, porque fue en aquella hora cuando fue abierta para todas las almas". Por la difusión del culto de la Divina Misericordia, Jesús confió que, "A las almas que difunden el culto de mi Misericordia, las protegeré toda la vida, como una tierna madre (protege)a su hijo todavía lactante y en la hora de la muerte no seré para ellas Juez, sino Salvador misericordioso"... "En aquella hora obtendrás todo para ti misma y para los demás; en aquella hora se otorgó gracia al mundo entero; la misericordia venció a la justicia". (Agencia Fides 2/4/2005)


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