Roma (Agencia Fides) – Comienza dentro de pocas semanas la primera fase de un proyecto europeo que, basado en un partnership con África, probará fármacos y vacunas contra las enfermedades de la pobreza: malaria, SIDA y tuberculosis. Investigadores y expertos pertenecientes a 14 países miembros de la Unión europea (Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Holanda, Austria, Bélgica, Reino Unido, España y Suecia) más Noruega, han trabajado en estos últimos meses en estrecho contacto con los científicos africanos para que las experimentaciones se pudiesen diseñar a medida según las exigencias de los países mas afectados por el SIDA, malaria y tuberculosis. EL proyecto se llama European developing countries clinical trial partnership (EDCTP) y se propone principalmente, conseguir tres objetivos: construir una red de cooperación que una los programas nacionales de los países participantes por medio de la actuación conjunta de tales programas o de algunas partes de los mismos; probar nuevas moléculas, ya descubiertas, pero no probadas todavía debido a un mercado no suficientemente rentable para las compañías farmacéuticas, como ocurre en África, acelerando así el paso de las resultados de la investigación de base a la aplicación.; reforzar la potencialidad de la investigación clínica en los países en vías de desarrollo, estimulando una efectiva e indispensable participación. (AP) (Agencia Fides 2/7/2003 Líneas: 20 Palabras: 218)
BREVE DESCRIPCIÓN DE LA ENFERMEDAD TROPICAL MAS DIFUNDIDA EN EL MUNDO
Toda la culpa es de un mosquito. O mejor dicho de un microorganismo unicelular que vive en su estomago y en sus glándulas salivares. El mosquito pertenece al género Anopheles; el parásito se llama Plasmodio y entre las cuatro especies existentes (falciparum, vivax, ovlae y malariae) el mas aguerrido es sin duda alguna el falciparum. Cuando el mosquito en cuestión pica a un ser humano, inyecta en su sangre el Plasmodio que encuentra aquí un ambiente favorable para su reproducción. Comienza pues a producir parásitos cada 48 ó 72 horas produciendo en poco tiempo la aparición de la enfermedad. Después, si otro mosquito pica a la persona ya infectada, el Plasmodio pasa al insecto sano que se convierte así a su vez en vehículo de la enfermedad. Y así continua multiplicándose el fenómeno en miles de seres humanos y de mosquitos. A veces, la transmisión se realiza en la transfusión de sangre y ocasionalmente, de madre a feto durante el embarazo. La malaria además, es particularmente sensible a las variaciones climáticas, sobre todo al aumento de temperatura y a la humedad. No sorprende pues que esté más extendida sobre todo en los lugares mas cálidos del mundo y que alcance su vértice durante la estación de las lluvias. Los síntomas dependen del tipo de Plamodio responsable y van desde la aparición de fiebre a dolores en articulaciones y músculos, del dolor de cabeza a vomito hasta las convulsiones, de la anemia hasta el aumento del bazo. El ataque típico prevé una “fase fría” de una media hora seguida de una “fase caliente” con fiebre de hasta 42ºC que puede durar desde 3 a 8 horas y por último un “estado de sudoración” que supone el fin imprevisto de la fiebre. El Plasmodium falciparum puede además atacar al cerebro dando lugar a la forma más devastante de la malaria, la “malaria cerebral” o “perniciosa” que desde estados de confusión o delirio puede llevar hasta al coma y si los síntomas no son curados hasta la muerte. En la actualidad esta enfermedad es el flagelo de los países más pobres, sobre todo de África, pero desde los años 50 ha afectado también a Europa y Estados Unidos (en Italia la epidemia estaba centrada en al Agro Pontino, a lo largo del delta del Po y en Cerdeña). Su desaparición en los países industrializados y también en algunos países tropicales, como India, se debió al uso extensivo del DDT, unido a la administración de algunos fármacos anti-malarios. Pero el éxito de esta estrategia duró poco: la expulsión del DDT del comercio y el desarrollo de la resistencia a los fármacos en uso provocó en los países calientes y más pobres una rápido aumento en las tasas de mortalidad y morbididad. En la actualidad se conocen 1.400 genes del Anopheles gambiae algunos implicados en la respuesta inmunitaria del insecto contra el parásito, otros en la eliminación de las sustancias contenidas en los insecticidas, otros en la atracción del animal hacia la sangre humana. Del Plasmodio se han identificado 14 cromosomas y 5.300 genes en gran parte implicados en el proceso que permite al Plasmodio evitar la reacción del sistema inmunitario de la víctima y de cambiarse de modo diverso en cada infección. (Agencia Fides 2/7/2003)