Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Y he aquí que el día esperado ha llegado; ha llegado pronto, porque así lo ha querido el Señor: ¡Juan Pablo II es beato!” ha exclamado el Santo Padre Benedicto XVI durante la homilía pronunciada el domingo 1 de mayo, durante la solemne Concelebración Eucarística durante la cual ha proclamado Beato al Siervo de Dios Juan Pablo II. La liturgia solemne, concelebrada por el Colegio Cardenalicio, a la que asistieron Arzobispos, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, estaban presentes 87 delegaciones de diferentes países y cientos de miles de personas, más de un millón, según estimaciones oficiales, llegadas de todo el mundo que colmaban la Plaza de San Pedro y las calles circundantes. Era posible seguir la Misa en pantallas gigantes instaladas en varias plazas diferentes de la ciudad.
“Juan Pablo II es beato por su fe, fuerte y generosa, apostólica” ha dicho Benedicto XVI citando el Evangelio del día, que narra la aparición de Jesús resucitado a Santo Tomas. Además su Beatificación se celebra en el segundo domingo de Pascua, “que el beato Juan Pablo II dedicó a la Divina Misericordia” y “el primer día del mes de mayo, el mes de María, bajo la mirada maternal de Aquella que, con su fe, sostuvo la fe de los Apóstoles, y sostiene continuamente la fe de sus sucesores, especialmente de los que han sido llamados a ocupar la cátedra de Pedro”.
En lengua polaca, el Santo Padre ha subrayado que: “Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de la libertad.”
Sintetizando el mensaje de Juan Pablo II, el Santo Padre prosigue: “nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre: el tema de su primera Encíclica e hilo conductor de todas las demás. Karol Wojtyła subió al Solio de Pedro llevando consigo la profunda reflexión sobre la confrontación entre el marxismo y el cristianismo, centrada en el hombre. Su mensaje fue éste: el hombre es el camino de la Iglesia, y Cristo es el camino del hombre. Con este mensaje, que es la gran herencia del Concilio Vaticano II y de su «timonel», el Siervo de Dios el Papa Pablo VI, Juan Pablo II condujo al Pueblo de Dios a atravesar el umbral del Tercer Milenio, que gracias precisamente a Cristo él pudo llamar «umbral de la esperanza». Sí, él, a través del largo camino de preparación para el Gran Jubileo, dio al Cristianismo una renovada orientación hacia el futuro, el futuro de Dios, trascendente respecto a la historia, pero que incide también en la historia”. (SL) (Agencia Fides 2/05/2011)