Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – Está firmada por el Cardenal Ivan Dias Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y por el Secretario del Dicasterio Misionero Su Exc. Mons. Robert Sarah, la carta dirigida a los Obispos y sacerdotes en China Continental.
Queridos Hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
¡La Paz este con vosotros!
La celebración del Año Sacerdotal recientemente concluido me lleva a enviaros un saludo fraterno y cordial y unas palabras de aliento en el arduo empeño pastoral que lleváis a cabo como guías del rebaño que el Señor os ha confiado en esta noble nación. Desearía tanto deciros estas cosas personalmente, y escuchar también vuestras alegrías y vuestros dolores, además de las esperanzas que nutrís y los desafíos que afrontáis cada día. Vuestros testimonios y mensajes que llegan a esta Congregación Misionera, nos consuelan y nos empujan a rezar con fervor para que el Señor os fortalezca cada vez más en la fe y os sostenga en vuestro esfuerzo para propagar la Buena Nueva de Jesucristo en ese amado país
Teniendo en la mente la insigne figura de San Juan María Vianney, Cura de Ars, que ha sido muy recordado durante el Año Sacerdotal, reconocemos ante todo – con toda humildad – que hemos sido llamados por Jesús para ser “ya no siervos, sino amigos” (cfr Jn 15, 15) no por nuestros méritos, sino por Su infinita misericordia. Él nos ha conferido la insigne dignidad de ser Alter Christus y ministros de su Palabra, de su Cuerpo y Sangre. Recordamos siempre sus palabras: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he enviado para que vayáis y déis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16).
Efectivamente porque un sacerdote es un “Alter Christus” - más aún “Ipse Christus”- debe ser un hombre de Dios y un hombre para los demás.
En primer lugar, hombre de Dios, es decir alguien que lleva a los seres humanos a Dios y viceversa. Por lo tanto, debe distinguirse como hombre de oración y de vida austera, profundamente enamorado de Jesús y como Juan Bautista, orgulloso de proclamar su presencia entre nosotros, especialmente en la Santa Eucaristía.
Un sacerdote debe ser también un hombre para los demás, completamente entregado a los fieles, jóvenes y adultos, confiados a sus cuidados pastorales y a todos aquellos con los que el Señor Jesús quiso identificarse o hacia los cuales demostró benevolencia: los pecadores, ante todo, y los pobres, los enfermos y marginados, las viudas, los niños, además de las ovejas que no son aún de su redil (cfr Jn 10, 16). Un eclesiástico estará atento, por lo tanto, a resistir a cualquier deseo de enriquecerse con bienes materiales, o de buscar favores para sí mismo o para su familia o etnia, o a la ambición de hacer carrera en la sociedad o en la política. Todo esto es ajeno a su vocación sacerdotal y lo distrae gravemente de su misión de conducir a sus fieles, como buen pastor, por el camino de la santidad, de la justicia y de la paz.
Permitid, queridísimos hermanos, que me detenga sobre el importante papel de un Obispo o de un sacerdote como agente de unidad en el seno de la Iglesia de Dios. Esta tarea tiene una doble dimensión y comporta la comunión con el Papa, la “piedra” sobre la cual Jesús quiso edificar su Iglesia, y la unión de los miembros que forman parte de ella.
En primer lugar: comunión con el Santo Padre. Sabemos bien cuánto algunos de vosotros han debido sufrir en el pasado reciente a causa de su fidelidad a la Santa Sede. Rendimos homenaje a cada uno de ellos, en la certeza de que, como afirma el Papa Benedicto XVI, “la comunión con Pedro y sus Sucesores es garantía de libertad para los Pastores de la Iglesia y para las propias Comunidades a ellos confiadas”: de hecho, “el ministerio petrino es garantía de libertad en el sentido de la plena adhesión a la verdad, a la auténtica tradición, de manera que el Pueblo de Dios sea preservado de los errores relativos a la fe y a la moral” (Homilía pronunciada en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, 29 de junio de 2010). La ejemplar fidelidad y el admirable valor, demostrados por los católicos en China hacia la Sede de Pedro, son un don precioso del Señor.
a otra dimensión de la unidad de los cristianos es la unión entre los miembros de la comunidad eclesial. Este es el importante desafío que estáis ya afrontando, intentando reforzar la unidad en el seno de la misma Iglesia. Sería útil entrar a menudo espiritualmente en el Cenáculo, donde el Señor Jesús, tras haber celebrado la Última Cena junto a sus Apóstoles y haberles ordenado sacerdotes de la Nueva y Eterna Alianza, oró al padre “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17, 21). En tres ocasiones Jesús insistió en la unidad de sus seguidores como signo de credibilidad de que el Padre le había enviado al mundo. Queridísimos hermanos, tomemos en serio este sentido llamamiento a la unidad de los Pastores que viene del Corazón de Aquel que tanto les amó, les llamó y les envió a trabajar en su Viña.
En la citada homilía, el Santo Padre afirmó: <
Alabemos al Señor por los esfuerzos ya realizados o en acto respecto a la unidad en el seno de la Iglesia, también en fiel conformidad a las indicaciones dadas por el Santo Padre en la Carta que Él os dirigió el 27 de mayo de 2007, y por los resultados obtenidos hasta ahora. Quiera Dios bendecir vuestras iniciativas para que la unidad de los Pastores entre sí y entre sus rebaños sea cada vez más firme en Cristo y en la Iglesia “ad maiorem Dei gloriam”.
En esta circunstancia tan propicia, me honro de aseguraros la cercanía espiritual de Su Santidad el Papa Benedicto XVI, el Cual os bendice con afecto paterno junto a aquellos que están confiados a vuestros cuidados pastorales, y os invita a proseguir intrépidos por el camino de la santidad, de la unidad y de la comunión, como lo hicieron las generaciones que os han precedido.
Que María Santísima, Auxiliadora de los Cristianos, a la que la Iglesia en China venera en Sheshan con devoción tierna y filial, os proteja y haga fructificar todos vuestros propósitos para esparcir el bello perfume del Evangelio de su Hijo Jesús en todo rincón de vuestra amada Patria. Que os asista en esta importante y comprometida tarea el luminoso ejemplo del inolvidable misionero en China, Padre Matteo Ricci S.J., del que recordamos, con reconocido afecto, el 400 aniversario de su partida hacia el Reino del “Señor del Cielo”.
Con la renovada seguridad de nuestras oraciones y con saludos fraternales In Corde Mariae.
Desde la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, el 5 de julio de 2010.
Card. Ivan Dias
Prefecto
+ Robert Sarah
Secretario
(Agencia Fides 29/07/2010)