Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) -El pasado 7 de octubre se celebró la memoria de Nuestra Señora del Rosario, una advocación particularmente amada por innumerables fieles. La oración del Santo Rosario nutre la piedad mariana, ayuda a reconocer aquel indisoluble vínculo que une a Jesús y María, don extraordinario de la gracia para toda la humanidad. Esta milagrosa unión entre la Madre y el Hijo de Dios, la Iglesia la ha experimentado desde sus inicios, y a lo largo de los siglos ha contemplado e iluminado este profundo misterio. Ante esta luz de particular belleza se comprenden las palabras de Pablo VI, el Papa de la “Marialis Cultus”: “Si queremos ser cristianos debemos ser marianos, es decir; debemos reconocer la relación esencial, vital, providencial que une la Señora a Jesús y que nos abre el camino que nos conduce a Él” (Pablo VI, homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Bonaria, 24 de Abril de 1970)
El Rosario es, en efecto, “camino” de oración que conduce de la Madre al Hijo, aunque pueda parecer una oración “pobre” o incluso “monótona”. En el fondo, también del respirar se podría decir lo mismo: aparece débil y repetitivo, pero !cuan vital es!
La oración mariana por excelencia parece pobre pero es rica, aparentemente monótona, y sin embargo no cansa nunca. Quien la practica con fe recibe una fuerza y una serenidad particulares, incluso para afrontar los problemas cotidianos.
El Rosario es una práctica de oración tan simple que incluso los más pequeños la pueden aprender. En las familias y en las comunidades donde se recita el Rosario con los niños, se experimenta la particular benevolencia de Jesús, testimoniada por el Evangelio: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos (Mc 10, 14-16). Donde rezan los niños se renueva la efusión de esta bendición, se manifiesta la especial predilección del Señor por los pequeños y todos se ven beneficiados.
¡Cuántas gracias han atraído sobre el pueblo de Dios los tres pastorcitos de Fátima; Francisco, Jacinta y Lucía! Ellos recibieron del Cielo el mandato de recitar muchos rosarios por la paz, y Portugal, efectivamente, se salvó de la gran guerra.
El Santo Padre Benedicto XVI, recordando que el mes de octubre está dedicado a la oración del Rosario y al esfuerzo misionario, el 7 de octubre recordó, entre otras cosas, la invitación de Fátima: “La imagen tradicional de la Virgen del Rosario representa a María que con un brazo sostiene al Niño Jesús y con el otro presenta el Rosario a Santo Domingo. Esta significativa iconografía muestra que el Rosario es un medio que nos ofrece la Virgen para contemplar a Jesús y, meditando su vida, amarlo y seguirlo cada vez con más fidelidad. Es la consigna que la Virgen dejó también en diversas apariciones. Pienso, de modo particular, en la de Fátima, acontecida hace 90 años. A los tres pastorcillos Lucía, Jacinta y Francisco, presentándose como “la Virgen del Rosario”, les recomendó con insistencia rezar el Rosario todos los días, para obtener el fin de la guerra. También nosotros queremos acoger la petición materna de la Virgen, comprometiéndonos a rezar con fe el Santo Rosario por la paz en las familias, en las naciones y en el mundo entero”. (Benedicto XVI, Ángelus del 7 de octubre de 2007)
El mensaje de Fátima muestra la especial importancia que asume el rezo del Rosario desde niños. Confiando en la invitación del Señor, “dejad que los niños vengan a mí” y en aquel de Nuestra Señora de Fátima, las familias pueden recurrir a la oración del Rosario para recibir grandes beneficios. ¡Cuánta protección han experimentado las generaciones pasadas de creyentes, gracias a esta oración convertida por tantas familias en una práctica cotidiana! La Iglesia no se cansa de recomendar el rezo - sea individual o comunitario - especialmente a las “pequeñas iglesias domésticas”, que son, entre otras cosas, el primer seminario de las futuras vocaciones al sacerdocio.
El Siervo de Dios Juan Pablo II, proclamó el “año del Rosario” (octubre 2002 - octubre 2003) para relanzar, a nivel universal, esta oración, a la cual dedicó también una Carta Apostólica. En esta, decía: “Si en la Carta apostólica Novo millennio ineunte he alentado la celebración de la Liturgia de las Horas por parte de los laicos en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales y de los diversos grupos cristianos, deseo hacerlo igualmente con el Rosario. Se trata de dos caminos no alternativos, sino complementarios, de la contemplación cristiana. Pido, por tanto, a cuantos se dedican a la pastoral de las familias que recomienden con convicción el rezo del Rosario. (...) La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino. “ (Juan Pablo II, “Rosarium Virginis Mariae”, n. 41) (Agencia Fides 9/10/2009; líneas 57 palabras 868)