Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - Que el Cristianismo perseguido en los diversos escenarios del mundo no sea hoy noticia es un hecho sabido y constantemente confirmado por la poca atención que los medios de comunicación en general (y también los católicos) suelan dedicar al tema de las persecuciones de los cristianos a causa de su fe.
La atención en estos casos, por desgracia cada vez más numerosos, se centra en las razones políticas, sociales, étnicas y casi nunca sobre las meramente religiosas. Decir que los cristianos son perseguidos a causa de esa cruz que adoran y toman como modelo de sus existencias, no es politically correct y sobre todo para algunos, es un hecho del que no se debe hablar, que hay que esconder, disminuir. Pero ¿por qué entonces disminuir la grandeza de hombres y mujeres sencillas de varias naciones que sufren todos los días a causa de su fe? ¿Por qué deben ser exaltados difusamente el compromiso y la ocultación, la hipocresía y la vileza en vez de la virtud de la valentía y de la coherencia de la que dan testimonio cotidianamente hombres y mujeres de los más remotos rincones del mundo al decadente occidente demasiado olvidadizo de su identidad para poder conservarla todavía y ser coherente?
Emerge así de las crónicas cotidianas la voluntad explícita de reducir las violencias que padecen los cristianos en Somalia y Kenia, en Nigeria y Congo, en Kurdistán e India, a hechos separados del valor y del significado de seguir Cristo hasta la cruz. Quizás los medios de comunicación de medio mundo que controlan y encauzan prioritariamente la información dentro de una parrilla de sentidos y explicaciones aborrecen la imagen de estos locos que se dejan pegar y privar de todo derecho, incluso matar, con tal que permanecer fieles a la Cruz.
Por tanto, con el auxilio de eminentes sociólogos y politólogos, reducen los conflictos a meros enfrentamientos locales, a realidades determinadas, sin sacar el motivo principal: la fe en ese Cristo "que es escándalo para los Judíos y locura para los griegos". Esa locura del martirio es, por otra parte, subvalorada o mejor ocultada porque continua siendo hoy para la sociedad de la opulencia material y de la quiebra espiritual "escándalo y locura". Precisamente mientras la laicizada Europa (en España) arruina la propia herencia histórica y espiritual quitando los Crucifijos de los lugares públicos en nombre de la tolerancia, como también deben desaparecer de las crónicas de los periódicos y los telediarios los cristianos: de otro modo parecería que son los únicos que son perseguidos y eso turbaría la armonía ecuménica y dialogante.
La verdad es que en un mundo dominado por la ley del más fuerte y del absoluto predominio de la materia, de la corporeidad sobre el alma y sobre el espíritu, el Cristianismo se está convirtiendo cada vez más rápidamente según el adagio de Nietzsche en "la religión de los débiles", la religión de un grupo de locos. Por ello, mejor hundir esta religión "débil" en el diálogo y en la conciliación. Lastima que dialogar y ser conciliadores sólo pueda ayudar no a salvarse, sino a comprenderse mejor y por desgracia en los diversos escenarios del mundo no son ciertamente los cristianos los que no se hacen entender… El Cristianismo, por el contrario, no es religión del diálogo como forma de vil y afectada defensa del enemigo y del perseguidor: es religión del perdón y del sacrificio en el nombre de Cristo y hoy no sólo son pocos los que sacrifican por El, sino que son cada vez menos los que comprenden las razones de dicho sacrifico y las defienden. Por otra parte ¿por qué defender y proteger a millares de hombres y mujeres que siguen el "escándalo" y la "locura" de Cristo? (F.C) (1 parte, (Agencia Fides 5/12/2008)