Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra” (Lc 7, 44-47).
El pasado domingo hemos meditado estas palabras de Jesús, que se refieren a una pecadora pública, convertida en icono luminoso de auténtica conversión. Invitar a Jesús a nuestras casas, es decir en nuestra vida, como hizo Simón el fariseo, es el primer paso de la conversión pero no el único. Simón, en efecto, había invitado al Señor a su mesa, pero, aún estando a su lado, el corazón estaba lejos de Él. ¡Por este motivo, las fibras más íntimas de su alma eran titubeantes si abrirse realmente al Otro!
Jesús dice a Simón y repite a cada uno de nosotros "ves a esta mujer"?, como diciendo: ¡aprende de ella! "Tú no me diste agua… ella en cambio… tú no me diste un beso, ella en cambio… Tú no me ungiste la cabeza pero ella… Por esto te digo: ¡quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor! He aquí la estupenda catequesis sobre la necesidad de "amar mucho", que deberíamos grabar en nuestros corazones, para encontrar realmente al Señor; ¡la verdadera conversión supone siempre un dejar, un perder, un abandonarse a si mismo, el amor propio, para entrar en la vida de Dios!
Cuántas veces se corre el peligro, como Simón, de estar "al lado" de Jesús, a quizás en la celebración de al Santa Misa, o bien en un grupo de oración o catequesis, pero sin dejarse penetrar por Su Presencia, sin dejar que nuestro corazón se abandone en Su Corazón que siempre está abierto de par en par para nosotros. Se puede llegar a ser un experto en las cosas de Cristo, de la doctrina, de la teología, de la catequesis, de la espiritualidad… pero enamorarse de Él es otra cosa bien distinta...
Jesús necesita "apóstoles", personas que tengan la valentía y la fe viva de negarse a si mismo, de perder su modo de ser, para adquirir, poco a poco, un nuevo modo de ser en Cristo.
El Santo Padre Benedicto XVI, al ir a Asís por el VIII centenario de la conversión de Francisco, nos ha hablado de este maravilloso "juglar de Dios”, como de "un verdadero enamorado de Cristo", subrayando la necesidad de que también nosotros lleguemos, a través de un progresivo "camino de conversión", a una intensa comunión de amor con Dios, portadora de alegría y de paz incomparable.
El Papa, hablando a los jóvenes, ha recordado que la conversión consiste esencialmente en este encuentro con Jesús: "sí, queridos jóvenes: ¡dejémonos encontrarnos por Cristo! Confiemos en Él, escuchemos su Palabra.... A Asís se viene para aprender de San Francisco el secreto para reconocer a Jesucristo y tener experiencia de Él. He aquí lo que San Francisco sentía hacia Jesús, según la narración de su primer biógrafo: “llevaba siempre Jesús en el corazón. Jesús en los labios, Jesús en las orejas, Jesús en los ojos, Jesús en las manos, Jesús en todos los otros elementos… Aun más, encontrándose muchas veces en viaje y meditando o cantando a Jesús, se olvidaba que estaba de viaje y se paraba a invitar a todas las criaturas a alabar a Jesús' (1 Cel II, 9, 115: FF 115) (Benedicto XVI, encuentro con los jóvenes en Asís, 17 de junio de 2007.
La Virgen Maria nos enseña que para dejarse aferrar por Cristo se debe entregar la propia vida, repitiendo día tras día "heme aquí". Sólo así el Señor la acogerá en Sus manos y la hará toda Suya, enderezando todo camino equivocado, curando la voluntad rebelde, plasmando las intenciones y purificando los sentimientos, ¡hasta hacer gustar una nueva vida, la vida del espíritu! Es un camino ciertamente arduo, como nos dice el Papa, pero merece la pena realizarlo, si el resultado final es esta vida en el espíritu que no tiene comparación con la vida de antes, aquella en la que uno se conformaba con servir al siervo (el mundo) y no al Dueño (Dios): "¿por qué conformarse de depender de los hombres, cuándo hay un Dios dispuesto a acogerte en su casa, a su servicio real?” (Benedicto XVI, encuentro con los jóvenes en Asís, 17 de junio de 2007). (Agencia Fides 20/6/2007; Líneas: 52 Palabras: 789)