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Robe (Agencia Fides) – «Todo empezó cuando, en Robe, vimos llegar a muchas personas que huían de una prolongada sequía en la zona este de Bale. Intrigados y preocupados, salimos a averiguar qué estaba ocurriendo. Nos encontramos con una zona marcada por condiciones climáticas muy distintas a las de las verdes tierras que rodean Robe». Así inicia su testimonio Teresa Zullo, misionera de la Comunidad Misionera de Villaregia, que ha emprendido este viaje junto a otros misioneros de la Prefectura Apostólica de Robe, en Bale Occidental.
«Esta zona forma parte de la Prefectura Apostólica de Robe, dirigida por el Prefecto Apostólico, el P. Angelo Antolini, OFM Cap, y abarca una extensión equivalente a un tercio del territorio italiano. A pesar de su vastedad, la presencia de la Iglesia es todavía inexistente. Nos encontramos cerca de la región somalí de Etiopía, donde la pobreza es particularmente aguda, agravada por la escasez de infraestructuras, el aislamiento de muchas aldeas y la limitada disponibilidad de agua y bienes esenciales».
«En 2022 comenzamos a explorar esta vasta región, ubicada a unas 6-7 horas por carretera desde la ciudad de Robe. Prácticamente no hay presencia católica: existen algunas comunidades ortodoxas y protestantes en las capitales provinciales, pero la mayoría de la población profesa la fe islámica. Tras nuestro primer viaje, sentimos con fuerza el llamado a “estar” con este pueblo, ofreciendo no solo ayuda material, sino una cercanía hecha de escucha, respeto y amor».
«Nuestra aventura comenzó en marzo de 2023, cuando proseguimos nuestras visitas a varias aldeas de la provincia de Seweyna, llevando pequeñas cantidades de artículos de primera necesidad para afrontar la hambruna», relata Teresa. «A pesar de las muchas dificultades y de la limitada escala de nuestra ayuda, los jefes y familias de las aldeas nos acogieron con curiosidad y cordialidad. Para nosotros fue una señal de que íbamos por el buen camino: hacernos prójimos e iniciar relaciones fraternas».
En junio de 2023 se produjo un punto de inflexión. La Oficina de la Mujer y la Infancia de Seweyna -equivalente a los servicios sociales provinciales- solicitó la colaboración de los misioneros para abordar los barmatilee (en lengua oromo, “contravalores culturales”), entre ellos la mutilación genital femenina, que afecta a más del 90 % de las mujeres, y el matrimonio precoz, frecuente en cerca del 60 % de los casos.
«Nos pusimos manos a la obra recopilando y elaborando materiales, ilustraciones y testimonios para un curso de formación en lengua oromo dirigido, en primer lugar, a los representantes administrativos de las aldeas», explica Teresa. «Gracias al apoyo de amigos y de la Ethiopian Muslim Development Agency, con sede en Addis Abeba, profundizamos en la visión islámica sobre estas prácticas y descubrimos que ni el Corán ni las fuentes islámicas principales las prescriben. Por el contrario, hacen un llamado a no dañar la Creación de Dios. Con esa base, adaptamos los contenidos también para chicas y chicos de secundaria».
Hasta la fecha, los misioneros han impartido cuatro formaciones en escuelas secundarias -dos en la provincia de Gololcha y dos en la de Laga Hidha-, así como siete sesiones formativas para administradores de aldeas: tres en Seweyna, dos en Laga Hidha y dos en Dawe Sarar. «A medida que nuestras formaciones se difundían», continúa Teresa, «las Oficinas de la Mujer y la Infancia de otras provincias comenzaron a contactarnos: primero Laga Hidha, limítrofe con la región somalí, y después Gololcha, más cercana a Robe. Con cada nueva petición, perfeccionamos nuestros materiales y acompañamos las sesiones con pequeños obsequios simbólicos: algo de alimento, kits de higiene para mujeres y cuadernos para los niños, sobre todo al inicio del año escolar».
El relato de este viaje ha continuado con una visita a la provincia de Dawe Sarar, también fronteriza con la región somalí. «Aquí, la situación ha resultado aún más compleja. A algunas aldeas sólo se puede llegar atravesando parte de la Región Somalí, por lo que ni las ONG ni los organismos públicos han podido acudir con facilidad», explica la misionera. «Las oficinas sociales locales nos han pedido entonces que llegáramos hasta esos territorios más aislados. Nos hemos dejado guiar por el deseo de conocer a la gente, y nos hemos hecho amigos de tres pueblos, ofreciendo formación a sus representantes. En uno de ellos, Hantutu, hemos pasado dos días pernoctando, y la población nos ha acogido con gran calidez: incluso nos han cocinado un cabrito. Entre otras necesidades, nos han solicitado ayuda para el seguro médico de unos refugiados instalados en las afueras del pueblo. Ha sido una experiencia conmovedora que nos ha permitido comprender mejor la capacidad de acogida de este pueblo, pero también la complejidad de la vida en esta zona».
«Recientemente, la provincia de Gololcha nos ha pedido que llegáramos a once aldeas, entre ellas la de los Warra Dubee, un pueblo indígena que vive a orillas del río Wabe Shebelle, en la frontera de nuestra prefectura, donde estas prácticas están muy extendidas», añade la misionera. «Laga Hidha también se ha vuelto a poner en contacto con nosotros: quieren más formación y más apoyo material para las mujeres (cuadernos de ejercicios para sus hijos, alimentos y, sobre todo, apoyo para pequeñas actividades generadoras de ingresos). Actualmente actuamos sobre todo en las provincias de Dawe Sarar, Gololcha y Laga Hidha, y deseamos seguir profundizando nuestro conocimiento de este contexto y nuestra acción. Por supuesto, no han faltado los problemas: las grandes distancias, la falta de carreteras, el coste del combustible y del mantenimiento de los coches, las barreras lingüísticas, las limitaciones de fondos y recursos. Sin embargo, cada vez que volvemos de un viaje, regresamos con más ganas de tender puentes de fraternidad y solidaridad».
Para concluir, Teresa ha insistido en la importancia de este compromiso. «Nuestro viaje en Bale Este no se mide sólo en números o estadísticas, sino sobre todo en relaciones: hombres, mujeres, niños que sienten que alguien está cerca, no sólo trayendo artículos de primera necesidad, sino también compartiendo valores de respeto, justicia, paz. Cuando vemos las sonrisas de las niñas y los niños que aprenden la importancia de proteger su integridad, cuando oímos a los líderes de la aldea trabajar para cambiar las prácticas que perjudican a las niñas, nos damos cuenta de que ese es el verdadero milagro: un cambio que parte del corazón, incluso antes que de la organización».
«Bale Este es un lugar que llega al corazón: pensamos en cada persona que hemos conocido, en cada apretón de manos, en cada mirada esperanzada. El Señor nos está guiando “a Este” y enseñándonos, viaje tras viaje, lo precioso que es incluso el más pequeño paso dado en fraternidad» concluye.
(AP) (Agencia Fides 12/4/2025)
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