VATICANO - El Superior General de la Consolata: “Allamano enseña que la misión es de Dios”

sábado, 19 octubre 2024 misión   animación misionera   evangelización   santidad  

Missioni Consolata

Misioneros de la Consolata en Luacano, Angola

Roma (Agencia Fides) - "El hecho de que Allamano sea proclamado santo es una gracia y una inmensa alegría para nosotros. Hoy cantamos nuestro Magnificat, reconocemos que el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros", dice a la Agencia Fides el P. James Lengarin IMC, religioso keniata, Superior General del Instituto de Misiones de la Consolata (IMC), en vísperas de la canonización del P. Giuseppe Allamano presbítero italiano, fundador de las Congregaciones de los Misioneros de la Consolata, entre los santos que serán proclamados en la Plaza de San Pedro el domingo 20 de octubre.

"Es la confirmación de que lo que Allamano vivió y enseñó. Su herencia espiritual, viene de Dios y es una herencia preciosa para nosotros y para toda la Iglesia universal", prosigue. “Esta certeza nos hace avanzar con confianza y esperanza; para la familia religiosa de la Consolata es una confirmación de nuestra vocación misionera: se trata -como decía Allamano-, de una vocación primero a ser santos, después misioneros”. Por tanto, en el camino, recuerda el superior, "ser es antes que obrar. Este es el legado de Allamano, porque la misión es de Dios, no obra nuestra. Como hombres y mujeres enamorados del Evangelio, llenos del Espíritu Santo, podemos ser testigos y heraldos del Reino”, señala.

El Superior General destaca tres aspectos peculiares de la enseñanza de Allamano: "La mansedumbre, esa docilidad que significa ser manso, amable, desprovisto de violencia, dócil a la voluntad de Dios, y que se manifiesta en los momentos de conflicto y dificultad; la Eucaristía como fuente de la misión: significa entregar a Dios las fatigas de cada día y darle gracias por todo; salir de uno mismo y de su zona de confort e ir al encuentro de los que no conocen a Jesús. Nuestra llamada es a vivir todo esto en el aquí y ahora, en nuestro tiempo, en nuestro siglo, en los lugares donde estamos", observa.

Esto "significa ser misioneros de la esperanza: Consolación es nuestro nombre, nuestro carisma. Estamos llamados a salir de nosotros mismos e ir hacia las periferias, a desprendernos del egoísmo para salir al encuentro de los desheredados y marginados". Es también una llamada a "una calidad de vida religiosa y espiritual. Tenemos que evitar dejarnos llevar por las apariencias, los bienes materiales, la preocupación por el dinero o el hambre inagotable de conocimientos. Estamos llamados a desprendernos de todo esto y seguir yendo 'contra corriente', como Allamano en su tiempo. Nuestro único camino es dejarnos atraer por Cristo pobre y crucificado".

P. James Lengarin da algunos ejemplos de vida misionera en su instituto religioso: "En Madagascar, tenemos cinco misioneros en una misión remota en el interior del país, lejos de la ciudad, donde durante seis meses al año se está metido en el agua y el barro. Una vida muy difícil. En Angola se vive una situación similar en la misión de Luacano, donde dos misioneros viven en condiciones extremadamente precarias, lejos de todo y privados de los servicios esenciales. En Venezuela, nuestros misioneros están al lado de los emigrantes, están allí para compartir las penurias de la población, en inestabilidad social y política: comparten el pan y la falta de éste con la gente. Su presencia transmite el consuelo del Señor. En Asia, me gustaría mencionar las pequeñas comunidades diseminadas por las inmensas estepas de Mongolia: son verdaderas comunidades de frontera, en territorios remotos donde se encuentra gente que nunca ha oído hablar de Cristo”.

Todas son experiencias de "Iglesia en salida", de anuncio ad gentes: los misioneros viven en lugares donde ni siquiera llegan los gobiernos y las instituciones estatales, a menudo donde no hay escuela, sanidad, agua. En esos lugares dan testimonio de que las apariencias y la belleza, lo externo y la riqueza no cuentan: cuenta la fe, estar con la gente, estar con Jesús y dar su amor. La misión es desprenderse de estos aparatos culturales y estructurales y alimentarse sólo de Dios: es, ante todo, un camino de salida de uno mismo", señala el Superior General.

En el Instituto de los Misioneros de la Consolata "ya en nuestros años de formación somos educados y preparados para ir donde no hay nada, para encontrar nuestro Todo. Somos educados y preparados para estar entre gente que necesita poco para vivir, y allí encontramos un tesoro, lo esencial que es Dios mismo. Por supuesto que no faltan las dificultades, las pruebas, los sufrimientos ligados a las condiciones de vida, a la extranjería de la lengua y de la cultura. Pero ésa es precisamente la vocación y la vida misioneras: ir hasta los confines de la tierra, teniendo al Señor como única roca. Allamano exhortaba a los misioneros a ‘ser pobres para enriquecer a los demás’. Con este espíritu damos todo lo que somos y, unidos a Él, confiamos en la Providencia y en la ayuda del Señor".
(PA) (Agencia Fides 19/10/2024)


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