ASIA/JAPÓN - Obispo americano Berndt: "Aprendamos el Evangelio de la paz de la gente de Okinawa".

jueves, 11 abril 2024 paz   no violencia   evangelización   evangelio  

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) - "Aprendemos la paz y la no violencia del pueblo de Okinawa. Este pueblo manso nos transmite el Evangelio, nos transmite un valor plenamente franciscano como es el de la paz, tanto interiormente como en la práctica de la vida", dice a la Agencia Fides Mons. Wayne Berndt, OFM Cap, Obispo de Naha, en la isla japonesa de Okinawa, entre los Obispos japoneses presentes en el Vaticano para la visita ad limina apostolorum.
El nombre de Okinawa significa "cuerda en el mar" y es una descripción bastante acertada de una larga franja de islas situada entre las islas principales de Japón y Taiwán. Formada por una isla principal del mismo nombre y otras más pequeñas (49 habitadas y 111 deshabitadas), Okinawa es la prefectura más meridional de Japón y alberga una cultura y una belleza natural milenarias. Como religioso estadounidense, el P. Berndt llegó como misionero a Japón en 1981 y desempeñó diversas tareas pastorales en las diócesis de Naha y Saitama, trabajando también en esta última en el Centro de Casa Abierta para Inmigrantes. De vuelta a Naha, fue párroco y desde 2017 es obispo de un territorio diocesano insular, en la prefectura con cerca de 1,5 millones de habitantes un grupo de unos 6.000 católicos registrados "pero unos 10.000 en realidad", señala.

Okinawa es el principal complejo del archipiélago de Ryūkyū, que constituía un reino autónomo y fue anexionado formalmente en 1874. La población local conserva sus propias peculiaridades culturales y lingüísticas, dialectos y costumbres: los okinawenses se consideran diferentes de los japoneses del continente (algunos aún guardan resentimiento por cómo se trató a las islas durante la II Guerra Mundial). Los okinawenses se autodenominan con orgullo "uchinanchu" o "gente del mar".

El obispo explica: "La cultura es muy diferente a la de Japón. También existe un panorama diferente en cuanto a la religión: mientras que en el resto de Japón prevalece la creencia sintoísta-budista, aquí la base es la ryukyuan, el sistema de creencias indígena. En este contexto, la fe cristiana dialoga con la vida del pueblo: los habitantes son apóstoles de la no violencia. Incluso en los tiempos del Reino de Ryūkyū, no había armas ni ejército, existe una benevolencia de unos hacia otros que brota de lo más profundo del corazón de la gente. Es un valor evangélico y franciscano que encontramos y re-descubrimos cada día", afirma. Los valores evangélicos coinciden con la cultura okinawense, señala. Por ejemplo, "Icharibacho-de" significa "si nos encontramos una vez seremos hermanos" y expresa la forma en que el mismo obispo Berndt -y muchos otros- han sido acogidos por los okinawenses, ya que es una creencia local que "los que eligen vivir y estar con ellos se convierten en familia". Otro concepto es el de "chimugurusan", que se traduce como "sentir el dolor de los demás" y compartirlo para fortalecerse anímicamente. "La gente tiene mucha espiritualidad. De Okinawa procede el famoso Ikigai, la filosofía de encontrar la propia razón de vivir, lo que da sentido a la vida", recuerda.

A nivel eclesiástico, en 1927, la prefectura de Okinawa y la prefectura de Kagoshima, en el sur de Japón, se separaron de la diócesis de Nagasaki y se convirtieron en la Prefectura Apostólica de Kagoshima. Luego hubo acontecimientos políticos que influyeron en la organización de la Iglesia: con el acuerdo del "Tratado de Paz de San Francisco", al final de la Segunda Guerra Mundial, la prefectura de Okinawa y la prefectura de Kagoshima, en las islas del sur, quedaron bajo ocupación militar estadounidense. Por lo tanto, los territorios de Okinawa y las Islas del Sur pasaron a estar bajo la jurisdicción directa de la Santa Sede y fueron encomendados a los frailes capuchinos americanos (Provincia de Nueva York), convirtiéndose en la Administración Apostólica de Ryukyu. En mayo de 1972, cuando Japón recuperó la soberanía sobre Okinawa, la Administración Apostólica de las Ryukyu fue elevada al rango de diócesis, convirtiéndose en la diócesis de Naha, con el primer obispo capuchino, el padre Tadamaro Ishigami, OFMCap.

"Desde hace 80 años, la gente conoce y aprecia el carisma franciscano y lo asocia a la predicación del Evangelio de la paz, también hoy, aquí, en Okinawa, un territorio donde hay bases militares americanas (el 70% de las fuerzas armadas americanas en Japón se encuentran en Okinawa) y donde las tensiones sobre las relaciones con China o la tensa situación en Taiwán se dejan sentir claramente", señala el fraile.

"Hoy en día -dice- la comunidad católica es diversa: en Naha, los fieles son en su mayoría ancianos (es una famosa "zona azul" de longevidad, ed) y están dispersos entre las 14 parroquias de la diócesis. Entre los grupos internacionales hay filipinos, comunidades hispanohablantes como los peruanos, y luego vietnamitas y estadounidenses, pero en términos demográficos y de bautismos, la situación es estable. Ciertamente, existe una dificultad para transmitir la fe a las nuevas generaciones: por eso la diócesis promueve iniciativas pastorales como un campamento de verano anual para niños okinawenses, organizado por universitarios que regresan del Japón continental, con la idea -para los niños y también para los jóvenes- de "ser ellos mismos" como okinawenses, con sus propias especificidades y sensibilidades culturales".

El obispo concluye: "Entre los dos gigantes del territorio indígena, los japoneses y los estadounidenses, la cultura y la comunidad de Okinawa mantienen su identidad, que combina el Evangelio con la promoción de la paz y la no violencia".
(PA) (Agencia Fides 11/4/2024)


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