Por Jacques Mourad*
Gaza (Agencia Fides) - Para presenciar el infierno es necesario dirigirse al Líbano, a Siria y hoy especialmente a Tierra Santa.
El espíritu diabólico de nuestro tiempo está llevando al mundo hacia el abismo, buscando transformarlo en un verdadero infierno. Estamos, de hecho, viviendo en el propio infierno.
La muerte atroz de miles de inocentes en tan solo unos días, el bombardeo de lugares de asistencia y consuelo, que deberían ser los últimos bastiones de la humanidad. Rehenes arrancados violentamente de sus casas, y las organizaciones humanitarias golpeadas mientras tratan de llevar alivio a cuerpos y almas destrozados por la guerra. Las instituciones internacionales sólo pueden mostrar su impotencia, ya que parece que ninguna decisión está realmente en sus manos. En Siria, al pasear por mi diócesis, observo todos los días ancianos y niños, hombres y mujeres que buscan algo de comer en la basura. Cuando llegue el frío, ninguno de ellos tendrá medios ni recursos para calentar sus casas. Este es un mundo convertido en un auténtico infierno.
Si nuestra tierra se ha convertido en un infierno, es porque en nuestra tierra poderes insaciables persiguen intereses insaciables. El Papa Francisco lo ha expresado con calma pero con determinación al repetir que ambos pueblos tienen derecho a un Estado.
No es humano que los palestinos maten a israelíes en kibutz. Y no es humano que los israelíes bombardeen iglesias y hospitales. Nos horrorizó y angustió ver las bombas lanzadas sobre hospitales en Homs y Alepo. Ahora todo esto se está repitiendo en Gaza.
Justificar los bombardeos y ataques a Gaza como medio para erradicar el mal también forma parte del Infierno que se apodera de nuestras tierras. El mal no se erradica con más mal. Quienes buscan eliminar el mal que destruye cuerpos y almas deben primero eliminar el mal de los corazones. Sólo un corazón puro puede purificar otros corazones. Y la purificación de los corazones siempre viene después de la justicia, no antes ni en contra de ella, y nunca mediante la fuerza.
Los palestinos tienen derecho a vivir en libertad en su propia tierra: esa tierra también les pertenece. Desde 1948, han vivido como refugiados en campos diseminados por todo Oriente Medio, y ahora les ocurre lo mismo a millones de sirios. Los palestinos llevan décadas sufriendo, con un dolor que se transmite de generación en generación, sin respuestas y sin que nadie les escuche.
El Papa Francisco, recordando la necesidad de dos Estados para dos pueblos, sugiere la clave para intentar resolver todas las cuestiones y conflictos abiertos en Oriente Medio, no sólo el problema palestino-israelí.
Los palestinos llevan décadas sufriendo sin respuestas y sin ningún lugar al que acudir. Víctimas de una violencia que procede de diferentes partes. No sólo del ejército israelí, sino también de otros países, incluidos los países árabes.
Aquellos que buscan reconstituir antiguos reinos entre el Éufrates y el Nilo, y quienes abogan por borrar a otros pueblos de la tierra que va desde el río hasta el mar, pretenden excluir para siempre del horizonte del futuro y de la historia la posibilidad de un Estado de Palestina y la idea misma de dos pueblos que convivan en dos Estados. Si el mundo tolera y justifica esto, confirma la injusticia y arrebata la esperanza.
La pregunta que debemos plantearnos hoy es: ¿quieren las potencias mundiales continuar en esta dirección? La respuesta a esta pregunta tiene que ver con el futuro de esta tierra, y de toda la Tierra. La respuesta tiene que ver no sólo con las guerras de hoy, sino con la posible dispersión de las semillas de guerras que estallarán dentro de diez, veinte o cincuenta años. No sólo somos responsables de lo que ocurre hoy en las zonas de guerra: se nos pedirá cuentas de todo el futuro de la Tierra, con todas las consecuencias de la guerra, en términos de flujos migratorios, creación de nuevos campos de refugiados y agotamiento de recursos vitales como el agua. Por eso también me impresiona el viaje del Papa Francisco a Dubai para participar en la COP 28: también esto muestra la preocupación de la Iglesia por la emergencia climática y medioambiental. Y por todo lo que afecta a la vida y al bien de las personas y del mundo. (Agencia Fides 15/11/2023)
* Arzobispo de Homs, Hama y Nabek