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Por Gianni Valente
Ulanbaatar (Agencia Fides) - «Contempladlo, y quedaréis radiantes». El versículo del Salmo 34 ha sido elegido como lema episcopal por Mons. Giorgio Marengo, misionero de la Consolata y Prefecto Apostólico de Ulán Bator, creado Cardenal por el Papa Francisco en el Consistorio del 27 de agosto de 2022. Viendo las imágenes y escuchando las palabras del segundo reportaje de vídeo realizado para la Agencia Fides por Teresa Tseng Kuang Yi en vista del viaje del Papa Francisco a Mongolia (1-4 de septiembre), el versículo-lema parece captar la naturaleza íntima de la vida y de la aventura misionera del padre Marengo en Mongolia. Una aventura en la que las alegrías pesan más que las penurias, que las dificultades y que el aspecto de la propia pobreza. «Yo», confiesa el Prefecto de Ulán Bator desde los primeros pasajes del vídeo, «estoy agradecido de que el Señor haya querido enviarme aquí».
La «alegría más hermosa» mencionada por el Cardenal misionero (véase el vídeo adjunto) no nace de contemplar con legítima satisfacción los frutos del propio trabajo y dedicación. Lo que llena el corazón de la gratitud más grande es haber contemplado la acción de la gracia a lo largo del tiempo, haber visto cómo «más allá de todas nuestras dificultades y de nuestra pobreza, el Señor se ha abierto camino en el corazón de estas personas, que luego han decidido encomendarse a Él». Contemplando cómo luego «el Señor ha guiado la vida de estas personas, de una manera misteriosa y muy personalizada». Esta -insiste el padre Marengo en el vídeo reportaje- es seguramente la alegría más hermosa», «acompañar a las personas en su camino de fe».
En el vídeo reportaje fluyen los recuerdos y las imágenes de los comienzos: el primer vuelo tomado a los 27 años de Seúl a Ulán Bator («Escuchábamos a las azafatas hablar en mongol. Me dije: quién sabe si algún día podremos aprender también este idioma»), la primera misa “pública” celebrada en un Ger, la tradicional tienda mongola («Eso, lo recuerdo como un momento muy, muy bonito»).
El Cardenal menciona también el importante redescubrimiento de la anterior presencia cristiana en territorio mongol, la historia de aquella antigua Iglesia de Oriente, de impronta teológica nestoriana, que en los primeros siglos de la Edad Media había llegado también a China: «Nos gusta y sentimos que es nuestro deber volver a conectar con este pasado», señala el cardenal Marengo, «porque a veces el cristianismo en Mongolia se considera como algo reciente, nuevo e importado», mientras que en Mongolia «en realidad, la fe cristiana tiene raíces muy antiguas», y «también sabemos que en la época del gran imperio de Gengis Kan, algunos comandantes, soldados eran de fe cristiana».
El cardenal Marengo menciona también las dificultades y los esfuerzos realizados para adentrarse en la lengua y la cultura mongolas, con su «matriz nómada» tan diferente de las culturas europeas «sedentarias», y que se refleja además en la forma de concebir las viviendas y en la concepción del tiempo: para una cultura nómada «todo debe ser transportable, ligero y temporal», mientras que en las culturas sedentarias siempre se tiende a «construir cosas que permanezcan en el tiempo».
Esta mirada atenta para captar las distinciones y transformarlas en un intercambio recíproco de dones también la aplica Marengo a su historia personal, y en particular a la decisión papal de crearlo cardenal, decisión que llevó al Colegio Cardenalicio al representante de una Iglesia local con menos de 1.500 miembros bautizados.
Con la llamada a formar parte del Colegio Cardenalicio, el padre Marengo señala que su experiencia como pastor de una pequeña comunidad eclesial local «se extiende también a la universalidad de la Iglesia, para ofrecer a la Iglesia universal lo que la experiencia de una Iglesia misionera tan pequeña y nueva puede tener». El cardenal misionero habla de un «doble movimiento», por el que «la particularidad de esta Iglesia» es vivida «dentro de la universalidad de toda la Iglesia católica». El cardenal capta también el interés de favorecer un «intercambio» propicio entre «la frescura de la fe en un contexto como el de Mongolia» y «la riqueza de la tradición eclesial que nos llega de Iglesias con una experiencia más longeva».
Esta -parecen indicar las evocadoras palabras del cardenal Marengo- es la ocasión propicia en el horizonte del próximo viaje del Papa Francisco a Mongolia: sugerir a todos que toda Iglesia es siempre Iglesia naciente, dependiente en cada uno de sus pasos de la gracia de Cristo, y no se «construye» por sus propias fuerzas, ni siquiera en los lugares donde se han levantado grandes catedrales y se han alzado Imperios cristianos; toda Iglesia es «peregrina» en la escena de este mundo, «cuya figura pasa» (Pablo VI); toda Iglesia es nómada, como el pueblo de Mongolia con sus tiendas, siempre en camino hacia el cumplimiento de los tiempos.
(Agencia Fides 25/7/2023)
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