Roma (Agencia Fides) - Después de la generación de los Apóstoles, los testigos “por excelencia” del Evangelio de Cristo han sido siempre los mártires, aquellos que derramaron su sangre por Cristo y experimentaron también en su carne el milagro de perdonar “a sus verdugos”. Porque los mártires no son héroes “que han brotado en un desierto”, sino que son “frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia”. Y la Iglesia nunca ha hecho reproches a sus mártires, y siempre ha considerado el martirio como “un don eximio y la suprema prueba de amor”. Con estas y otras elocuentes expresiones, el Papa Francisco ha recordado el vínculo íntimo e indisoluble que une el anuncio del Evangelio al martirio, una experiencia que siempre marca y acompaña la vicisitud de la Iglesia en la historia. Lo ha hecho hoy, miércoles 12 de abril, durante la Audiencia General, continuando el ciclo de catequesis dedicado a la pasión por el anuncio del Evangelio y al celo apostólico. Las filas de los mártires de hoy “son más numerosas en nuestro tiempo que en los primeros siglos”, ha repetido una vez más el Papa Francisco, rindiendo un homenaje particular a la memoria y a los nombres de las Hermanas de la Caridad asesinadas en Yemen en los últimos años (véase Fides 4 y 5/3/2016).
La palabra “martirio” - ha recordado el Pontífice al inicio de su catequesis, ante la multitud congregada en la Plaza de San Pedro - deriva del griego martyria, que significa precisamente testimonio. Sin embargo, “enseguida en la Iglesia se usó la palabra mártir para indicar a quien daba testimonio hasta el derramamiento de la sangre”. El núcleo y la fuente del martirio - ha continuado el Obispo de Roma, citando los sermones que San Agustín dedicó al mártir San Lorenzo, diácono romano - no es un arrebato de heroísmo religioso, sino un “misterio de amor”, un dinamismo todo él entretejido de “gratuidad y gratitud” por los dones de la salvación recibidos gratuitamente de Cristo. Y “el Concilio Vaticano II - ha señalado el Papa citando la Constitución dogmática Lumen Gentium - nos recuerda que «el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor»”.
El Papa Francisco ha destacado en su catequesis que, entre las connotaciones que hacen que el martirio cristiano sea incomparable a formas de heroísmo y entrega, está el hecho de que “los mártires, imitando a Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quien rechaza el anuncio en una ocasión suprema de amor, que llega hasta el perdón de los propios verdugos”. “Los mártires - ha insistido el Papa - perdonan siempre a sus verdugos. Esteban, el primer mártir, murió rezando: ‘Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen’. Los mártires rezan por los verdugos”. Y aunque “si bien son solo algunos a los que se les pide el martirio”, el milagro del perdón ofrecido a sus verdugos y la participación de los mártires en el misterio de la Pasión de Cristo recuerdan a todos “que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, también cuando no llega al derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, imitando a Jesús”.
En la parte final de su catequesis, el Papa Francisco ha recordado el testimonio martirial de las Hermanas Misioneras de la Caridad presentes en Yemen, donde “ofrecen asistencia a ancianos enfermos y a personas con discapacidad. Algunas de ellas han sufrido el martirio, pero las otras siguen, arriesgan la vida y van adelante. Acogen a todos, de cualquier religión, porque la caridad y la fraternidad no tiene confines”. El Obispo de Roma ha recordado que “en julio de 1998 Sor Aletta, Sor Zelia y Sor Michael, mientras volvían a casa después de la misa fueron asesinadas por un fanático, porque eran cristianas”. Luego, en marzo de 2016, “Sor Anselm, Sor Marguerite, Sor Reginette y Sor Judith fueron asesinadas junto a algunos laicos que las ayudaban en la obra de la caridad entre los últimos (...) Entre estos laicos asesinados - ha añadido el Papa Francisco -, además de cristianos había fieles musulmanes que trabajaban con las hermanas. Nos conmueve ver cómo el testimonio de sangre puede unir personas de religiones diferentes. Nunca se debe asesinar en nombre de Dios, porque para Él somos todos hermanos y hermanas. Pero juntos se puede dar la vida por los otros”. “Recemos - ha concluido el Obispo de Roma, utilizando una expresión tomada de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios-, para que no nos cansemos de testimoniar el Evangelio también en tiempo de tribulación. Que todos los santos y las santas mártires sean semillas de paz y de reconciliación entre los pueblos por un mundo más humano y fraterno, esperando que se manifieste en plenitud el Reino de los cielos, cuando Dios será todo en todos”.
(GV) (Agencia Fides 19/4/2023).