Roma (Agencia Fides) “Enviada por Dios a las gentes para ser sacramento universal de salvación, la Iglesia, por exigencia radical de su catolicidad obediente al mandato de su Fundador, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres” (Ad Gentes 1).
“En nuestra época en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumenta los vínculos entre lo diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas. En su misión de fomentar la unidad y la caridad entre los hombres y, aun mas, entre los pueblos, considera aquí ante todo, aquello que es común a los hombres y conduce a la mutua solidaridad” (Nostra Aetate 1).
Al inicio de estos dos importantes documentos del Vaticano II queda bien clara la idea de Iglesia que el Concilio quiere poner en evidencia, como sacramento universal de salvación para todos los hombres y sacramento de unidad dentro del genero humano. Tal concepto lo encontramos sintetizado de modo mas evidente en la Lumen Gentium, la constitución dogmática sobre la Iglesia que ha hecho de sostén, junto con la constitución Gadium et Spes, de todo el magisterio de Juan Pablo II. El Concilio ha heredado de la Tradición tal concepto, ampliándolo de contenido y evidenciando mayormente y de modo más solemne. Continuando con esta Tradición, los 25 años de pontificado del Papa Wojtyla no representan sino la actualización y el testimonio apostólico y pastoral de este concepto de Iglesia como ‘sacramento’.
Para Juan Pablo II estos dos conceptos fundamentales de fe la Iglesia como sacramento universal de salvación y sacramento de unidad del genero humano no han representado y no representan solo la naturaleza íntima de la Iglesia, sino también dos desafío pastorales y misioneros a los que ha querido responder por medio de su pontificado y en particular por su magisterio. Dos signos de los tiempos que por medio de Juan Pablo II la Iglesia ha querido conseguir para expresase mejor a si misma.
El magisterio de Juan Pablo II sobre las otras religiones
Todo el magisterio del Papa sobre otras religiones es leído e interpretado dentro de este contexto teológico, pastoral y espiritual que hemos trazado.
Ya en su encíclica Redemtoris Hominis se pueden encontrar las coordenadas fundamentales de las enseñanza de Juan Pablo II sobre las otras religiones. En este documento el Papa nos hace comprender pronto cual es el la labor fundamental de la Iglesia: la misión. Esto es la labor de llevar a todos los hombres la Redención de Cristo. Desde este punto de vista la Iglesia está llamada a dialogar con el fenómeno humano en cuanto tal. En los n 6,11 y 12 del documento se habla mas precisamente del dialogo que la Iglesia debe sostener con el fenómeno religioso en sentido amplio y con las religiones en sentido especifico.
Así , desde esta encíclica se puede ya notar como Juan Pablo II trata de las otras tradiciones religiosas desde dos puntos de vista que consideramos fundamentales: uno, las otras tradiciones religiosas son consideradas por el Papa como una emanación de la acción universal del Espíritu Santo que sopla mas allá de los confines visibles de la Iglesia con quien está llamada a dialogar; dos las otras religiones deben ser interpretadas a la luz de la misión que tiene la Iglesia de llevar la Redención de Cristo a todos los hombres.
En el curso de su pontificado Juan Pablo II ha puesto el acento en varias ocasiones sobre estos dos puntos fundamentales de teología de las religiones. Con respecto a las modalidades concretas, basta pensar en el encuentro interreligioso de Asís en 1986 donde confluyeron muchos lideres de varias tradiciones religiosas que junto con el Papa rezaron por la paz; así como no se puede olvidar los diversos encuentros que ha tenido en las viajes apostólicos sobre todo en Asia, con los mas importantes lideres de otras religiones. Estos encuentros han tenido gran importancia en la historia contemporánea de la Iglesia y del mundo. Manifestando así no solo un rostro inédito de la Iglesia sino también un rostro profundamente autentico de lo que el Concilio pedía, ser sacramento de salvación y de unidad del genero humano.
Si el magisterio de Juan Pablo II sobre otras religiones está marcado por estos signos, es también verdadero que desde el punto de vista de las enseñanzas el magisterio del Santo Padre es de una novedad extraordinaria.
Los dos puntos de vista fundamentales por medio de los cuales el Papa ha tratado a las otras religiones se pueden deducir de varios discursos e intervenciones del Sumo Pontífice, pero en particular de dos encíclicas muy importantes. La primera es la encíclica sobre el Espíritu Santo Dominus et Vivificantem, quinta de su pontificado. En esta se exalta no solo la Persona del Espíritu Santo sino también su Acción en la Iglesia y en el mundo. En particular en el n. 53 se demuestra que el “viento sopla donde quiere” y por ello la Iglesia debe tener la capacidad de saber mirar para
descubrir ese Espíritu que lleva al cumplimiento del diseño de la voluntad del Padre de recapitular todas las cosas en Cristo (cf. Ef 1,3 14). En el n. 64 por el contrario trata de modo admirable la Iglesia como signo e instrumento de la presencia y de la acción del Espíritu vivificante. Y refiriéndose a la Lumen Gentium trata de la Iglesia como sacramento de la unidad de todo el género humano que se enraíza en el misterio no solo de la redención sino de toda la creación: “Debemos tomar conciencia cada vez mas viva del hecho de que la acción desarrollada por la Iglesia en la historia de la salvación e inscrita en la historia de la humanidad es realizada y operada por el Espíritu Santo, soplo de vida divina que insufla la peregrinación terrena del hombre y hace concluir toda la creación - toda la hisotira- a su termino en el océano infinito de Dios” (DV 64)
Si ya en la encíclica sobre el Espíritu Santo encontramos los presupuestos teológicos fundamentales para afirmar que el Espíritu sopla fuera de las fronteras visibles de la Iglesia y por tanto en las mismas religiones no cristianas, sin embargo, solo en la encíclica Redemptoris Missio sobre el mandato misionero de la iglesia el Papa pone de relieve de un modo mas explicito y evidente la relación universal del Espíritu Santo con la acción misionera y sacramental de la Iglesia y las otras tradiciones religiosas. Todo el capítulo 3º de la encíclica habla del Espíritu Santo como protagonista de la misión y mas concretamente en los nn 28 y 29 nos presenta un verdadera y propia teología de las religiones en una perspectiva pneumatológica en relación con la tercera Persona de la S.S. Trinidad.
El tema referente a las otras religiones, la misión de la Iglesia y la acción universal del Espíritu Santo, se encuentra presente también de modo menos solemne pero con la misma incisión en otros discursos pronunciados por el Papa. Como no podemos nombrarlos todos señalaremos solo algunos.
Las grandes líneas doctrinales del magisterio de Juan Pablo II sobre las otras religiones
Si esto es a grandes líneas l magisterio del Papa sobre otras religiones ¿Cuál es la doctrina que surge de aquí? ¿Cuáles son las características fundamentales desde el punto de vista teológico de toda la enseñaza de Juan Pablo II sobre otras religiones?
Como antes es necesario decir que no es fácil deducir los trazos esenciales del magisterio petrino sobre otras religiones. En esta problemática se entremezclan múltiples aspectos teológicos. En esto 25 años el Santo Padre ha tratado estos argumentos con diversos contextos, bajo diversos puntos de vista. Por ello no es fácil sintetizar un riqueza tal.
Los puntos doctrinales que nos parecen fundamentales en el magisterio de Juan Pablo II son los siguientes:
1 La presencia universal y operante del Espíritu Santo sin limites de tiempo o espacio
2 El Espíritu Santo que actúa por medio de la semilla de la palabra
3 El Espíritu Santo que actúa en el corazón dándole luz y fuerza para responder a su voca ción
4 La acción del Espíritu Santo que toca también la “dimensión social” del hombre y por ello, también las Religiones.
5 La actuación completa de la Iglesia hacia esta presencia univeral del Espíritu y en parti cular hacia las otras tradiciones religiosas.
Estos son los cinco puntos esenciales del magisterio petrino de Juan Pablo II a propósito de las otras religiones en relación con la misión del Espíritu Santo y de la Iglesia.
El siguiente paso es evidenciar el desarrollo y la coherencia interna de estos cinco líneas en el ámbito de los 25 años de pontificado.
Desarrollo de las líneas doctrinales de Juan Pablo II sobre las otras religiones
El 1º punto referente a la acción universal del Espíritu como señalamos en su textos fundamentales de RM, en DV y en RH así como en el texto conciliar de GS 22. Por el contrario las raíces bíblicas de esta acción del Espíritu se pueden encontrar en Jn 3,8 y en Sab 1,7.
De estos textos Juan Pablo II entiende que en la acción universal del Espíritu Santo no esta disminuido el dato histórico de la salvación que se realiza por medio del hombre concreto que fue Jesucristo de Nazaret. Mas bien quiere demostrar la envergadura universal de esta salvación que es alcanzable a todo hombre por obra del Espíritu Santo.
Según el Papa considerando esta visión pneumatológica del Evento de Cristo, que podemos atribuir al Cristianismo un valor universal: “La universalidad de la salvación no significa que se conceda solamente a los que, de modo explícito, creen en Cristo y han entrado en la Iglesia. Si es destinada a todos, la salvación debe estar en verdad a disposición de todos” (RM10) La grandeza de Juan Pablo II esta tambien en el merito de haber hecho descubrir a la Iglesia del tercer milenio el valor universal de su fe y las consecuencias que se derivan de ello.
Para aquellos que han nacido y crecido en condiciones socio cultrales diversas del contexto cristiano y educados en otras tradiciones religiosas se tiene que: “Para ellos, la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrificio y es comunicada por el Espíritu Santo: ella permite a cada uno llegar a la salvación mediante su libre colaboración” (RM 10).
En el 2º punto doctrinal se demuestra como esta universal presencia del Espíritu puede tocar concretamente a todo hombre en relación con la redención operada por Cristo.
Para el Papa el modo como se realiza todo esto es por la acción del Verbo de Dios que esparce su semilla de verdad y bien. De la antigua doctrina de los “semina vebi”, Juan Pablo II habla en relación con las otras religiones en RH 11 y en RM 28 , evidenciando el hecho de que esa no esta solo ligada a la Persona de Cristo sino también a la acción universal del Espíritu de Verdad.
Esta doctrina que se inspira significativamente en el cuarto evangelio es muy querida de Juan Pablo II haciendo comprender que a la luz de la misma ambas economicas la del Verbo y la del Espíritu pueden ser interpretadas y realizar la unidad del cosmos y de la historia: la unidad de la familia humana de quien la Iglesia es sacramento: La universal unidad fundada en el evento de la creación y de la redención no puede sino dejar una traza en la realidad viva de los hombres incluso los que pertenecen a otras religiones. Por ello el Concilio invita a la Iglesia a descubrir y repensar los gérmenes del Verbo presentes en tales religiones” (Alocución a la curia romana del 22/2/1986)
El 3º y 4º punto por el contrario os ayuda a comprender el lugar antropológico y de la creación en el que son esparcidas estas semillas del Verbo por obra del Espíritu Santo. La pregunta a la que se quiere responder en estos puntos es ¿dónde actúa esta Gracia y a continuación qué produce esta Gracia en el ámbito de la creación?
El Papa por medio de sus enseñazas nos hace comprender que esta actúa tanto en lo íntimo del corazón humano como en todos los aspectos sociales de la persona y entre ellos sobre todo la religión y las religiones
Con respecto al corazón del hombre el Papa habla en el n 28 de RM refiriéndose a la doctrina de la GS al n 38. A la luz de la doctrina conciliar no quiere sino evidenciar como el hombre de por si, es capaz de Dios: “Si Dios en su Espíritu se abre al hombre este por su parte es creado como sujeto capaz de acoger y revelación divina. El hombre es capaz de conocer a Dios y de acoger el don que El mismo hace de si. Creado de hecho a imagen y semejanza de Dios, es capaz de vivir una relación personal con El y de responder con la obediencia de amor a la relación de alianza con su Creador” (Audiencia General 26/8/1998).
¿Pero qué hace el Espíritu por medio de la semilla del Verbo en el corazón del hombre capaz de Dios?
Según Juan Pablo II este Espíritu hace que el hombre sea fundamentalmente religioso. ¿Cómo? Donando al hombre aquella luz y aquella fuerza que lo hace capaz de responder a su vocación humana y divina (Cfr. RH 28). Vocación que se manifiesta de modo particular cuando él se expresa religiosamente sobre todo en la oración. Cuando en su actividad humana se esfuerza por tender a la verdad, al bien y a Dios, o cuando testimonia con su vida el absoluto del bien moral (Cfr. VS 94).
Si esto es lo que el Espíritu realiza en el corazón de la persona, ¿qué realiza en el ámbito específico de la religión y las religiones?
Para Juan Pablo II es un hecho que “la presencia y la actividad del Espíritu no afectan sólo a los individuos sino a la sociedad y a la historia, a los pueblos, las culturas, religiones... Es el Espíritu quien esparce las semillas del Verbo presentes en los ritos y las culturas y las prepara para madurar en Cristo” (RM 28).
Sobre las bases doctrinales de GS 22, AG 3.9.11 y del famosísimo documento “Diálogo y anuncio” del 1991, él llega incluso a decir en la ya citada audiencia del 98, que los seguidores de otras religiones responden positivamente a Dios y reciben la salvación en Cristo cuando practican aquello que es bueno en la propia tradición religiosa, aunque no reconozcan a Jesús como su salvador.
¿Pero entonces la Iglesia? A la luz de todas estas consideraciones ¿qué hace? En este contexto ¿cuál es su papel? ¿Qué actitud debe asumir frente las otras religiones?
A todas estas preguntas queremos que responda una vez más Juan Pablo II en el punto 5º. En este punto queremos poner en evidencia cómo debe comportarse la Iglesia frente a este Espíritu que sopla incluso por medio de las otras tradiciones religiosas.
Del Magisterio del Santo Padre podemos comprender el valor que hay que dar a este Espíritu que aletea fuera de la Iglesia, para poder deducir la actitud de la Iglesia.
En cuanto al valor que la Iglesia debe dar al Espíritu, el Papa nos enseña que las religiones, precisamente en virtud de este soplo son consideradas por la Iglesia “praeparatio evangelica” (RM 29, DV 54, TMA 6). A su vez haciéndonos comprender dos cosas esenciales. La primera que no puede haber separación entre la acción del Espíritu y del Verbo fuera de la Iglesia o en su acción dentro de la misma (RM 29, DV 7. 23. 54). La segunda es que la iglesia precisamente en virtud de esta diversa acción del Espíritu y en fuerza del deposito que ha recibido esta llamada a realizar inevitablemente su misión. Aquí no podemos citar todos los textos del Papa. Simplemente afirmamos que según Juan Pablo II las otras religiones están teológicamente ordenadas y orientadas a la comunión del único pueblo de Dios.
Desde este punto de vista ¿cuál debe ser la actitud de la Iglesia hacia las otras religiones según el pensamiento de Juan Pablo II?
Para el Papa la actitud de la Iglesia tiene tres características fundamentales: a) ‘Profunda estima’ y ‘sincero respeto’ hacia todas las otras tradiciones religiosas sin olvidar la naturaleza misionera de la Iglesia. b) La característica fundamental del ‘dialogo’ que cualifica a la Iglesia como sacramento de unidad del genero humano, c) sobre la base de Nostra Aetate 1, la ‘diaconia, el servicio de la unidad’ en relación con toda la comunidad humana.
Conclusión
Concluyendo este análisis sobre el Magisterio de Juan Pablo II con respecto a las otras religiones no podemos olvidar aquel ‘grito’ que lanzó al inicio de su pontificado: “¡No tengáis miedo! ¡ Abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid las fronteras de los estados, los sistemas económicos y políticos, los amplios campos de la cultura, de la civilización del desarrollo a su poder salvador. ¡No tengáis miedo! Cristo sabe que hay en el corazón del hombre. Sólo Él lo sabe.”
Aquel grito resonó también en nosotros, más aun ha resonado con espíritu profético durante estos veinticinco años de su pontificado hasta el punto de marcar la historia de la Iglesia y del mundo en este paso del antiguo al nuevo milenio.
Como hemos señalado, Juan Pablo II destacó aquel grito de fe y de espiritual novedad también a propósito de las otras religiones para que la Iglesia, guiada por el Espíritu de Cristo y del Padre pueda abrirse al futuro con más esperanza para continuar siendo en mundo sacramento de salvación y de unidad de todo el genero humano. (Agencia Fides 15/10/2003).