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por Cosimo Graziani
Washington (Agencia Fides) - «Felicito a Armenia y Azerbaiyán, que han logrado firmar la Declaración conjunta de paz». Con estas palabras se dirigió el papa León XIV, el domingo 10 de agosto, a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro tras la oración mariana del Ángelus. El Pontífice hacía referencia al texto rubricado dos días antes en la Casa Blanca por ambos países: una declaración conjunta de siete puntos destinada a regular sus futuras relaciones, con la perspectiva de alcanzar un tratado de paz definitivo. León XIV expresó su deseo de que este paso «contribuya a una paz estable y duradera en el Cáucaso meridional».
El acuerdo ha sido mediado por Estados Unidos y ha contado con la participación del presidente Donald Trump en el acto de la firma. Llega en un momento en que las relaciones entre los dos países caucásicos siguen marcadas por el último conflicto de 2023, con el que Bakú recuperó el control de Nagorno-Karabaj.
Tras esa victoria militar, Azerbaiyán presentó varias exigencias a Armenia, entre ellas la modificación del preámbulo de su Constitución, que contiene reivindicaciones territoriales hacia Azerbaiyán y Turquía. Dichas demandas aún no han sido atendidas. En marzo, ambas naciones habían alcanzado un principio de acuerdo sobre un futuro tratado de paz, pero Bakú lo condicionó al cumplimiento de sus requisitos. En este contexto, la declaración de Washington se presenta como una nueva etapa del proceso, aunque no tenga la fuerza vinculante de un tratado.
Diversos analistas sostienen que no se trata de un avance sustancial en las relaciones bilaterales, precisamente por la naturaleza provisional del documento. Sin embargo, el texto aborda uno de los puntos más sensibles: la gestión del corredor de Zangezur, franja de tierra armenia que separa Azerbaiyán de su enclave de Najicheván. Uno de los artículos contempla la participación de Estados Unidos en la construcción y administración de las futuras infraestructuras del corredor -una autopista, un gasoducto y un oleoducto- para conectar el enclave con el resto del territorio azerbaiyano. Esa gestión, exclusiva y por un periodo de noventa y nueve años, respondería a dos condiciones clave: garantizar a Bakú la conexión con Najicheván y permitir al primer ministro Pashinyan afirmar que la soberanía del corredor sigue siendo armenia.
La noticia del acuerdo provisional ha provocado reacciones inmediatas en las potencias vecinas del Cáucaso, región de gran valor geopolítico por ser un eje de comunicaciones entre Oriente y Occidente y compartir fronteras con Turquía, Irán y Rusia. Aunque los tres países han acogido positivamente el paso dado por Ereván y Bakú, la posible entrada de Estados Unidos en la gestión de infraestructuras despierta recelos.
Para Rusia, la firma supone una pérdida adicional de influencia en el Cáucaso. Su papel ya había quedado debilitado tras la guerra de 2023, cuando Armenia acusó a las fuerzas de paz rusas de no proteger a la población de Nagorno-Karabaj, pese a su despliegue desde el fin del conflicto de 2020. El documento suscrito en Washington convierte ahora a Estados Unidos en un actor ineludible en la región, obligando a Moscú a tomar en cuenta sus posiciones en cualquier estrategia futura.
También Irán observa con preocupación el nuevo escenario. Teherán ha respaldado en los últimos años a Armenia en el debate sobre el corredor de Zangezur y considera que una eventual gestión estadounidense de las infraestructuras, situadas junto a su frontera, podría «desestabilizar la región», según declaraciones de su ministro de Asuntos Exteriores.
Para Estados Unidos, en cambio, haber sentado en la misma mesa a Armenia y Azerbaiyán constituye una victoria diplomática que le permite afianzar su presencia en un área estratégica atravesada por corredores energéticos y de transporte que enlazan Asia con Europa.
El corredor de Zangezur tiene apenas 43 kilómetros de extensión, pero su valor estratégico es enorme. El desarrollo de nuevas infraestructuras en ese tramo acortaría de forma significativa las rutas actuales del Corredor Medio (Middle Corridor), que desde Asia Central atraviesa Azerbaiyán, pasa por Georgia y desciende hacia Turquía. A largo plazo, estas conexiones podrían unir China con Europa. Controlar la sección que reduce los tiempos de tránsito refuerza a Washington en su pulso estratégico con Pekín. En este sentido, la Administración Trump puede considerar que, con la firma del 8 de agosto, ha ganado terreno en la confrontación geopolítica con China.
(Agencia Fides 16/8/2025)