VATICANO - Mártires de Damasco, el vicepostulador: De su amor a la Eucaristía un mensaje de paz para Oriente Medio

sábado, 19 octubre 2024

Foto © Maria Langarica

Por Fabio Beretta

Ciudad del Vaticano (Agencia Fides) – “Aunque eran de ritos diferentes, en el testimonio supremo de fidelidad a Cristo no hay diferencias. Y su modo de vivir, de amar a Dios en la Eucaristía, de aceptar el martirio, representan hoy un gran mensaje de paz y de esperanza para Oriente Medio”. Así lo ha afirmado fray Ulise Zarza, Ofm de la Custodia de Tierra Santa y vicepostulador de la causa de canonización de los mártires de Damasco que serán canonizados por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en las próximas horas.

Entrevistado por la Agencia Fides, fray Ulise relata la historia del martirio de Manuel Ruiz López y sus siete compañeros, de la Orden de los Hermanos Menores, y la de Francisco, Mooti y Rafael Massabki, tres laicos maronitas: “En la primavera de 1860, se desarrolló una persecución contra los cristianos por parte de los drusos, persecución que se extendió desde el Líbano hasta Siria. El peligro se hizo sentir en el barrio cristiano de Damasco, hasta el punto de que el emir ofreció refugio en su palacio a los frailes y a todos los cristianos. Pero ellos decidieron quedarse en el convento. No sólo porque se sentían más seguros entre aquellos muros, sino también porque querían seguir viviendo la vida conventual sin sufrir trastornos”.

Y no fueron los únicos que eligieron el convento como refugio: "Con ellos -subraya el vicepostulador- se quedaron los tres hermanos maronitas y algunos niños, alumnos de uno de los maronitas. En la noche del 9 al 10 de julio, cuando tuvo lugar la masacre, esos mismos niños que consiguieron esconderse en los rincones más pequeños y oscuros del convento, fueron testigos en directo de la gran prueba de lealtad dada por los hermanos y los maronitas a Cristo".

¿Cómo consiguieron esos drusos entrar en el convento? “Parece que consiguieron penetrar en la estructura gracias a una traición. Un carnicero señaló una puerta trasera, que no era muy segura. Desde allí entraron los chiíes y en poco tiempo se produjo una masacre”.

“Por los relatos de los niños y los testimonios recogidos, Manuel Ruiz López, superior del convento, fue el primero en ser asesinado. En cuanto se dio cuenta de lo que ocurría, corrió a la iglesia para consumir las hostias consagradas y evitar así su profanación. Lo consiguió -relata el vicepostulador-, pero lo encontraron los drusos que, enfurecidos, le pidieron que abrazara la fe musulmana. Se negó y de un golpe de cimitarra lo mataron en el altar”. A todos los frailes, e incluso a los laicos maronitas, explica fray Ulise, “se les hizo esta pregunta. Así lo cuentan los niños que estaban presentes y otros”.

De hecho, hay varios testigos presenciales del martirio, como en el caso del fraile Engelbert Kolland, el único asesinado fuera del convento: "En la confusión del momento consiguió escapar", explica el vicepostulador, "y si lo pensamos bien, es una reacción muy humana. Encontró refugio en una casa cercana. Era muy conocido por su gran caridad, donaba muchas de sus ropas a los pobres y era muy querido por todos. Y como para corresponder a este acto de caridad, unas mujeres lo escondieron cubriéndolo con ropa de mujer. Fue descubierto sólo al día siguiente por sus sandalias de fraile. Le sacaron de casa y le pidieron que se hiciera musulmán. Sin embargo, al igual que sus hermanos, se negó y de un golpe de cimitarra en la cabeza entregó su vida al Señor".

No todos murieron a golpes de espada: «El cocinero y el sacristán -añade fray Ulises- se escondieron en el campanario. Los encontraron y, tras golpearlos con trozos de madera, al negarse a convertirse al Islam, los arrojaron al patio desde el campanario.

Aquellos, señala el vicepostulador, "eran tiempos turbulentos, de odio y violencia contra los cristianos. Una situación que en cierto modo refleja la que vivimos hoy. Pero en un contexto de guerra, especialmente en Oriente Medio, nos envían un mensaje de paz". ¿En qué sentido? "Por su forma de vida, sus actitudes, de estar ante la gracia del martirio. Eran conscientes del peligro. Tenemos una carta que el superior escribió al Procurador de Tierra Santa en Jerusalén donde leemos: fiat voluntas Domini. Ya lo habían comprendido. Y este es un mensaje de paz porque aceptaron el martirio".

La mañana del 9 de julio, en efecto, revela el fraile, "convocaron a todos los habitantes del barrio cristiano de Damasco para rezar en su convento. Se celebró una misa, todos se confesaron, hicieron adoración eucarística y recibieron la bendición con el Santísimo Sacramento. Rezaron y aceptaron el martirio". Pero su ejemplo no sólo hay que buscarlo en los últimos momentos de su vida: "Lo importante es la actitud que todos ellos tuvieron ante la Eucaristía". "Un testigo -continúa el hermano Ulise- contaba que uno de los hermanos maronitas tenía las rodillas duras como la piel de un camello porque se pasaba horas rezando de rodillas antes de la Eucaristía".

Y además de "un gran amor a la presencia de Dios en la Eucaristía", los mártires de Damasco "nos enseñan la fraternidad. El suyo -explica el vicepostulador- podría describirse como un equipo internacional. Había españoles, un austriaco y maronitas. Del amor a Dios surgió este amor a los demás". En esta perspectiva, concluye fray Ulise, "dan testimonio también de la unidad de la Iglesia, que, impulsada por esta llamada de amor, continúa hoy por el camino del diálogo".
(Agencia Fides 19/10/2024)


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